Generación Z, cada vez más tristes y ansiosos

En ocasiones, llamamos a la generación Z la generación de cristal. Los jóvenes son cada vez más infelices y evidencian mayores problemas de salud mental. ¿Qué hay detrás de esta realidad?
Generación Z, cada vez más tristes y ansiosos

Llamamos a la generación Z de muchas maneras. Son, por ejemplo, esos nativos digitales que ven en las nuevas tecnologías su forma de entender el mundo y de manejarse en él. Son también esos chicos y chicas que nacieron en el siglo XXI, con lo que ello supone a todos los niveles. Incertidumbre, cambios sociales, avances científicos y hasta una pandemia.

Ahora bien, si hay algo que parece definir a esta nueva generación de jóvenes son sus problemas con la salud mental. Pertenecen a esa parte de la población que, a pesar de estar más conectada con otras personas, se siente más sola que nunca. Bien es cierto que hay excepciones. Muchos se definen por el entusiasmo propio de toda persona cuya juventud está llena de sueños, fortalezas y felicidades.

No obstante, no podemos ponernos una venda en los ojos ante la evidente realidad. El año pasado se publicó el Mental Health Million Project, un informe que proporciona datos científicos sobre el bienestar mental de la población mundial. Y las conclusiones son claras. El 44 % de las personas de entre 18 a 24 años evidencian serios problemas psicológicos.

Los jóvenes evidencian una gran presión social, tanto académica, como laboral. Además, las redes sociales ejercen a menudo en ellos, un gran impacto negativo.

Chica adolescente simbolizando a la Generación Z
Los adolescentes tienen más pensamientos negativos y obsesivos que las generaciones de 50 y 60 años.

¿Qué está pasando con la generación Z?

Comentábamos al inicio que llamamos a la generación Z de muchas maneras. Una de ellas es «la generación de cristal o transparente». La pandemia ha hecho que, según los expertos, acontezca una cuarta ola de salud mental que afecta en mayor grado a la población más joven. Pero no nos equivoquemos.

Muchos de esos problemas ya estaban latentes en más de un adolescente o adulto joven. Las circunstancias actuales no han hecho más que incrementar una realidad soterrada. ¿Estamos quizá ante la generación mejor preparada, pero más infeliz que las anteriores? La respuesta es más compleja de lo que podamos pensar, y es interesante profundizar en cada aspecto.

La apatía como respuesta a la frustración académica y laboral

La generación Z, como los millennials, se sienten tremendamente frustrados. Ambas generaciones fueron educados en la idea de que todo esfuerzo tenía su beneficio. Su notable recompensa. Sin embargo, tener una formación excelente no supone encontrar un trabajo a la altura de las propias competencias. Por lo general, el mercado laboral para los jóvenes es precario.

Buena parte de estos jóvenes nacidos entre 1995 y el 2000 siente una eleva ansiedad académica y laboral. Son altamente exigentes, creativos y comprometidos, pero saben que el mundo no ofrece una adecuada respuesta a sus necesidades. Y es muy posible que su situación no mejore el día de mañana. Esto acaba generando apatía y desafección.

La generación Z asume que el futuro que les espera no es tan reluciente como les habían prometido. De hecho saben que, probablemente, vivirán mucho peor que sus padres.

El impacto de entender el mundo (y a sí mismos) a través de las redes sociales

En la actualidad, la construcción del “yo” de todo niño y adolescente se nutre también del mundo digital. La imagen que tienen de sí mismos tiene una relación directa con las redes sociales. Es en este medio donde buscan sus refuerzos cotidianos, aquí donde se comparan y empiezan, en muchos casos, a odiar sus cuerpos o a anhelar otras vidas muy diferentes a las suyas.

Una investigación del Centro Médico Universitario Hamburg-Eppendorf destaca algo importante. El uso intensivo de las redes sociales incrementa desde el estrés y la impulsividad hasta la mala regulación emocional. 

Asimismo, hay otro problema evidente. Aunque en apariencia las nuevas tecnologías faciliten la conexión de los adolescentes, en realidad, lo que propicia son relaciones claramente distorsionadas. Los jóvenes se sienten cada vez más aislados y es común que buena parte de ellos haya sufrido en alguna ocasión alguna dinámica de acoso online.

Una generación poco preparada a nivel emocional

Si decimos que la generación Z tiene escasas habilidades en materia emocional, es probable que más de uno experimente confusión. ¿Quiere decir eso que las generaciones anteriores eran más hábiles? En realidad, las personas de 40 o 50 años crecieron en otro contexto muy diferente al que tienen, por ejemplo, nuestros adolescentes.

Tal vez el problema esté, en parte, en la sobreprotección que reciben por parte de sus padres y madres. Esos progenitores que sobrevuelan sobre sus hijos satisfaciendo cada necesidad, haciendo la vida fácil y respondiendo ante cada demanda, tienden a “fragilizar” aún más el carácter de estas nuevas generaciones.

Son chicos y chicos poco resistentes a la frustración. En una realidad dominada cada vez más por la inmediatez, el “lo quiero ahora y lo quiero ya” provoca que se aburran rápido y que apenas desarrollen una adecuada autorregulación emocional.

Madre e hija afrontan los problemas de la Generación Z
A pesar de que a día de hoy hablamos cada vez más de salud mental, aún no damos una respuesta adecuada a quien lo necesita.

Individualismo y el “sobrevive como puedas” en la Generación Z

La generación Z se ha educado en un contexto social cada vez más individualista y polarizado. No nos equivocamos si decimos que la conducta narcisista es cada vez más frecuente. El culto al yo, a la satisfacción de las propias necesidades y a obtener lo que se quiere en el momento presente a toda costa, atacando al otro, parece una constante a día de hoy.

Las redes sociales son además catalizadoras de un problema de valores y de un individualismo feroz. Las relaciones son cada vez más fluidas, caducan pronto y se buscan otras relaciones a golpe de clic. No es difícil entender por qué la generación Z se siente vacía, falta de perspectivas y ansiosa.

En un contexto dominado por el “sobrevive como puedas”, apenas encuentran recursos y apoyos cuando necesitan ayuda. Porque está muy bien visibilizar los problemas de salud mental, pero normalizar una realidad y no darle respuesta, no lo es tanto. La tristeza y desafección de nuestros jóvenes es, en buena parte, nuestro fracaso como sociedad.

Necesitamos un cambio profundo y sobre todo, ampliar y mejorar los servicios de asistencia psicológica.

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