El filósofo pre-socrático de la no-dualidad
Se puede decir que Parménides fue el primer filósofo en occidente que ha demostrado racional y lógicamente que la realidad es no-dual. En este estudio se analiza y comenta su única obra conocida.
Introducción
Parménides fue un filósofo griego presocrático que nació en el siglo VI a.C. en la ciudad de Elea. Se conoce una sola obra suya, en la que describe dos visiones de la realidad, por un lado, La Vía de la Verdad, en la que se describe la realidad desde su esencia, y por otro lado, La Vía de la Opinión, en el que describe la realidad desde su apariencia o según la «opinión de los mortales».
En el presente estudio, se comentará La Vía de la Verdad, bajo la perspectiva de la filosofía no-dual y su relación con el Vedanta Advaita. En opinión del autor del presente estudio, esta obra de Parménides es posiblemente la mejor obra antigua sobre no-dualidad en occidente, principalmente por presentar una demostración lógica y racional de que la realidad es no-dual, siendo a la vez breve y contundente en su exposición. Esto habla de que el conocimiento de la verdad puede alcanzarse por el camino de la examinación minuciosa del Ser y que la no-dualidad es el entendimiento más consistente con la lógica y la razón.
Advertencia: este no es un estudio académico ni técnico, sino más bien una interpretación libre, pero a la vez seria y consistente, de este importante texto. Al final de este artículo se citarán las traducciones utilizadas.Texto y Comentarios
Y la diosa me recibió benévola, cogió mi mano derecha con la suya y me habló con estas palabras: «Oh joven, compañero de inmortales aurigas, que llegas a nuestra morada con las yeguas que te transportan, salve, pues no es mal hado el que te impulsó a seguir este camino, que está fuera del trillado sendero de los hombres, sino el derecho y la justicia. Es preciso que te aprendas todo, tanto el imperturbable corazón de la Verdad bien redonda, como las opiniones de los mortales, en las que no hay verdadera creencia. Sin embargo aprenderás también cómo lo que se cree debería ser aceptable, porque penetra totalmente todas las cosas.
La diosa, de quien no se da nombre, contrasta la Verdad (la realidad) con la Opinión (la apariencia, la ilusión). Es decir, la exposición que hará la diosa tendrá por objeto discriminar lo que es real de lo que es simplemente aparente. Sin embargo, también se observa que lo aparente no es nada aparte de lo real, pues lo real “penetra totalmente todas las cosas”. El sentido de esto último será aclarado más adelante.
Pues bien, yo te diré (y tú, tras oír mi relato, llévatelo contigo) las únicas vías de investigación pensables. La una, “lo que es” es y que le es imposible no ser, es el camino de la persuasión (porque acompaña a la Verdad); la otra, “lo que es”, no es y que le es necesario no ser, ésta, te lo aseguro, es una vía totalmente indiscernible; pues no podrías conocer “lo que no es” (es imposible) ni expresarlo.
Esta es, seguramente, la estrofa más importante de toda la obra. Se plantean dos caminos de investigación, como si toda la esencia de la Verdad se resumiera en ellos: 1) “lo que es”, es y le es imposible no ser y 2) “lo que es” no es y le es necesario no ser. Aquí se contrasta “lo que es” (el Ser, la Realidad, la Existencia) con “lo que no es” (el No-Ser, la Nada, la No-Existencia). El segundo camino de investigación debe ser descartado por ser en sí mismo contradictorio, ya que el Ser y el No-Ser no pueden coexistir. Es necesario admitir, para entender toda la obra, que solo el Ser es y no existe tal cosa como el No-Ser.
El No-Ser o la Nada no debe entenderse como un vacío o una existencia no manifestada, sino como la absoluta Nada: la no-existencia. Entendiendo el No-Ser, o la Nada, como absoluta y total no-existencia, es fácil entender que tal cosa no existe. Es más, el No-Ser solo puede ser nombrado, y reconocido como no-existente, desde el Ser, pues desde el No-Ser nada puede ser nombrado o reconocido.
Por último, no debe entenderse al Ser como una entidad, que existe a la par de otras entidades, sino como la existencia misma. Debe observarse que el Ser (la Existencia) no tiene un contrario. Todo lo que es conocido tiene un contrario u opuesto, por ejemplo, la luz tiene un contrario, lo cual es la oscuridad, pero el Ser es lo único que no tiene algo con lo que contrastarse, porque tal cosa como el No-Ser (Nada o No-Existencia) en verdad no existe y no puede ser tomado en cuenta. De este modo, el Ser es no-dual.
