Hace casi medio siglo, el gobierno de Estados Unidos creó una división de «espías psíquicos» capaces de ver a distancia —con el solo concurso de sus mentes— objetivos importantes para la política militar norteamericana. Al frente de aquel equipo estuvo Ingo Swann, un psíquico, artista y escritor conocido por ser el co-creador, junto con Russell Targ y Harold E. Puthoff, de la visión remota, y específicamente del Proyecto Stargate.
Durante años existió en Estados Unidos una profesión peculiar de la que casi nadie oyó hablar jamás: la de remote viewer. Esto es, la de experto en «visión remota». Este es un término militar aplicado a personas capaces de «ver» objetivos militares a gran distancia sin necesidad de sofisticados satélites espía. Un neologismo que enmascara a todos aquellos videntes que trabajaron a sueldo de los servicios de inteligencia como si fueran una especie de James Bond de la mente, con mínimos riesgos y muy baratos.
De todos aquellos remote viewers, uno destacó por encima del resto. Se trata de Ingo Swann, un sensitivo de gran talla, creador del término «visión remota», que falleció en 2013 a los 79 años.
Swann, de origen escandinavo, fue conocido por ser poco amigo de las entrevistas pero, en las pocas ocasiones que concedió una, sostuvo vehementemente que «Estados Unidos no podría haber logrado crear un equipo de remote viewers sin su ayuda, pues «él fue quien descubrió esas técnicas».
Así, llegó a ser bautizado por algunos investigadores como el Obi Wan Kenobi de lo psíquico. Y es que las cifras que lo acompañaban recordaban las proezas del guerrero místico de Star Wars: 7.000 experimentos telepáticos y más de 5.000 pruebas de psicocinesis —esto último es, la capacidad de mover objetos a distancia—. «Al final —confesó— me aburría tanto con los experimentos clásicos, que terminé cerrando los ojos y “trasladándome” a algún lugar».
Así empezó su gran aventura de la visión remota.
A principios de los años noventa ese término apareció asociado a los OVNIs, pero no fue hasta 1995 que la prensa comenzó a explotar el tema. En noviembre de aquel año, el programa de la cadena de televisión ABC Nightline entrevistó por primera vez a un ex funcionario de la CIA, Robert Gates, que dio cuenta de cómo las agencias de inteligencia habían invertido más de veinte millones de dólares en dieciséis años, en investigaciones que vinculaban videntes y «viajeros astrales» a misiones militares.
Había —explicó Gates— una buena razón para ese gasto. Estados Unidos sabía que otros países del bloque soviético estaban experimentando en el terreno de las «aplicaciones psicoenergéticas», que era una tapadera de trabajos relacionados con la percepción extrasensorial y el espionaje.
Las primeras investigaciones se llevaron a cabo en el Stanford Research lnstitute, donde algunos individuos psíquicamente dotados fueron capaces de describir distintas localidades seleccionadas como «blancos» experimentales. Uno de ellos fue Ingo Swann, quien terminó entrenando a personas normales para que desarrollaran sus técnicas de espionaje.
Grupos de estudiantes elegidos por la CIA y la NSA fueron entrenados para determinar si, como se temía, los rusos estaban espiando psíquicamente a Occidente.
Al principio, las pruebas se desarrollaron a ritmo lento, aunque luego el mismo proyecto caería en sus propios excesos, desacreditándose rápidamente. Por aquel entonces, el nivel mínimo de aciertos en sus ejercicios de visión remota alcanzaba casi un 65 %, aunque con el correr de los años ese porcentaje fue incluso superado.
Entrevista a Ingo Swann
Toda esta información llegaría al mundo de habla hispana en el año 2001 de la mano del investigador Alex Chionetti, quien además fue discípulo del propio Ingo Swann y de su último estudiante, Bob Duran, quienes lo entrenaron en el último sistema de visión remota.
Esta cercanía le permitió a Chionetti vencer la resistencia de Swann a las entrevistas, y así lograría las declaraciones que leerán a continuación —como transcripción y traducción de una entrevista grabada—:
-A.Ch.: Al hablar de visión remota, ¿estamos hablando de un fenómeno parecido al de los viajes astrales? ¿O se trata de simples facultades de videncia?
-I. Swann: Aun con mis veinte años de experiencias en laboratorio es difícil determinar la diferencia entre la proyección extracorpórea y la telepatía, así como entre telepatía y visión remota. Pero podría definirse esta última como aquel proceso experimental donde la mente humana recoge información a distancia, bien sea de un entorno cercano o apartado. Los antiguos hindúes reconocían que los Siddhis eran capaces de tales proezas. Aunque, a diferencia de éstos, en mis experiencias de laboratorio trabajábamos con un blanco situado en el cuarto de al lado.
-A.Ch.: ¿Siempre fue así?
-I. Swann: Oh, no. Pronto aquellas experiencias me aburrieron y me planteé emplear objetivos que estuvieran lejos, a gran distancia. Y como nunca me había gustado el término clarividencia, decidí reemplazarlo. Acuñé el término Visión Remota en 1972. Se trata de una función poco conocida de la inteligencia humana, como la telepatía.
-A.Ch.: De todas las operaciones en las que participó, ¿cuál fue la que más le impactó?
