Se está muriendo, a menudo de repente, más gente de la que solía. No en un país, sino en muchos, y de forma significativa. Y los médicos no saben a qué se debe. La incertidumbre es absoluta, nadie sabe, aunque desde que empezaron a registrarse los alarmantes datos los medios de comunicación nos han bombardeado con hipótesis: el cambio climático, la siesta, el estrés, el vino… Pero lo malo de todas esas hipótesis es que todas ellas existían antes de que se produjera esta extraña «epidemia mortal».
¿Incertidumbre total? Bueno, sí en cuanto a lo que pueda causar estas muertes, pero no en cuanto a lo de que de ninguna manera podría servir para explicarlas: la vacunación. En eso sí están seguros: no sabes qué pasa, pero sabemos que las vacunas contra el COVID-19 no tienen nada que ver.
Y es extraño. Para empezar, porque si no hay explicación alternativa válida, no hay razón tampoco para descartar ninguna. Para seguir, porque la fórmula íntegra del tratamiento génico de Pfizer y las demás está protegido por copyright, de manera que se desconoce. Por lo demás, todos sabemos que la aprobación de este producto, basado en una tecnología nunca probada anteriormente, se saltó todas las restricciones impuestas regularmente a los medicamentos para garantizar su seguridad y eficacia. De hecho, sigue estando aprobada solo con una «autorización de emergencia», aunque ignoramos en qué emergencia estamos ahora, dos años después, que justifique que se siga recomendando incluso para niños, prácticamente inmunes a la enfermedad. Los periodos habituales para la aprobación de una vacuna rara vez bajan de siete años. Esta se desarrolló y distribuyó, ante una enfermedad nueva, en cuestión de pocos meses.
Cuando se trata de un fenómeno repentino y mundial, lo normal es buscar la causa en algo que haya afectado a países tan distintos y alejados, con circunstancias y climas y niveles de desarrollo tan diferentes, al mismo tiempo. Y si a alguien se le ocurre otra cosa que la primera campaña universal de vacunación, coaccionada por decenas de restricciones y bajo amenaza de perder el empleo y no poder hacer vida normal, nos encantaría oírla.
Todavía más: no hay exceso de muertes en países con baja tasa de vacunación. Haití, el país más pobre del Hemisferio Occidental, no registra exceso de muertes, y prácticamente nadie se vacunó allí. A Suecia, que se ganó durante toda la pandemia el furor de los medios por negarse a aplicar las violaciones de la libertad personal que han sido comunes en el resto del mundo, le ha ido mucho mejor que al resto en este mismo sentido. No sé, quizá debería darse una oportunidad a esa posibilidad.
En Inglaterra, por ejemplo, los observadores se sorprenden por la fuerte correlación entre la campaña para la vacuna de refuerzo y el exceso de muertes no relacionadas con el covid. Hablamos de 1.232 muertes en exceso, un 12,3% por encima del promedio de cinco años, registradas en Inglaterra y Gales en la semana que terminó el 28 de octubre, según la Organización Nacional de Salud. De estos, 804 se atribuyeron a una causa subyacente distinta del COVID-19, lo que eleva el exceso total de muertes no relacionadas con el COVID-19 desde que comenzó la ola en abril a 23.287. ¿Qué hay de nuevo? El comienzo de la campaña de vacunación con el refuerzo.
En España, el exceso de muertes registrado el pasado julio fue el más alto jamás registrado, a excepción del periodo de marzo-abril de 2020, aún más alto que cualquier invierno. Incluso las muertes por covid, con más del 80% de la población vacunada, entre mayo y agosto fueron superiores a las de los dos años anteriores.
(Gaceta)
Los médicos, perplejos ante el exceso de mortalidad en todo el mundo por causas que se desconocen
Se les olvida mencionar que el exceso de muertes sin explicación, no es algo de éste año, ni desde que comenzó la vacunación. El exceso se viene produciendo desde 2020, un año antes de las primeras vacunaciones.
Sin embargo coincide con precisión asombrosa con la llegada de la covid 19. Y ahora vamos sabiendo que no ataca sólo a los pulmones, sino que es un patógeno multisistémico que lastra el organismo de los que se infectan más allá del aparato respiratorio.
Ataca al hígado y los riñones, a la circulación sanguinea y especialmente al cerebro. Los daños neurológicos son persistentes y, en ocasiones, severos.
Y ésto es algo que, posiblemente, China conoce y explica su política de covid cero, aunque ello le lleve al suicido económico y social.
¿ Y si el mayor peligro del covid no era el daño inmediato sino el ocasionado a medio y largo plazo ?
La covid persistente puede afectar a cualquier persona sin importar edad, sexo ni condición, aunque el 50% de los pacientes tiene entre 36 y 50. Muy lejos de los ancianos que se ven más afectados por el impacto directo.
Y el número va en aumento. Se están recopilando datos de prevalencia de covid persistente cada vez mayores y con efectos más severos.
Un cuatro por ciento de la población francesa experimenta covid persistente. Tres de cada diez personas contagiadas. Y sigue subiendo.
Lo cierto es que las personas que se contagian de covid, aunque lo superen, no se quedan como estaban antes de hacerlo. Y ésto es independiente de si han sido vacunadas o no. Aunque lógicamente hay más información sobre personas que sí fueron vacunadas.
Por todo ello la cuestión es sencilla ¿ cuántos de ésos muertos en exceso habían contraido covid 19 ? ………….silencio de las autoridades.
La gente está muriéndo de mil cosas que no son covid, pero pueden ser consecuencia del covid.
Y ésto, de ser cierto, seguro que los chinos lo sabrían. Y eso explicaría perfectamente su obcecación y empeño en covid cero.
Y si son las vacunas ¿ qué explica el exceso de muertes de 2020 ? Que en España fue de 74.227 personas, casi el doble que ahora y no había vacunas insisto. A nivel planetario el exceso de muertes en 2020 y 2021 fue de 15 millones de personas.
A lo mejor tenemos las respuestas delante pero no las vemos.
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