Hubo un tiempo en que el mundo todavía estaba encantado y las bestias salvajes eran fundamentales para el desarrollo humano. El terror y el asombro que sentían nuestros antepasados en el desierto dieron origen al lenguaje, la religión, la invención y la narración de historias. En ese mundo indígena y animista, profundamente espiritual, los animales eran considerados seres sensibles y, a menudo, más majestuosos que cualquier ser humano. Aunque los cazábamos para comer (su grasa se convertía en aceite para calentar nuestras lámparas, sus huesos en peines, anzuelos y agujas, su piel en nuestras ropas y tiendas), no por ello dejábamos de venerarlos y enviábamos oraciones de gratitud por sus sacrificios. Seguir leyendo Sabiduría del elefante