-I. Swann: Especialmente el proyecto Scanate (un acrónimo sajón que significa ‘rastreo de coordenadas prefijadas’), realizado en la Universidad de Stanford. En mayo de 1973, el físico Harold Puthoff y yo recibimos de una tercera persona en Washington unas coordenadas geográficas. Se nos pidió indicar qué había de cierto en los rumores que situaban allí varias construcciones. Las coordenadas se nos dieron por teléfono y nuestra misión era describir lo que «veíamos». Aquéllas correspondieron a la isla de Kerguelen, en el océano Índico; visualicé sus contornos y las construcciones. Los satélites terminaron dándome la razón.
-A.Ch.: También trabajó en proyectos de arqueología submarina, ¿no es cierto?
-I. Swann: Lo es. En julio de 1977, Stephen Schwartz, un investigador de la Marina, reclutó a los videntes más activos de la época, como Helia Hamid y yo, para ubicar naufragios en la costa californiana. Se concentraron en una zona reducida en isla Catalina, a treinta millas de Los Ángeles. Schwartz contrató un minisubmarino de la Universidad de California y descendimos en él. Mientras Helia estaba a 550 pies bajo el Pacífico, un equipo de Stanford elegía al azar un objetivo en San Francisco. Yo «recibía» esas «imágenes» en superficie. Fue todo un éxito.
A.Ch.: ¿Usted cree que ha sido ética la investigación oficial con la visión remota dentro y fuera del Stanford Research Institute (SRI)?
-I. Swann: La tecnodefensa está al margen de la ética. Debe usted comprender que estos programas «oficiales» especiales no pueden invadir la vida de los civiles, aun bajo sospecha de que sean subversivos o incluso ufólogos. Al contrario, ¡los vigilados éramos nosotros! Durante nuestro trabajo en SRI fuimos controlados muy de cerca para garantizar la confidencialidad del proyecto.
A.Ch.: ¿Y escapó algo a su control?
-I. Swann: No. Para ellos la mejor manera de hacer que la gente no utilice —ni piense en utilizar— esos poderes mentales es convencerles de que no los tienen.
Aun a pesar del sigilo, cuando dejé Stanford me llamaron para desarrollar las mismas investigaciones para firmas y empresas privadas, y no para salvamos de los soviéticos.
A.Ch.: ¿Tan fiable es la información obtenida mediante visión remota?
-I. Swann: Lo normal, sin entrenamiento, es que entre un diez y un veinte por ciento de la información que se recoja sea precisa. El ochenta por ciento restante será ruido, imaginación o desinformación. Si uno logra una señal en un ochenta por ciento certera, tendremos una visión remota positiva. Si los porcentajes se invierten, estaremos perdiendo el tiempo.
Extraterrestres entre nosotros
En este punto, Chionetti le pidió a Swann que cuente sus experiencias con OVNIs, que él mismo describe en su libro Penetration: The Question of Extraterrestrial and Human Telepathy. Se trata de una novela que narra la presencia de extraterrestres en la Tierra, la Luna y planetas cercanos.
Aunque Swann es reacio a hablar de temas aún clasificados que él vivió en Stanford, reconoció que en varias sesiones recibió sobres oficiales con imágenes de satélites espaciales acompañados de luces. Con cierta frecuencia fue consultado para que tratara de identificar la procedencia de esas luces, que los militares temían que no fueran soviéticas…
«Todo sucedió como se lo cuento —dijo—. En 1976, pasé un tiempo visitando Los Ángeles (California), donde también vive mi hermana. Allí, en un supermercado en el barrio de Burbank, de la cadena Trader Joes, fui abordado por una despampanante rubia cuyas curvas asomaban de un apretado y corto vestido. Ella me contó que era extraterrestre, pero también artificial o “androide”».
Este encuentro llevaría a que posteriormente fuera contactado por un agente de nombre Axelrod, quien le advertiría sobre lo peligrosa de esta misteriosa mujer —pues tenía un tipo de habilidad telepática que podría usarse para algo más que transferir información—. Luego de preguntarle sobre lo sucedido, una limusina fue enviada a recogerlo.
«Me llevaron a un hangar donde no parecía haber nadie, solo una especie de prototipo de avión similar a un transbordador. La nave despegó en silencio y en pocos minutos estábamos en la estratosfera. Después de circunvalar dos veces la Tierra, pude reconocer que nos encontrábamos sobre Alaska», relató.
De acuerdo a Swann, fueron allí para observar en secreto la aparición de un objeto recurrente en la zona que aparentemente estaba succionando el agua de un lago, y cuyos «rayos silenciosos» espantaban a los animales en el bosque cercano.
«Allí descendimos con Axelrod y sus dos guardaespaldas, que eran gemelos. Estos gritaron que estábamos bajo repentino ataque, que habíamos sido descubiertos. Un OVNI surgió en el cielo y nos lanzó como rayos, hiriéndome en un brazo», contó.
Por experiencias tan asombrosas como la anterior, Swann llegaría a deducir que hay extraterrestres aquí, que muchos son «bio-androides», que tienen bases secretas en la Luna, y que saben que sus únicos rivales en la Tierra son los psíquicos.
Escrito por Alex Chionetti para MysteryPlanet.com.ar.