El crítico de música Daniel Dylan Wray del diario británico The Guardian observa una tendencia bastante difundida: las personas en algún punto de sus 30 empiezan a dejar de escuchar música nueva, se asientan sobre su propio canon, el cual a veces no es más de un manojo de discos. Empieza una vida más o menos monótona y sin la excitación de la música nueva.
Wray observa que esto es un fenómeno ineludible entre sus amigos, salvo unas raras excepciones. Pero no es un fenómeno particular por ejemplo, de hombres británicos. Estadísticas de Spotify muestran que la mayoría de las personas apagan su curiosidad musical a los 33 años y un reporte de Deezer citado por el mismo Wray coloca la edad aún más abajo, a los 30.
Las personas a los 30 empiezan a perder el interés por asistir a conciertos o dedicar su tiempo libre a rastrear nuevas bandas. Wray nota que el mucho más estimulante –al menos en la juventud– «¿qué éstas escuchando?» cambia al lugar común de «¿qué estás viendo?». La energía del descubrimiento musical y sus estados de pasión y éxtasis se ve domesticada por la vida adulta, la familia, hijos o simplemente el trabajo y quizá una falta de asombro.
Pero hay algo en esto revelador de la psicología humana, pues no es solamente la muerte de la curiosidad, pues las personas no dejan de buscar nuevos libros, podcasts o series. Wray cree que la razón puede estar ligada a cómo «la música es una parte esencial de la formación de identidad en la juventud: una vez que la idea de tú mismo está fijada, por diferentes marcadores, como hijos o matrimonio, la necesidad se desvanece». Asimismo, la música es la más emotiva de las artes y es en la juventud e la que se viven emociones fuertes, nuevas, ligadas a la música.
En gran medida la música en la juventud obedece a encontrar aquello con los que nos identificamos, dentro de procesos de socialización. Son sólo algunos los que realmente tienen una relación profundamente estética, desinteresada y creativa con la música. Otra razón es simplemente que muchos de los más fuertes efectos de la música que se imprimen en las personas ocurren saliendo a conciertos, bares, raves, fiestas y demás, algo que obviamente disminuye con la edad. La música no era para muchos solo escuchar sino era parte de un conjunto de relaciones. Y aunque Wray habla de la música nueva es también probable que haya en general un descenso progresivo en el tiempo en el que la gente escucha música con la edad. Hay también una especie de bucle de retroalimentación negativa, pues muchos dejan de escuchar música nueva porque ya no socializan tanto, ya no tienen los grupos de amigos que estimulan el intercambio.
Pero, por supuesto hay excepciones, y ocurre que algunas personas sí siguen escuchando mucha música, pero ya no meramente guiados por las tendencias sociales y la necesidad de diferenciarse por lo que escuchan, sino por aquello que les funciona para trabajar o para realizar ciertas actividades. Y hay personas que no dejan de escuchar y buscar música nueva como Wray, aunque no son la mayoría. Particularmente la llegada de nueva música en la vida puede marcar nuevas etapas, enamoramientos o encuentros con personas diferentes, maestros e intereses por nuevas culturas. Y es por ello una manera de mantener cierta frescura y estimular la mente.
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