Pues lo mismo es pensar y ser.
Este es un fragmento problemático, ya que se está identificando al Ser con el Pensar. Es necesario admitir que el Pensar no es fundamental ya que se puede ser sin pensar. Ahora bien, ¿cuál es el fundamento u origen del pensamiento? El fundamento del pensar es la Consciencia, ya que no se puede pensar sin Consciencia. Más aún, la Consciencia existe independientemente del pensamiento, ya que el pensamiento es solo el “movimiento” de la Consciencia y la Consciencia puede estar en “reposo” sin pensamientos. Entendiendo eso, se puede sugerir la siguiente traducción alternativa: “pues lo mismo es la Consciencia y el Ser”. Es decir, el Ser es Consciencia y la Consciencia es Ser, uno y lo mismo. Esto será confirmado más abajo.
En la famosa fórmula del Vedanta Advaita en la que la Realidad es planteada como Sat-Chit-Ananda, Sat corresponde al Ser y Chit corresponde a la Consciencia. De este modo, el Advaita y Parménides parecen coincidir en este punto.
Lo que puede decirse y pensarse debe ser, pues es ser, pero la nada no es. Esto es lo que te ordeno que consideres, pues esta es la primera vía de investigación de la que intento apartarte y después de aquella por la que los hombres ignorantes vagan, bicéfalos; pues la incapacidad guía en su pecho el pensamiento errante; son arrastrados, sordos y ciegos a la vez, estupefactos, gentes sin juicio, que creen que ser y no ser son lo mismo y no lo mismo; el camino que todos ellos siguen es regresivo.
Todo lo que es conocido o experimentado, ya sea en forma de pensamiento, percepción, sentimiento, etc, deben Ser, pues no pueden ser nada aparte del Ser. Esto habla de la unidad de todas las cosas en el Ser. Todo lo conocido o experimentado es Ser y no hay nada que el Ser no sea, pues nada Es sin Ser. Incluso las aparentes diferencias entre las cosas SON y por lo tanto son uno en el Ser. Esto quiere decir que todas las cosas que parecen ser algo distinto del Ser no lo son en verdad, ya que todas las cosas son, en esencia y en realidad, únicamente Ser, pues no hay nada aparte del Ser. Al haber reconocido al Ser como la Consciencia, que puede entenderse también como Conocimiento (u Observación), se puede decir que Lo Conocido (lo observado) no es nada aparte del Conocimiento (Observación) en sí: son idénticos.
Se vuelve a insistir en apartarse la vía de investigación según la cual el No-Ser, es. Por otro lado, se hace una crítica a la opinión común de los «hombres ignorantes» que “creen que ser y no ser son lo mismo y no lo mismo”. Creer que el Ser y el No-Ser coexisten es el error fundamental de la ignorancia. Es decir, creer que la dualidad existe realmente, es ignorancia.
Hasta aquí la diosa presenta, por así decirlo, tres «niveles» de existencia o realidad:
- El Ser, que es la realidad pura y la existencia en sí.
- La ilusión («por la que los hombres ignorantes vagan, bicéfalos»), la cual no existe por sí misma sino que solo existe como Ser.
- El No-Ser, que es total inexistencia y que por lo tanto puede ser descartada.
Por lo tanto, la visión clara de la verdad (en contraste con la ignorancia) es saber que solo el Ser existe y que todo lo conocido es el Ser, sin que haya nada aparte del Ser.
Pues nunca se probará que los no entes sean; mas tu aparta tu pensamiento de esta vía de investigación y no permitas que el hábito, hijo de la mucha experiencia, te obligue a dirigirte por este camino, forzándote a usar una mirada vacilante o un oído y una lengua plenos de sonido sin sentido, sino que juzga racionalmente la muy discutida refutación dicha por mí.
En todo el texto se utiliza la palabra «ente» como sinónimo de Ser o «lo que es». Así, una traducción alternativa sería: “nunca se probará que las cosas que no son, sean” o “nunca se probará que las cosas que no existen, existan”.
