A través de la historia, se ha sabido de hábitos de la realeza que pisan el surrealismo. Imagina lo maravilloso que es ser rey. El hecho de que tu palabra sea ley y puedas hacer lo que te plazca sin temor a represalias. Si hay individuos que pudieron vivir completamente ajenos a las consecuencias, esos eran los reyes, reinas, emperadores y otros miembros de la realeza del pasado. Después de todo, el propio Dios les otorgó el derecho para hacer lo que quisieran con todo y todos los que estuvieran bajo su reino.
Por eso, no es de extrañar que algunos miembros de la realeza protagonizaran comportamientos extraños. Los nobles europeos consumían momias para curar enfermedades, pero las conductas de estos gobernantes van incluso más allá. A continuación, te presentamos una serie de hábitos extraños de la realeza alrededor del mundo.
Qin Shi Huang y su búsqueda por la inmortalidad.
Tras la unificación de China, Qin Shi Huang se convirtió en su primer emperador y fundó la dinastía que lleva su nombre. Al gobernante lo aterraba la idea de la muerte, pues una vez que esta lo alcanzara dejaría de ser emperador. Esta obsesión lo llevó a una incansable búsqueda del elixir de la inmortalidad.
Echando mano de alquimistas, médicos y científicos por toda China, ordenó la búsqueda de plantas, medicinas y brebajes que le permitieran vivir por siempre. Irónicamente, es probable que esa incansable búsqueda de la inmortalidad lo llevara a morir prematuramente. Resulta que los alquimistas de Qin Shi Huang empleaban mercurio como principio activo de los brebajes que consumía el emperador. Y cada vez los ingería con más frecuencia.
Como este personaje vivió hace 2,200 años, resulta poco probable que alguna vez sepamos las causas de su muerte. Sin embargo, en los registros históricos se menciona que cayó gravemente enfermo. Con síntomas que son comunes en el envenenamiento por mercurio.
La adicción a los pepinillos de Nicolás I de Rusia.
Nicolás I se desempeñó como zar de Rusia entre 1825 y 1855. A diferencia de otros personajes desquiciados de la nobleza rusa, era el típico gobernante serio. Ni siquiera le gustaban las bebidas embriagantes y mucho menos se hizo adicto al tabaco. También comía con moderación, y por todos era sabido el profundo rechazo que experimentaba por el azúcar y las golosinas.
Su único vicio eran los pepinillos. Y no empleamos la palabra «vicio» para ensalzar esta publicación. Nicolás I solía empezar sus días con un auténtico desayuno de campeones: pan, un buen té caliente y cinco pepinillos en vinagre. Perfectamente podía evitar la cena, pero lo compensaba con una buena taza de salmuera antes de ir a dormir. Entre los hábitos de la realeza en esta lista, este es el más «light».
Enrique VIII y sus besadores de sábanas reales.
Indudablemente, Enrique VIII es uno de los monarcas más polémicos de la historia. Por su obesidad, constantes divorcios o extravagante vestimenta. Pero, probablemente hay algo sobre este rey inglés que todavía no conozcas. Conforme envejecía, la paranoia se apoderó de su mente. Llegó el momento en que a Enrique VIII le preocupaba que sus rivales intentaran asesinarlo frotando veneno en su ropa de cama.
Así, el noble encargado de hacer la cama de Enrique también debía besar cada almohada, sabana y manta antes de colocarla sobre la cama real. Era la única forma en que el paranoico monarca lograba convencer a sí mismo de que no había veneno. Pero la cosa no se detuvo allí, pues con el paso del tiempo el rey hizo que sus súbditos besaran cosas cada vez más extrañas. Los besadores reales probaban la ropa de su hijo e incluso la almohada que usaba en la bacinica.
Pedro III de Rusia y su obsesión por las muñecas.
En 1772, Pedro III se convirtió en zar de Rusia durante algunos meses. Su reinado cayó ante la usurpación de su famosa esposa, Catalina la Grande. Y una de las razones por las que se le retiró del trono es que Pedro III padecía de sus facultades mentales. Vivía completamente obsesionado con los juguetes infantiles. Particularmente con las muñecas y los soldados de juguete.
Pedro III pasaba buena parte del día jugando con sus muñecas y figuras de acción. En cierta ocasión, una rata le mordió la cabeza a una de las muñecas. Abrumado por la ira, Pedro ordenó que atraparan al roedor y lo sometieran a un consejo de guerra. También ordenó que construyeran una pequeña orca del tamaño de la rata y la colgó por traición.
Los cortesanos siempre intentaron esconder sus muñecas, pero Pedro terminaba por encontrarlas. Eventualmente, se cansaron de la actitud infantil del zar y colocaron a Catalina la Grande en el trono.
Jacobo, el rey que nunca se bañó.
En la Europa medieval, muchos miembros de la realeza invertían auténticas fortunas en lociones y esencias elegantes. Lo hacían para disimular su terrible peste corporal. Y es que en esas épocas rara vez se bañaban. Tampoco es que no tuvieran acceso al agua y el jabón. Simplemente predominaba la creencia de que un baño podía hacer que «aire venenoso» ingresara al cuerpo a través de los poros.
La reina Isabel de Inglaterra solía bañarse una vez al mes, y con esto era suficiente para que la tacharan de fastidiosa por su gusto tan regular del baño. Por ejemplo, la reina Isabel de España se jactaba de que solo se bañó dos veces en toda su vida. Aunque, ninguna de las reinas era competencia para Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (el sucesor de Isabel).
La historia asegura que Jacobo nunca se bañó en toda su vida. Ni siquiera se lavaba las manos antes de comer. Se limitaba a frotar las yemas de los dedos contra una servilleta húmeda, y nada más. Se dice que Jacobo estaba infestado por piojos y otros parásitos, hasta el punto que contagiaba a todo aquel que se le acercaba.
Ibrahim I y su harem de obesas.
El sultán del Imperio otomano Ibrahim I era el típico monarca al que le fascinaba el exceso. La verdad es que estaba un poco loco, sobre todo porque pasó buena parte de su infancia encerrado en una habitación sin ventanas. Entonces, probablemente también era víctima de las circunstancias. Pero, no por eso le perdonaron el mote de Ibrahim el Loco.
En diversas historias lo describen como una persona completamente trastornada y propensa a los arrebatos violentos. Desafortunados episodios que solían culminar con personas torturadas y ejecutadas por nada. Básicamente, porque Ibrahim podía conseguir lo que deseara. Y cuando se trataba de mujeres, tenía las cosas muy claras.
Se rodeó de un enorme harem de concubinas obesas, con las que engendró a tres futuros sultanes. Pero ni siquiera sus esposas estaban a salvo de la locura de Ibrahim. Solía abusar de ellas de diversas formas mientras promovía a sus favoritas a las posiciones más privilegiadas. Y cuando se cansaba, simplemente las echaba a patadas. Sin lugar a dudas, Ibrahim el Loco tenía los hábitos de la realeza más extremos de todos.
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