La habitual guerra dialéctica entre Irán y Estados Unidos se ha trasladado en las últimas 72 horas a las aguas del estrecho de Ormuz. Tras la amenaza de Irán de cerrar el estrecho por el que sale en buques alrededor de un tercio del crudo mundial la Quinta Flota de EE.UU, con sede en Bahrein, movió ficha y uno de sus portaaviones se aproximó al lugar donde la fuerza naval iraní realiza maniobras militares desde hace una semana. Una medida preventiva inmediatamente denunciada por los mandos de la república islámica. «Un portaaviones estadounidense ha sido visto en la zona de maniobras por un avión de reconocimiento», declaró a la agencia Irna el vicecomandante Mahmoud Musavi, que aseguró disponer de fotos y vídeos del buque enemigo lo que demuestra que «las fuerzas navales iraníes están controlando los movimientos de las potencias no regionales en la zona».
Como ha demostrado desde hace tres décadas y especialmente desde el estallido de la crisis nuclear en 2006, Irán se crece en los momentos de máxima presión internacional. Las fisuras políticas en la cúpula del régimen quedan a un lado y el sentimiento nacional pasa a un primer plano. Militares y paramilitares monopolizan el protagonismo y los nostálgicos sacan a relucir el heroísmo de los tiempos de la guerra contra Irak entre 1980 y 1988. El comandante de la Guardia Revolucionaria iraní, Hossein Salami, advirtió a la Casa Blanca de que no está en condiciones de decir «lo que debe hacer Irán en el Estrecho de Ormuz» y dejó claro que «cualquier amenaza será respondida con otra amenaza», según destacó la cadena oficial en inglés, PressTV. Por encima de las fuerzas regulares es esta Guardia Revolucionaria la que tiene el mayor poder militar y su comandante, Mohamed Ali Jafari, advirtió de que «estamos preparados para un conflicto a gran escala».
Amenaza a amenaza sube la tensión en torno al régimen islámico, y no lo ha dejado de hacer desde la publicación del último informe del Organismo Internacional de Energía Atómica en el que por primera vez se reflejaron «indicios» de que Irán «ha trabajado en actividades que solo pueden estar relacionadas con el desarrollo de armas nucleares». Israel, el gran enemigo en la región, fue el primer país en pedir medidas punitivas y manifestó su intención de atacar ante la falta de efectividad de la vía diplomática. Desde el Consejo de Seguridad de la ONU fue imposible articular una resolución dura debido al apoyo de China y Rusia a Teherán. Estos países son los principales importadores del crudo de Irán —que es el tercer exportador del mundo— y es precisamente la guerra por el petróleo la que ha avivado el enésimo enfrentamiento con EE.UU.
Ante un previsible endurecimiento de las sanciones y la aprobación de un embargo al crudo iraní, el vicepresidente Mohamad Reza Rahimi reaccionó sacando a relucir la capacidad de su país de bloquear el estrecho de Ormuz y se encendieron todas las alarmas. Durante su enfrentamiento con Irak se vivió la que fue bautizada como «la guerra de los petroleros». Más de 400 marineros perdieron la vida y unos 500 buques fueron dañados por ataques desde aviones, pequeñas embarcaciones o mediante el uso de minas. Finalmente EE.UU. intervino con el despliegue de portaaviones que lograron devolver la seguridad al tráfico marítimo.