Todo lo dicho hasta aquí puede resumirse en lo siguiente: solo “lo que es” es y “lo que no es”, no es. Esto es evidente. Sin embargo, esto implica que toda la aparente multiplicidad de cosas no es otra cosa que Ser (lo que es) y por lo tanto no hay multiplicidad sino una única realidad no-dual. Esto no es lo que la experiencia habitual sugiere. Es por eso que se dice que “no permitas que el hábito, hijo de la mucha experiencia, te obligue a dirigirte por este camino”. Es decir, solo por el hábito, nacida de la observación superficial, se admite que la dualidad es real. Sin embargo, al observar la cuestión del Ser racionalmente, se llega a descubrir como falso todo lo sugerido por los sentidos y la mente (que dan testimonio sólo de lo aparente: la dualidad).
Se debe notar que se plantean dos formas de conocimiento. Por un lado, el conocimiento sugerido por la fuerza del hábito, fruto de las percepciones de los sentidos y las apreciaciones mentales, el cual no se reconoce como un conocimiento confiable, pues se basa en apariencias y opiniones; y, por el otro lado, el conocimiento sugerido por la razón (lógos), que reconoce al Ser como no-dual. Esta última vía de conocimiento es la confiable pues es fiel a la Verdad; es, por así decirlo, la razón más pura y la lógica más fundamental.
Se puede decir que la esencia de la práctica sugerida en esta obra es mantenerse en la razón (lógos), teniendo presente solo la no-dualidad del Ser, ignorando las sugerencias de los sentidos y la mente. Esto recuerda la cualidad de discriminación (Viveka) entre lo real y lo irreal, mencionado en el Vedanta Advaita, en especial por Adi Shankara.
Permanece aún una sola versión de una vía: que es. En ella hay muchos signos de que es ingénito e imperecedero, total, único en su género, así como inconmovible y completo.
Habiendo descartado “lo que no es” (el No-Ser) como inexistente, solo queda el Ser, sin ningún contrario u opuesto, o algo a lo que contrastarlo.
A continuación se dan algunas descripciones que hablan del Ser, que se obtienen de derivaciones lógicas partiendo de la premisa de que solo el Ser existe. Es ingénito e imperecedero pues no existe nada aparte del Ser desde el cual nacer ni al cual morir. Es total y completo pues no le puede faltar nada, ya que no hay nada aparte de sí. Es inconmovible e inmutable pues no hay nada aparte de sí al que pueda ir ni al que pueda transformarse.
Ni nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo entero, uno, continuo. Pues ¿qué nacimiento podrías encontrarle? ¿cómo y de dónde se acreció? No te permitiré que digas ni pienses de «lo no ente», porque no es decible ni pensable lo que no es. Pues, ¿qué necesidad le habría impulsado a nacer después más bien que antes, si procediera de la nada?
“Ni en momento alguno era ni será, pues es ahora todo a la vez, uno, continuo”. Esto sugiere que el Ser no está condicionado por el tiempo, ya que es siempre ahora, inmutable. El Ser no llegó a ser, ya que no pudo haber surgido del No-Ser (o la Nada), pues “nada surge de la Nada”. Así, el Ser es lo único que existe ahora y lo que ha existido desde siempre, sin poder dejar de existir.
Por tanto, es necesario que sea completamente o no sea en absoluto. Ni la fuerza de la convicción permitirá jamás que de lo no-ente nazca algo además de ello. Por eso, la Justicia no afloja sus cadenas para permitir que nazca o que perezca, sino que las mantiene firmes; la decisión sobre estas cosas se basa en esto: es o no es. Pero se ha decidido, como es necesario, abandonar una vía por impensable y sin nombre (pues no es el verdadero camino) y que la otra es y es genuina.
El Ser no puede ser parcialmente: o bien es todo a la vez, o bien no es nada. Aquí el mismo dilema que al inicio de la obra. Pero es necesario admitir que solo hay Ser; Nada no hay.
Y ¿cómo podría “lo que es” ser en el futuro? ¿Cómo podría llegar a ser? Pues, si llegó a ser, no es, ni es si alguna vez va a llegar a ser. Por tanto, queda extinto el nacimiento, y la destrucción es inaudita.
De esta manera, debería ser evidente que el nacimiento y la muerte no son reales sino tan solo ilusorios. Es decir, lo que tiene un inicio no es real; asimismo, lo que tiene un final tampoco es real. El Ser no nace ni muere, es siempre ahora, inmutable.
Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay más aquí, esto impediría que fuese continuo, ni menos allí, sino que está todo lleno de ente. Por tanto, es todo continuo, pues lo ente toca a lo ente.
