El mito del triunfador corrompido: la ciencia sabe que el exito nos hace en realidad mejores personas

Sigmund Freud dijo que el éxito era capaz de corromperte por dentro, en el sentido más amplio de la palabra, de que alguien puede «morir de éxito». Una manera de decir que a veces las desventajas de triunfar pueden superar las ventajas, sobre todo para aquellos que alcanzan la cima de sus carreras. Esta hipótesis se ha tratado en el arte, la literatura, la prensa popular o la ciencia moderna. La idea de que triunfar normalmente impone un alto precio en el bienestar psicológico, interpersonal y físico. «Era tan rico que acabó solo y loco»: lo hemos escuchado mil veces.

¿Estaban en lo cierto Freud y muchos de los que afirmaban que el éxito va acompañado de desgracia? No, hasta la fecha no hay evidencia que respalde esta teoría. De hecho, un nuevo estudio lo corrobora aún más.

El estudio. Una investigación de los psicólogos Harrison J. Kell, Kira O. McCabe, David Lubinski y Camilla P. Benbow publicada en Perspectives on Psychological Science analizó y comparó los casos de 1826 individuos intelectualmente dotados con sus pares con peores carreras en términos de bienestar psicológico, satisfacción con la vida y salud. Concluyó que aquellos considerados «ocupacionalmente sobresalientes» eran igual o más saludables que el resto en estas métricas.

Es decir, que las carreras exitosas no estaban asociadas con fragilidad médica, inadaptación psicológica o relaciones tóxicas.

La importancia del éxito. Si acudimos a encuestas recientes, vemos que la búsqueda del triunfo es un aspecto fundamental en la vida de muchas personas. De hecho, varias encuestas como esta de Gallup revelan que avanzar en sus carreras era «extremadamente importante» para el 54% de los estadounidenses. O esta de Pew Research que sugiere que más del 60% de las personas de 18 a 34 años indican que tener éxito en una carrera bien remunerada era «una de las cosas más importantes en sus vidas».

Un comportamiento estereotipado. No sólo Freud indagó sobre este fenómeno. El concepto de «naufragio por el éxito» ha sido tratado durante miles de años en muchos medios y culturas diferentes. Lo hemos visto a través de cientos de personajes ficticios como Lady Macbeth en la obra de Shakespeare. Algunas figuras históricas como Richard Nixon, Howard Hughes, Vincent van Gogh o Winston Churchill son posibles candidatos a personajes «arruinados» por su éxito.

Algunos estudiosos de la historia dicen que Alejandro Magno lloró después de haber conquistado el mundo conocido, sin tener nada más que lograr. Y es que el fenómeno llega hasta la cultura popular actual: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad», nos decía nuestro amigo y vecino Spider-Man. Y el descenso a los infiernos de Michael Corleone en El Padrino también nos da buenas pistas de ello.

¿Qué sucede en realidad? Freud afirmaba que el éxito a veces tiene un alto coste. Explicaba que las personas a veces enferman precisamente cuando un deseo profundamente arraigado y acariciado durante mucho tiempo en sus cabezas se ha cumplido. No iba desencaminado. En la literatura científica reciente se ha estudiado el fenómeno. Es lo que algunos psicólogos como Steven Berglas denomina como «el síndrome del éxito»: tocar fondo cuando llegas a la cima.

Es decir, la condición que se desarrolla cuando las recompensas del triunfo exponen a alguien a muchas situaciones psicológicamente estresantes. Esto lo hace vulnerable a trastornos que van desde la depresión y el abuso de drogas hasta el suicidio. Las manifestaciones físicas del síndrome que detalla incluyen soledad, alcoholismo, esquizofrenia, ansiedad, pérdida de apetito y baja autoestima. Incluso, la creencia de que ser un genio está relacionado con la enfermedad mental se ha examinado repetidamente en otros estudios. El término «efecto Sylvia Plath» se acuñó para describir la aparente alta tasa de enfermedades mentales entre poetas famosos.

Más éxito, vidas más cortas. En 2001, Stewart McCann, profesor en la Universidad de Cape Breton en Canadá, quiso ir más allá. E ideó lo que él llama la «hipótesis de la precocidad-longevidad»: que las personas que alcanzan la cima de su carrera a una edad más joven tienden a tener vidas más cortas. ¿Cómo llegó a esta esa conclusión? Investigando las carreras de presidentes estadounidenses notó un patrón extraño: los que se convirtieron en mandatarios antes también parecían morir antes.

Pese a que el estudio no pretendía explicar un posible vínculo entre el logro temprano y la muerte prematura, McCann dio con un par de ideas: que el culpable más probable es el estrés y que los mismos factores que impulsan el éxito también contribuyan al declive. Es decir, las personas que tienen éxito antes en la vida tienden a tener personalidades competitivas y orientadas al logro, pero no tan buenas para enfocarse en su propia salud.

Imagen: Unsplash

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