La justicia aplicada por el hombre siempre es injusta, ya que al dictar las leyes, estas contienen un sesgo humano imperfecto.
Existe una evolución en las mentes de los seres. Se llama karma. Y no la hace nadie ni se aplica en función de un sentimiento. Es un principio automático de acción-reacción.
La mente aprende con el paso del tiempo, las consecuencias de las tendencias marcadas por su conducta. Esto hace que se autocorrija para evitar el sufrimiento.
Finalmente a base de autocorrecciones se llega con más o menos tiempo al camino correcto.
El miedo como garante de la acción correcta, ha demostrado ser un fracaso.
Hacemos lo que deseamos y deseamos lo que tenemos en el corazón.
La meditación es el camino para cambiarnos a nosotros mismos, depurar lo que a veces nos pasa inadvertido y que es la causa de nuestros sufrimiento.
La justicia de los hombres, sólo se basa en compensación, miedo o venganza.
Esto de cara a la rehabilitación de la mente.
Para proteger a la sociedad de conductas no deseadas, no existe una respuesta adecuada, ya que la sociedad es imperfecta y los que la componen también. El aislamiento social es la mejor opción. Se priva a la mente delictiva de su capacidad de acción y se refuerza el efecto del karma.
En este artículo se analiza la historia y la importancia de la Ley del Talión, que se remonta al año 1760 a.C. Ojo por ojo, diente por diente.
“Ojo por ojo, diente por diente” es la Ley del Talión.
El concepto de un castigo que produce un daño comparable al causado por una ofensa o un crimen se conoce como la ley del talión. Muchas personas de la sociedad siguen valorando y aceptando este tipo de justicia hoy en día, al igual que en el pasado.
Es un principio de justicia que exige que se castigue una ofensa de forma equivalente al daño causado. Es decir, quien quita una vida debe ser condenado a muerte.
De la palabra “talión”, que significa “idéntico” o “similar”, es de donde proviene su nombre. Por lo tanto, basándose en la definición del término, se puede deducir que se refiere a condenar de forma idéntica y no de forma equivalente.
Inicios de la Ley del Talión
Los primeros textos de esta ley, también conocida como “ojo por ojo y diente por diente”, aparecen en el Código de Hammurabi, redactado por el homónimo rey de Babilonia unos 16 siglos antes de nuestra era.
El Antiguo Testamento de la Biblia, concretamente Éxodo 21:23-25, Levítico 24:18-20 y Deuteronomio 19:21, también contiene referencias a la ley.
Según un mito, el dios Shamash entregó el código directamente a Hammurabi. El Museo del Louvre posee una copia de este texto de 282 reglas. Su coste es incalculable.
Posteriormente, hasta la época talmúdica, cuando los rabinos decidieron que este castigo se transformara en una compensación económica, la Ley del Talión seguiría vigente para el judaísmo.
La ley del talión
Sirvió como primer límite a las represalias, fue históricamente el primer intento de la sociedad de establecer una proporcionalidad entre el daño sufrido y el causado por el castigo. La idea de la reciprocidad exacta se recoge en el Código de Hammurabi, que data del año 1760 a.C. Por ejemplo:
Según la ley 229, si el autor del crimen construía una casa y ésta se derrumbaba, se castigaba también con el asesinato del hijo del propietario de esa casa.
Otra serie de castigos incluía la mutilación de partes del cuerpo en proporción al daño cometido. Por ejemplo, la ley 195 establecía que al hijo que golpeara a su padre se le amputarían las manos; la ley 197 establecía que si se le rompía un hueso a un hombre, al agresor también se le rompería el suyo.
Los castigos menores incluían la restitución en forma de dinero, vino, trigo u otros bienes.
Estado actual de la Ley del Talión
La Ley del Talión parecía inicialmente clara, pero con el paso del tiempo se hizo evidente que algunas conductas no podían aplicarse. Por ejemplo, si alguien te robaba, no podías robarle para pagarle.
Este es el origen de la compensación indirecta. Se refiere a la idea de hacer que el perjudicado sienta algún tipo de compensación. Por lo tanto, a los que robaban se les cortaban las manos y a los que mentían, la lengua.
No estaba claro qué tipo de equidad debía crear esta ley. Las mujeres y los esclavos solían enfrentarse a castigos mucho más severos. A pesar de que esta ley promovía la igualdad, la sociedad en la que se aplicaba era injusta.
A pesar de ello, esta ley estableció el principio fundamental de la llamada “justicia retributiva”, un concepto arraigado en las sociedades contemporáneas y que se basa en la idea de que, independientemente de que al hacerlo se obtengan beneficios objetivos para la persona afectada, una falta o un delito deben ser compensados proporcionalmente.
Por lo tanto, vengarse con la muerte no devuelve a la persona fallecida a la vida ni compensa la pérdida experimentada por los afligidos. Sin embargo, muchas sociedades deciden que es suficiente para saciar el deseo de retribución.
Para evitar que la gente infrinja la ley y sufra las consecuencias que conlleva, se busca un beneficio colectivo futuro. Sin embargo, se ha comprobado que la pena de muerte no reduce el número de homicidios en esas naciones.
Actualmente existen estructuras jurídicas basadas en esta ley. En las naciones musulmanas, es un hecho muy común.