El Ser es indivisible, un todo continuo y homogéneo. ¿Qué existe aparte del Ser que lo pueda dividir o interrumpir? Por lo tanto, la multiplicidad y la separación no son más que ilusiones.
Mas inmutable dentro de los límites de poderosas cadenas existe sin comienzo ni fin, puesto que el nacimiento y la destrucción han sido apartados muy lejos y la verdadera creencia los rechazó. Igual a sí mismo y en el mismo lugar está por sí mismo y así quedará firme donde está; pues la poderosa Necesidad lo mantiene dentro de las cadenas de un límite que por todas partes lo aprisiona. Por ello es correcto que lo que es no sea imperfecto; pues no es deficiente ―si lo fuera, sería deficiente en todo.
Como ya se ha dicho, el ser es inmutable, inmóvil, siempre sí mismo. La necesidad le fuerza que sea, sin poder dejar de ser. Sin embargo, este punto parece sugerir que el Ser es limitado o está condicionado a algo más. Pero esto no puede ser así. Aunque en este poema no se menciona explícitamente, el Ser debe necesariamente ser ilimitado e incondicionado, pues no hay nada aparte de sí que lo limite o condicione.
El Ser es necesariamente perfecto y completo pues si le falta el Ser, le faltaría todo y entonces no sería, lo cual es imposible.
Lo que puede pensarse es lo mismo que aquello por lo cual existe el pensamiento. En efecto, fuera del ente ―en el cual tiene consistencia lo dicho― no hallarás el ente. Pues no hay ni habrá nada ajeno aparte de lo que es; dado que el Hado lo encadenó para que fuera entero e inmutable.
Esto confirma lo que hemos dicho antes: que “el Ser es Consciencia”, ya que, ¿qué es “aquello por lo cual existe el pensamiento” sino la Consciencia? Es más, con este fragmento no sólo se identifica al Ser con la Consciencia sino que también se identifica “lo que puede pensarse” (todas las cosas de las que somos conscientes: todo lo observado y conocido) con la Consciencia misma, ya que nada existe fuera del Ser-Consciencia. Es decir, la Consciencia es aquello por el cual existe el pensamiento y los pensamientos (las manifestaciones de la Consciencia) no son nada aparte de la Consciencia. Otra forma de decir lo mismo es que la Consciencia es Consciencia tanto si se manifiesta en pensamientos como si permanece inmanifestada (sin pensamientos).
En consecuencia, ha recibido todos los nombres que los mortales, convencidos de que eran verdaderos, le impusieron: nacer y perecer, ser y no ser, cambio de lugar y alteración del color resplandeciente.
El ser humano normal considera real a todo aquello que percibe por los sentidos y la mente, que no perciben más que las apariencias. En apariencia todo nace, todo perece, todo se mueve, todo cambia. La realidad subyacente a las apariencias, y el origen mismo de dichas apariencias, no es percibida por el común de las personas, de modo que la convención es creer en la opinión de que no existe nada aparte de lo aparente: la dualidad o multiplicidad. Sin embargo, la realidad, el Ser, es no-dual, sin nacimiento, sin muerte, sin cambio, sin límites.
En términos del Vedanta Advaita, los mortales solo perciben el aspecto no esencial del Ser: Nama-Rupa, nombre y forma, creyendo que eso es todo, sin darse cuenta, por ejercicio de la discriminación (viveka), de la realidad fundamental como Sat-Chit: Ser-Consciencia.
Pero, puesto que es límite último, es perfecto, como la masa de una esfera bien redonda en su totalidad, equilibrado desde el centro en todas sus direcciones; pues ni mayor ni menor es necesario que sea aquí o allí, ya que ni es lo no-ente, que podría impedirle llegar a su igual, ni existe al modo que pudiera ser más aquí y menos allí, pues es todo inviolable, porque, por ser igual a sí mismo por todas partes, se encuentra por igual dentro de sus límites.
A modo de metáfora, se compara al Ser con una esfera, noción proveniente posiblemente de la concepción pitagórica de la perfección como dicha figura geométrica. Con esto se da a entender que el Ser es un todo completo, homogéneo, uniforme, indivisible y continuo.
Con esto termino el discurso fidedigno y el pensamiento acerca de la Verdad.
