Hoy quiero agradecer cado uno de los abrazos que me diste: los que me quitaban los dolores, los que me protegían, los que acariciaban mis penas, los que me llenaban de amor… ¡Cuánto echo de menos tus abrazos! ¡Cuánto necesito los que me traspasaban la confianza que tenías en mí y me llenaban de tu fuerza!
Todas las personas tenemos la capacidad de guardar en la memoria nuestras vivencias y de recordarlas cuando es necesario.
Un recuerdo es una señal de que hemos vivido. Es una especie de souvenir que nos advierte que hemos atravesado una determinada experiencia. Permanece en la memoria debido al impacto que produce a nivel emocional. La emoción es lo que adhiere un recuerdo a nuestra mente. Cuanto más profunda sea esa emoción, más se anclará el recuerdo.
Las situaciones pueden ser negativas, como la pérdida de un ser querido, o positivas, como el día de nuestra boda o el nacimiento de un hijo. Son imágenes que nos impactan emocionalmente y quedan grabadas en nuestra mente. Ambos tipos de emociones archivan el recuerdo en la memoria.
Los recuerdos tristes o negativos, aunque nos generen angustia, no hay que negarlos. Son parte de nuestra historia, pero necesitamos dejarlos salir.
En nuestra memoria, los buenos recuerdos nos provocan placer y alejan el estrés de nuestra vida y, además, hacen que todo lo malo que nos sucedió ya no tenga tanta influencia en nosotros. Por este motivo, es necesario contraponer a los recuerdos tristes, recuerdos positivos.
Perder, por ejemplo, a un ser querido es algo involuntario que ocurre lo queramos o no, pero dejarlo ir y ponerle un recuerdo positivo a ese hecho de dolor, es voluntario y lo hacemos nosotros. De no hacerlo, el dolor por la pérdida terminará lastimando nuestro ser y nuestras emociones.
Cuando en nuestra mente se repite una y otra vez la imagen de ese familiar querido, podemos comenzar a pensar qué experiencias bellas y agradables vivimos con esa persona que partió. Permitamos que el recuerdo triste aparezca, pero sumémosle ese recuerdo hermoso que vivimos.
Necesitamos aprender a manejar el pasado. ¿Qué deberíamos hacer con nuestros recuerdos? Recordar con afecto las vivencias positivas, porque eso nos hace sentir bien. En cambio, las vivencias dolorosas tienen que mezclarse con un recuerdo agradable que genere una sensación de bienestar y nos transporte a ese momento de alegría. Un recuerdo positivo nos lleva de la mano a través de la adversidad y nos permite rechazar lo malo y traer algo de paz al presente.
Todos podemos ser “generadores” de buenos recuerdos. Todos recordamos a la abuela, al abuelo, a la maestra y al amigo de la infancia, que dejaron una huella imposible de borrar en nosotros. Del mismo modo, somos capaces de generar recuerdos positivos en los demás.
Lo único que nos llevaremos de este mundo son los recuerdos de las experiencias vividas. Y estas son precisamente las que nos brindan felicidad, no las posesiones.
Las personas felices “obtienen” más experiencias bonitas que cosas materiales porque saben que estas duran para siempre. Un recuerdo maravilloso se conserva toda la vida.
Cuando un recuerdo triste o difícil que te genere ansiedad vuelva a tu mente, no lo niegues, pero súmale a este recuerdo triste un buen recuerdo. A partir de ahí, al mezclarlos, se producirá una transformación afectiva.
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