―Rechaza la idea de “un alguien” que está observando y viviendo, y deja que el observar y el vivir sean. Este “yo” engañoso es imaginado, y se le da existencia para darle picante a la dualidad. Crea mucha confusión hasta que finalmente se reconoce y se entiende que es ilusorio. Déjalo ser, no es lo que tú eres.
No te enraíces en el ego. Sepárate de este sentido del “yo” reconociéndolo constantemente como un fenómeno que aparece en el espacio de tu Ser, el inmutable. Los sentidos físicos seguirán funcionando, la percepción seguirá ocurriendo. Pero las intenciones no son necesarias. No ofrezcas alojamiento a ningún concepto; al final, ni siquiera al “yo soy” personal. Presta atención a esta pregunta: ¿Quién soy yo?” Sumérgete en el sentido del “yo”, el sentido persistente de ser. ¿Qué surge como “yo”, aquí, dentro del cuerpo? ¿Es reconocible? ¿Tiene género? ¿Puede ser identificado como una entidad tangible? ¡Averígualo!
―¿Por qué haces hincapié tan persistentemente en la necesidad de indagar?
―La indagación es tan rigurosa que, cuando uno entiende el propósito de la introspección y lo sigue con seriedad, expone inmediatamente nuestro sentido del ego como una aparición, como irreal. El intento mismo de “atrapar” el elusivo sentido del yo rompe el hechizo, dejándote como pura conciencia de Ser.
La indagación no es una enseñanza. Yo digo que es como mirar en un espejo. El espejo no te enseñará nada. No juzga ni se queja, simplemente refleja el sujeto puro. Este espejo nos ayuda a recordar lo que somos, exponiendo lo que no somos.
Inicialmente, se produce cierta lucha porque nadie se pregunta: “¿Quién soy yo?” Siempre preguntamos: “¿Quién eres tú” o “¿Quién es ella”, o “¿Cómo puedo llegar a conocerla?” [Risa]
Nadie se plantea esta pregunta, “¿Quién soy yo?” ¿Por qué? Tal vez porque no puede haber ninguna respuesta satisfactoria a esta pregunta a nivel mental, y esto puede resultar frustrante para el ego. No obstante, con persistencia, fe y paciencia, una vibración interna empezará sutilmente a ser notada, y con ella una creciente tranquilidad y alegría. Sé uno con esta sensación interna, sin dejar que tu atención se disperse. Pronto, se volverá natural ser y saber que tú eres el Ser puro.
He empezado diciendo que nadie está planteando esta pregunta. Tal vez también llegues a descubrir que nadie está planteando esta pregunta ni ninguna otra, ¡nunca! Las preguntas, como cualquier otra cosa, simplemente aparecen, compelidas por algún poder incognoscible.
Aparentemente, la eseidad se ha traído a sí misma aquí para experimentar plenamente la dualidad, y sin embargo permanecer en su conciencia-ser original. Bajo el hechizo de maya, la eseidad, durante un rato, se mantendrá bajo la influencia del tiempo, del espacio y de los aparentes sucesos. Mientras se imagina ser una persona, la eseidad a menudo experimentará confusión y conflicto, porque “ser una persona” es un estado agresivo. Pero, en realidad, es testigo de estos, el testigo impersonal y despreocupado de todos los fenómenos. El sufrimiento a veces sirve como instrumento para ayudar al ser engañado a recordar y a establecerse en su fuente pura.
Durante algún tiempo, la eseidad disfruta de jugar el papel de una persona. Esto forma parte del sueño de la existencia y es inevitable. Hace esto sin perder o alterar nada de sí mismo a nivel sutil de la conciencia.
―Aún hay muchas preferencias operando en mi mente.
―No le prestes mucha atención a esto. Pon tu atención exclusivamente en la sensación de ser que es natural, aquietada y sin acción. De este modo, te darás cuenta más rápidamente de que la mente aparece como deseos, pero, siendo de naturaleza ilusoria, sus efectos no tienen consecuencias, y por tanto no dejan huella en la conciencia dinámica. Cuando te das cuenta de esto, tu vida, tu experiencia y tus recuerdos de ella, se convierten en escritura sobre el agua: no puedes leerla un minuto después, ¡se ha ido! Internamente, te sientes ligero, calmado y libre.
La eseidad no tiene que aferrarse a una historia sobre sí misma. Es sin historia, es atemporal. La mente es como el viento, el ser es como el espacio. El estilo del viento es vagar, esta es su naturaleza. Pero el espacio, siendo infinito, no deambula. Tú eres como espacio, sin forma e ilimitado. Sabed esto.
Esa conciencia que es inmóvil, sin esfuerzo, aquietada, más allá del concepto de quietud, no se conoce a sí misma como tal.
Sin embargo, está presente esta extraña paradoja. De ella surge toda esta compasión, todo este amor que muestra por sí misma en la forma de humanidad, en la forma del “otro”, y, cuando se busca, este “otro” no puede ser hallado como alguien independiente del Ser.