La leyenda de las mil grullas

La grulla japonesa es una estilizada ave zancuda de más de un metro de altura, cuello largo, pico agudo, extensas alas, plumaje blanco y negro y una vistosa corona roja en la cabeza. Tiene una gran agilidad y capacidad de reaccionar frente a los peligros y sus movimientos son muy elegantes. Por todas estas características, la grulla ha sido fuente de inspiración en las artes marciales, la pintura y la literatura.

Esta ave, además, es famosa por su fiereza a la hora de defender su nido ante posibles atacantes como los cuervos y las águilas. Gracias a esta cualidad, es considerada un animal protector de la familia y portador de buena fortuna.

La grulla japonesa elige una pareja y se mantiene con ella toda la vida. Por esta razón, es habitual ver representaciones de esta ave en telas de kimonos matrimoniales y arreglos para las bodas. La casta samurái, reconoció a la grulla como símbolo de fidelidad y lealtad y ornamentó sus armas y escudos con su figura.

Otra de las características de la grulla japonesa es su longevidad (vive alrededor de 40 años). Es por ello que aparece en textos de la antigua China relacionada con los sabios más ancianos, a quienes acompañaba en la búsqueda de su largo camino espiritual.

La figura de la grulla japonesa está rodeada de un aura de espiritualidad que la ha hecho famosa en todo Oriente e inspiró cuentos y leyendas en los que protegía a los débiles con su abrazo y transportaba a las personas a terrenos espirituales más elevados. Se creía que tenía el poder de transportar con sus poderosas alas las almas de los recién fallecidos al paraíso. Junto con el ave Fénix, la grulla es el pájaro que mejor representa la inmortalidad.

La grulla es símbolo de la elegancia, sabiduría, paz, felicidad, buena suerte, protección de la familia y de los más débiles, amor por la vida, honor y lealtad. Por todo ello, su figura hecha de origami (un tipo de papiroflexia) tiene un simbolismo muy importante en la cultura japonesa y, desde hace cientos de años, los japoneses tienen la costumbre de dejar un senbazuru (conjunto de grullas de origami alineadas y unidas por medio de un hilo) como ofrenda en los templos budistas y sintoístas.

Sin embargo, esta costumbre se hizo popular después de la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima.

La bomba mató a miles de personas y afectó a otras tantas con los efectos de la radiación. Una de sus víctimas fue Sadako Sasaki, una niña que tenía apenas dos años cuando cayó la bomba atómica y que enfermó de leucemia a los nueve años por culpa de la alta radiación a la que estuvo expuesta.

Mientras estaba en el hospital, una amiga le contó una leyenda que decía que, si deseas algo con mucha fuerza y construyes mil grullas de papel, los dioses te concederán ese deseo que tanto anhelas.

Con la esperanza de que la leyenda fuese cierta, deseando curarse de su enfermedad, Sadako empezó a hacer grullas con todos los papeles que estuvieron a su alcance. Tristemente, no lo logró. Sólo logró hacer 644 grullas antes de morir en octubre de 1955.

Simbólicamente, sus amigos continuaron su misión y completaron las mil grullas, con la esperanza de que se evitaran las guerras en el futuro y se consiguiera la paz entre todos los países del mundo.

Tres años después de su muerte se levantó un monumento de Sadako sosteniendo sobre su cabeza una gran grulla de origami, en el Parque de la Paz de Hiroshima. Cada año la gente deja miles de grullas de papel como un mensaje de paz y esperanza para el mundo.

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