Corta a través de la raíz de tu propia mente:
descansa en la presencia consciente y desnuda.
Tilopa, Ganges Mahamudra
Cuando mi padre me habló por primera vez de reposar la mente naturalmente «en la presencia consciente y desnuda», yo no tenía ni idea de qué estaba hablando. ¿Cómo iba a poder «reposar» mi mente, sin que hubiera algo donde posarla?
Por suerte, mi padre ya había viajado bastante por el mundo, había conocido a mucha gente y había tenido ocasión de entablar conversaciones con ellos, preguntándoles sobre sus vidas, sus problemas y sus logros. Esta es, en realidad, una de las grandes ventajas que tiene vestir el hábito de los monjes budistas. La gente tiene mucha más tendencia a pensar que eres alguien sabio o importante, y se sinceran con facilidad y empiezan a contarte detalles de sus vidas.
El ejemplo que mi padre utilizó para explicar lo que es reposar la mente venía de algo que le dijo un empleado de hotel, que siempre se sentía muy feliz cuando acababa su día de trabajo. Durante el día tenía que permanecer ocho horas detrás del mostrador de recepción, registrando a los clientes, cobrándoles, escuchando sus quejas acerca de las habitaciones y discutiendo interminablemente sobre los cargos en sus facturas. Al final de su turno, estaba tan agotado que lo único que anhelaba era llegar a casa y darse un baño largo y caliente. Después del baño, iba a su habitación, se echaba en la cama con un suspiro y se relajaba. Las siguientes horas eran exclusivamente suyas: no había que estar de pie en uniforme, ni escuchar las quejas de nadie, ni mirar la pantalla de un ordenador para confirmar reservas y buscar habitaciones disponibles.
Así es como se reposa la mente en la meditación shiné sin objeto: como si acabaras de terminar un largo día de trabajo. Simplemente lo sueltas todo y te relajas. No tienes que bloquear los pensamientos, emociones y sensaciones que surjan, ni tampoco hace falta que los sigas. Reposa simplemente en la apertura del momento presente, permitiendo que suceda lo que suceda. Si surgen pensamientos o emociones, simplemente te permites ser consciente de ellos. La meditación shiné sin objeto no significa dejar que la mente vague sin rumbo en un mar de fantasías, recuerdos y ensueños. Aún hay una cierta presencia mental, que se podría describir en términos generales como un centro de conciencia. No te centras en nada en particular, pero permaneces consciente y presente frente a lo que está ocurriendo, aquí y ahora.
Lo que realmente hacemos cuando meditamos en este estado sin objeto es reposar la mente en su claridad natural, completamente indiferentes al paso de los pensamientos y las emociones. Esta claridad natural, que está más allá de cualquier aferramiento dualista a un sujeto y un objeto, está siempre a nuestro alcance, de la misma manera que el espacio está siempre allí. En cierto sentido, la meditación sin objeto es como aceptar las nubes y la niebla que oscurecen el cielo, a la vez que reconocemos que el cielo mismo permanece inalterado aun cuando está oscurecido. Si alguna vez has volado en avión, seguramente habrás observado que por encima de las nubes, de la niebla y de la lluvia, el cielo está siempre abierto y claro. Parece algo muy normal. De la misma manera, la naturaleza de Buda es siempre abierta y clara, aun cuando los pensamientos y las emociones la oscurecen. Aunque puede parecer muy común, todas las cualidades como la claridad, la vacuidad y la compasión están contenidas en este estado.
La práctica del shiné sin objeto es la forma más básica de reposar la mente. En ella no necesitamos observar los pensamientos y las emociones (de estas prácticas ya hablaremos más adelante), ni tampoco tratamos de bloquearlas. Lo único que hay que hacer es reposar en la propia presencia consciente de tu mente mientras esta hace su función, con la inocencia de un niño que piensa: «¡Anda! ¡Mira cuántos pensamientos, sensaciones y emociones están atravesando ahora mismo mi conciencia!».
