La guerra de Ucrania y la subsiguiente crisis energética desatada en Europa ha ensombrecido al acontecimiento energético más relevante y transformador del pasado año: el litio.
Su precio se ha disparado, como hemos comentado en numerosas ocasiones. Los motivos son variados y no están directamente relacionados con la crisis del gas y del petróleo desencadenada a mediados de año. A principios de 2022 nos hacíamos eco de una tendencia más que llamativa: el precio del litio, bautizado ya por entonces como el «petróleo blanco», había aumentado más de un 400% a lo largo de 2021. Había pasado de ser una materia prima más a la más cotizada en todo el planeta.
¿Por qué? Gran parte de la respuesta se encuentra en la ascendencia de los coches eléctricos y de otras tecnologías de almacenamiento de energía. Las baterías se hacen con litio. Y su demanda ha crecido, lo que ha generado una corriente inflacionista en línea con la del resto de energías y materias primas, pero desatada de sus causas. El 400% de 2021 se ha convertido en un alucinante 900% en 2022. Ha sido, sin duda, el año del litio.
Mientras la industria del automóvil se rompe la cabeza para hacerse con litio más barato, lo que incluye montar sus propias líneas de distribución para no depender de intermediarios, es decir, convertirse en empresas mineras, la ciencia busca formas para reciclarlo. La dirección del mercado es clara: vamos a comprar más coches eléctricos (aunque en España no arranquen) y vamos a necesitar más baterías (aunque estemos buscando ya tecnologías alternativas).
Tener litio va a ser muy valioso. ¿Y quién lo tiene? Es lo que trata de averiguar este gráfico de VisualCapitalist basado en los datos publicados por BP en su informe anual sobre la energía en el mundo. Tanto el estudio como el gráfico recogen casi treinta años de producción de litio, ilustrando sus volúmenes absolutos y a los principales actores de la industria. Lo primero que llama la atención es el repentino crecimiento de la producción a partir de 2018. Si en 1995 el mundo extraía unas 9.000 toneladas anuales… en 2022 hemos pasado a las 100.000.
Durante más de dos décadas la producción y el comercio de litio se mantuvo relativamente estable, sin crecimientos drásticos. El último lustro ha alumbrado una auténtica fiebre capitalizada, ante todo, por Australia. El plácido país oceánico es una de las mayores potencias mineras del planeta, y eso incluye sus enormes reservas de litio, cuya explotación está llevando al extremo. Más del 50% de la producción internacional le corresponde. ¿Y quién se lo compra? China casi en su totalidad (90%).
Como hemos visto hoy, el país asiático está multiplicando su fabricación y exportación de coches eléctricos. Sólo el año pasado sus ventas a Europa aumentaron un 165%, con más de 3.000 millones de facturación en el camino. China es desde hace muchos años el principal mercado de coches eléctricos del planeta, si bien uno copado casi íntegramente por marcas locales y modelos que no se encuentran en otros países (de ahí el empeño de Tesla para meter la cabeza en su mercado).
Todos esos coches eléctricos necesitan litio. Y China se lo está comprando a su principal minero.
El resto del cuadro lo completan Chile (otra célebre nación minera), China (que posee la mayoría de tierras raras pero no es tan dominante en metales y materiales comunes), Argentina, Brasil y Zimbabue. Las posiciones del resto de países del mundo son testimoniales, lo que incluye a Estados Unidos y a la mayoría de países desarrollados… Interesados en impulsar el coche eléctrico a escala masiva. Una escala que, por el momento, deja a un claro ganador: el litio (y por tanto Australia).
Imagen: Visual Capitalist
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