Los peligros del refuerzo positivo en la educación de los niños

El refuerzo positivo aplicado a la educación de los niños ofrece buenos resultados, pero comporta varios riesgos sociales y emocionales para ellos. Te contamos más a continuación.
Los peligros del refuerzo positivo en la educación de los niños

Si conoces los diferentes métodos de crianza, probablemente habrás encontrado muchos que se basan en el refuerzo. Elogiar a los niños, premiar el comportamiento apropiado, ofrecer incentivos y recompensas… Todas estas técnicas conductuales han guiado el panorama educativo en los últimos años. Sin embargo, antes de tomar una decisión respecto a cómo criar a tus hijos, te invitamos a conocer los peligros del refuerzo positivo.

Lo cierto es que este enfoque sí nos permite lograr buenos resultados. Diversas investigaciones avalan la eficacia de estrategias como la economía de fichas, el refuerzo diferencial y otras similares. Los niños sí adquieren hábitos y habilidades gracias a ellas, sí es posible instaurar o aumentar las conductas deseadas mediante el refuerzo, pero adoptar esta estrategia también tiene unas consecuencias que quizá no conoces.

Niño chocando la mano con su madre
El refuerzo positivo es muy efectivo a corto plazo.

¿En qué consiste el refuerzo positivo?

Antes de hablar de sus beneficios y riesgos, recordemos en qué consiste el refuerzo positivo. El mismo parte del condicionamiento operante (o condicionamiento instrumental) postulado por B.F. Skinner. Este enfoque nos explica cómo el comportamiento está mediado o modulado por las consecuencias que le siguen. De tal forma, si una conducta es seguida de un refuerzo, es más probable que se vuelva a repetir; y, del mismo modo, si es seguida por un castigo, tenderá a reducirse o desaparecer.

Ahora bien, existen dos formas de reforzar la conducta:

  • Refuerzo positivo: consiste en dar, añadir o agregar un estímulo que resulte agradable o placentero. Por ejemplo, cuando un niño recibe un elogio o se le premia con una pegatina por una buena conducta.
  • Refuerzo negativo: consiste en retirar o sustraer un estímulo desagradable o displacentero. Es decir, liberamos a la persona de algo que no desea como reconocimiento a su buen comportamiento. Por ejemplo, cuando reducimos el número de tareas que tiene que hacer si se encuentra bien.

Los estilos educativos basados en estas estrategias han sido utilizados y promulgados en los últimos tiempos, especialmente empleando el refuerzo positivo. Y es que, como decíamos, sí ofrece buenos resultados. Es relativamente sencillo instaurar buenas conductas en los niños o ayudarles a adquirir hábitos si establecemos un plan de refuerzo apropiado.

Además, en comparación con el castigo, es un método más apropiado, humano y respetuoso. El castigo consiste en aplicar consecuencias indeseadas (como un grito o un cachete) o en retirar estímulos agradables (como privar al niño de su videoconsola) y suele ser bastante perjudicial. Y es que genera miedo, frustración y resentimiento, puede afectar a la autoestima infantil y afectar de manera negativa a la relación entre padres e hijos.

Así, el refuerzo positivo se postula como una mejor opción educativa. Pero esto no implica que esté exento de riesgos e inconvenientes.

Los peligros del refuerzo positivo

Tras leer la anterior información, te estarás preguntando qué es lo que tiene de malo esta estrategia, y es que a simple vista parecer ser eficaz y positiva. Sin embargo, hay varios puntos a considerar que resultan importantes, y es que entre los peligros del refuerzo positivo se encuentran los siguientes:

Puede no funcionar a largo plazo

El refuerzo positivo, al tratarse de una técnica conductual, es muy efectiva para conseguir resultados a corto plazo. Al poco tiempo de implementarlo es frecuente que se den cambios visibles. Ahora bien, para que estos resultados se mantengan será crucial establecer un plan bien organizado en fases. De lo contrario, puede no funcionar a largo plazo.

Si queremos que la conducta se siga dando, habremos de seguir ofreciendo el refuerzo continuamente y este deberá ser cada vez más atractivo. De lo contrario, el niño puede perder el interés o dejar de comportarse “bien” si tratamos de retirar el premio. Y no es viable ofrecer ese estímulo de por vida.

Elimina la motivación intrínseca

Otro punto negativo es que acostumbra a los niños a actuar en función de lo externo, en base a lo que pueden ganar. Sin embargo, idealmente, la conducta debería estar regida por valores y por la motivación intrínseca que supone el aprender, superarse a uno mismo, sentirse válido y capaz.

Si un niño estudia para conseguir un regalo, no se fomenta la curiosidad ni la autosuperación. Si colabora en casa para ganar privilegios, se pierde el sentido de pertenecer a un equipo en el que todos cooperan y cuidan unos de otros. Al supeditar su conducta a un refuerzo externo se limita esa capacidad de motivarse interiormente, que será la que deberá moverlo a lo largo de su vida.

Genera necesidad de aprobación

Por último, y quizá lo más importante, es que el refuerzo positivo genera en los niños una necesidad de aprobación. Los acostumbramos desde pequeños a actuar para complacer a otros, a “portarse bien” para que mamá y papá estén contentos y orgullosos, o para recibir un reconocimiento ajeno.

Esto es muy peligroso, ya que al trasladarlo a la edad adulta podemos tener personas excesivamente complacientes y dependientes, incapaces de negarse a nada y con grandes dificultades para poner límites. Personas que se guiarán por lo que otros esperan de ellos y dejarán a un lado sus propios deseos y necesidades.

Padre hablando con su hijo
Además de disminuir la motivación intrínseca, el refuerzo positivo no funciona demasiado bien a largo plazo.

Evitar los peligros del refuerzo positivo

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar los peligros del refuerzo positivo? ¿Cómo podemos criar y guiar la conducta de los niños de una forma más apropiada? Pues bien, tal y como postulan los estilos educativos más actuales, respetuosos y conscientes, lo ideal es fomentar la autonomía. Esto es, enseñar a los niños a valerse por sí mismos y a motivarse interiormente. ¿Cómo?: inculcando los valores que están tras las conductas apropiadas, enseñando con consecuencias naturales (no con premios ni castigos) y reforzando el proceso del niño en lugar del resultado.

Por ejemplo, si un infante pega a otros niños, trataremos de inculcar empatía. Si olvida preparar su mochila para el colegio, dejaremos que experimente la consecuencia natural que es no tener los libros que necesita. Y si está estudiando, apoyaremos su esfuerzo, recordándole lo interesante que es aprender más sobre el mundo, en lugar de decirle cuán felices nos hacen sus calificaciones.

Finalmente, cada progenitor y cada familia escoge el estilo educativo que más se adapta a sus necesidades y principios. Sin embargo, es importante contar con la información adecuada antes de decidir y ahora que sabes algo más sobre el refuerzo positivo podrás escoger de forma más libre.

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