La práctica del shiné sin objeto se asemeja, en cierto sentido, a observar la vasta amplitud del espacio, en vez de mirar las galaxias, las estrellas y los planetas que se mueven por él. Los pensamientos, las emociones y las sensaciones van y vienen en la conciencia, igual como las galaxias, las estrellas y los planetas se mueven por el espacio. Y de la misma manera que el espacio no está definido por los objetos que se mueven en él, la conciencia tampoco está definida ni limitada por los pensamientos, emociones y percepciones que surgen en ella. La conciencia simplemente es, y la práctica de shiné sin objeto consiste en reposar sencillamente en este «ser» de la conciencia. Para algunas personas esta práctica resulta bastante fácil, y otras la encuentran muy difícil. Es más una cuestión de carácter individual que de capacidad o habilidad.
Las instrucciones son muy sencillas. Si haces la práctica formalmente, lo mejor es adoptar en la medida que puedas la postura en siete puntos. Si no puedes adoptar una postura formal (como por ejemplo cuando estás conduciendo o caminando por la calle), simplemente pon la espalda recta y deja que el resto de tu cuerpo esté relajado y en equilibrio. Entonces, deja simplemente que tu mente se relaje en un estado de mera conciencia del momento presente.
Seguramente en tu mente no tardarán en aparecer toda clase de pensamientos, sensaciones y sentimientos. Esto es de esperar, porque aún no te has entrenado en reposar la mente. Es como si estuvieras empezando a entrenarte para levantar pesas en un gimnasio. Al principio solo puedes levantar algunos kilogramos unas pocas veces sin que se te cansen los músculos. Pero si lo sigues haciendo, con el tiempo encontrarás que puedes levantar pesos más pesados y hacerlo más veces.
De la misma forma, aprender a meditar es un proceso gradual. Al principio quizá solo logres permanecer en calma por unos segundos, antes de que surjan pensamientos, emociones y sensaciones que afloren a la superficie de tu mente. La instrucción fundamental, entonces, consiste simplemente en no seguir el curso de estos pensamientos y emociones, sino mantenerse consciente de todo lo que atraviese tu conciencia, tal y como es. Sea lo que sea lo que pase por tu mente, no te enfoques en ello, ni tampoco trates de suprimirlo. Limítate a observarlo a medida que surge y vuelve a desaparecer.
Cuando empiezas a seguir el curso de un pensamiento, pierdes el contacto con lo que está ocurriendo en el aquí y ahora, y comienzas a imaginar toda clase de fantasías, juicios, recuerdos y situaciones hipotéticas que seguramente no tienen nada que ver con la realidad del momento presente. Cuanto más te dejes llevar y atrapar por este tipo de divagaciones mentales, más fácil es que te alejes de la cualidad abierta del momento presente.
El propósito de la meditación shiné es romper este hábito, lenta y gradualmente, y permanecer en un estado de conciencia presente, abierto a todas las posibilidades del momento presente. No te critiques ni te condenes cuando descubras que estás siguiendo tus pensamientos. El hecho de que te has dado cuenta que estabas rememorando una historia pasada o proyectándote hacia el futuro es suficiente para traerte de vuelta al momento presente y reforzar tu intención de meditar. En la práctica, el factor crucial es tu intención de meditar.
También es importante avanzar lentamente. Mi padre tuvo mucho cuidado de explicar a todos sus estudiantes (yo incluido) que, al principio, el enfoque más efectivo es reposar la mente muchas veces al día durante períodos cortos de tiempo. Si no, existe el riesgo de que nos aburramos o nos desilusionemos con la lentitud de nuestro progreso, y acabemos abandonando por completo el intento. Como dice un antiguo texto, «gota a gota se llena la copa». Así pues, cuando empiezas a practicar, no te pongas un objetivo demasiado elevado, como sentarte a meditar durante veinte minutos. Trata de permanecer por un minuto, o incluso medio, haciendo buen uso de los breves segundos en que te sientes dispuesto, o incluso deseoso de tomarte un descanso de la rutina diaria para observar tu mente en vez de perderte en ensoñaciones. Practicando de esta manera, «gota a gota», descubrirás que te vas liberando, muy gradualmente, de las limitaciones mentales y emocionales que son fuente de hastío, decepciones, enfados y desesperanzas, y descubrirás en ti una fuente inagotable de claridad, sabiduría, entusiasmo, calma y compasión.