¿Estás haciendo frente a un cambio en tu vida? Si lo piensas bien, las personas transitamos casi de forma permanente por umbrales existenciales: espacios intermedios entre un suceso y otro, entre la seguridad y la inestabilidad. Una pérdida, una ruptura afectiva, cambiar de trabajo e incluso tener un hijo son eventos potencialmente generadores de miedos e incertidumbre.
Nos encantaría que todo nuestro ciclo vital fuera una línea recta. Una sucesión de circunstancias de lo más plácidas, sin sobresaltos, sin inseguridades ni dudas. Sin embargo, nuestro día a día está salpicado por las alteraciones, por los giros del destino… Algunos felices y otros adversos. Todo periodo de transición personal define lo que conocemos también como espacio liminal.
Cada uno de nosotros nos enfrentaremos a numerosas transiciones y algunos nos costarán más que otros. Es posible que en ocasiones nos quedemos atascados en esas antesalas del cambio, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Al fin y al cabo, cada uno de nosotros manejamos los cambios de un modo y no siempre tenemos las mejores herramientas para encararlos.
Sin embargo, para nuestro alivio, la liminalidad tiene un inicio y un fin. Nunca dura para siempre, sino que tiene un punto final que siempre nos permitirá dar paso a una nueva etapa. Contar con apoyos y buenos recursos psicológicos nos permitirá realizar esa transición del mejor modo.
A veces, hasta los cambios positivos y deseados pueden generarnos un alto nivel de ansiedad.
¿Qué es el espacio liminal y cómo nos afecta?
¿Alguna vez te ha pasado que estabas esperando la llegada de un cambio con gran ilusión y cuando llega, te desborda? Aún en esas situaciones en las que la transición es positiva, podemos experimentar estrés. Ejemplo de ello es tener un hijo, iniciar un trabajo nuevo o hacer una mudanza a un lugar que nos atrae más. La cuota de ansiedad casi siempre está presente en cada evento vital.
El espacio liminal define en psicología un periodo de cambio entre un evento y otro en el que quedamos atenazados por el estrés y la inseguridad. Otro ejemplo de este fenómeno lo tenemos muy reciente. La pandemia fue ese tiempo en que toda nuestra vida quedó suspendida en la más absoluta incertidumbre. Además, nuestra salud mental, como era de esperar, se resintió.
Lo hizo porque todos los territorios liminales ponen en jaque lo que dábamos por sentado. Nuestras creencias, seguridades y enfoques mentales deben, en estos casos, reformularse por completo para adaptarse al cambio y tal paso, requiere tiempo y mecanismos de afrontamiento. Profundicemos un poco más.
La vida misma es un espacio liminal entre el nacimiento y la muerte.
¿Quién definió este término?
El concepto de espacio liminal fue definido por el antropólogo Arnold Van Gennep. Lo hizo para describir ese estado de confusión y ambigüedad que se desprende de todo proceso de cambio o de transformación. Este etnógrafo francés del siglo XIX asoció esta idea a los ritos de paso o de iniciación, esos periodos de tiempo en los que un individuo lograba adquirir otro estatus tras una prueba.
Más tarde, un trabajo del doctor Paul Larson destaca como esta idea fue introducida también en la psicología por varias razones. La primera porque nos permite profundizar mejor en los periodos de transición que experimentan las personas. La segunda porque estos territorios liminales suelen presentar numerosos desafíos para la salud mental.
El espacio liminal es como una escalera
A menudo, visualizamos esos periodos de transición como grandes antesalas. Son épocas de cambio en las que nos sentimos perdidos, vagando por territorios inhóspitos sin hallar esa puerta de salida que nos llevará hacia un lugar más plácido y seguro al que adaptarnos.
Bien, desde un punto de vista psicológico, un espacio liminal es como una escalera. A veces te sientes con fuerzas, motivación y esperanza para subir ese tramo de un piso a otro con total facilidad. Cada persona dispone también de unos recursos propios que le facilitarán (o le dificultarán) hacer ese ascenso con mayor o menor rapidez.
En ocasiones, ese tramo hacia otro lugar se puede hacer pesado y dificultoso; nos faltan las fuerzas y nos quedamos atascados. Es en esos instantes cuando añorábamos nuestra vida anterior (en el piso de abajo) donde todo era plácido y creíamos tener cada cosa bajo control. Nos encantaría retroceder hasta allí, pero es imposible.
Cuando llega un cambio, es común sentirse incómodo, perdido y tan desafiado que hasta la propia identidad puede entrar en crisis. Eso hará que nos quedemos un poco más en ese tramo de la escalera, sintiendo como el mundo se tambalea bajo nuestros pies… Sin embargo, como ya hemos señalado, los espacios liminales tienen un final y, tarde o temprano, subiremos esos peldaños.
La incertidumbre de no saber qué hacer hará que tarde o temprano nos veamos empujados a dar un salto desde donde estamos hacia ese otro lugar al que debemos ascender.
La importancia de tolerar los territorios liminales
La vida misma es un espacio liminal, con su inicio y su final. El cambio, las transiciones y la sucesión de etapas vitales son una constante en nuestra existencia y esta idea es algo que debemos interiorizar. No obstante, es cierto que toda variación en nuestra estabilidad nos incomoda y es frecuente experimentar estrés, ansiedad, preocupación…
Es interesante ver esos territorios liminales como la representación arquetípica del viaje del héroe. Vivir es como emprender un largo y hermoso viaje en el que surgen constantes desafíos. Es común sentir añoranza de lo que vamos dejando, pero lo importante es avanzar en cada etapa, aprender de toda experiencia para alcanzar finalmente esa satisfacción por la propia existencia.
Sentir miedo, inquietud por lo que vamos a encontrarnos en todo cambio es algo completamente normal. Avanzar en el viaje de la existencia es aprender a desprendernos de mucho de lo que dábamos por sentado, para encontrar nuevos significados. Si en ese ascenso no encontramos amarres, ni fuerzas, no dudemos en pedir ayuda y soporte. Hasta los héroes se dejan rescatar.
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