Más allá de Parménides
La contribución más importante de Parménides es, probablemente, haber reducido la investigación de la Verdad o Realidad a la cuestión del Ser, es decir, a la cuestión de si el Ser es o no es. Así, si el Ser es, entonces todo es Ser y no hay nada aparte del Ser, pues el Ser “penetra totalmente todas las cosas”. En cambio, si el Ser no es, entonces nada es, nada puede existir. Esto último claramente no es el caso, pues la existencia no puede ser negada; además, decir que el Ser no es (no existe) es de por sí una contradicción.
En otras palabras, Parménides reduce toda la investigación de la Verdad a dos opciones: 1) el Ser es o 2) el Ser no es. Como esto último es imposible que sea cierto, solo queda la primera opción, que el Ser es. Por lo tanto, el Ser, la Existencia, es la Verdad en sí: la Realidad.
Al reconocer que todo es Ser y no hay nada aparte del Ser, se deriva que el Ser es in-engendrado e imperecedero, inmutable e ilimitado; un todo completo, continuo, homogéneo e indivisible. Todo lo que cambia, que viene y va, que tiene un inicio y un fin, que está compuesto de partes, en suma: el conjunto de todas nuestras experiencias sensibles y mentales, no es real sino ilusorio. Sin embargo, incluso la ilusión no puede ser algo distinto del Ser, la realidad, pues la ilusión no existe por sí misma fuera de la existencia. Por lo tanto, la ilusión no es otra cosa que la Realidad (el Ser); la ilusión es el conjunto de nombres y formas que toma el Ser al manifestarse. Es decir, lo Absoluto (el Uno) aparece como relativo (la multiplicidad) al manifestarse. De este modo, no es un objeto (por ejemplo, un árbol) lo que existe como tal, sino que es el Ser el que toma el nombre y la forma de tal objeto (el árbol), sin dejar de ser por ello el Ser.
Como hemos dicho, la ilusión (como manifestación) no es algo distinto a la realidad (como Ser). Sin embargo, la manifestación no existe independientemente del Ser, pero el Ser existe independientemente de su manifestación. Por lo tanto, la esencia fundamental de la realidad es Ser no manifestado. Esto corresponde con la terminología Vedanta Advaita en la que se conoce al Ser manifestado como Saguna Brahman (Brahman con cualidades) y al Ser no-manifestado como Nirguna Brahman (Brahman sin cualidades). Entonces, Nirguna es el «estado primordial», si pudiera decirse tal cosa, de Brahman, la Realidad, que existe independientemente de su manifestación como Saguna.
Ahora bien, ¿cómo puede la ilusión ser a la vez realidad? Esto parece contraintuitivo, sin embargo, tiene sentido cuando se entiende a la realidad (o Ser) como Consciencia. La Consciencia tiene la capacidad para manifestarse en múltiples nombres y formas (Saguna) que parecen existir por sí mismos, como en el caso de un sueño en el que existen múltiples objetos pero que sabemos que son generados por una única Consciencia. Pero también la Consciencia existe en completo reposo (Nirguna), sin necesidad de manifestaciones. Se podría decir que la ilusión es como una metáfora de la realidad: ni enteramente real ni enteramente no-real; interpretar la metáfora literalmente es como creer que la ilusión existe como tal, o que los nombres y las formas existen como tales, pero los nombres y las formas no existen como tales sino solo como Ser. Es decir, no se puede tomar la ilusión literalmente como realidad, sino como nombre y forma de la realidad.
En resumen, según hemos visto, Parménides ha demostrado, con una lógica elegante y contundente, los siguientes puntos:
- Sólo existe una única realidad (el Ser) y no hay nada aparte de ella.
- Toda la diversidad de cosas y seres no es más que ilusión. La ilusión es todo aquello que cambia, que tiene un inicio y un fin, que es limitado, que está condicionado, que depende de algo más, que existe a la par que otras cosas.
- La realidad fundamental (el Ser) es Consciencia y la Consciencia es Ser.
- La ilusión se reduce al Ser-Consciencia, es decir, la ilusión no es algo aparte de la realidad.
Estos puntos se corresponden con los 4 primeros principios de los «7 Principios de la Realidad», el cual es un intento por resumir las enseñanza de la no-dualidad, según el entendimiento de su autor (ver la Bibliografía más abajo). Los siguientes 3 puntos no han sido mencionados de forma explícita por Parménides, pero son consistentes con los puntos anteriores:
- El verdadero “Yo” es Ser-Consciencia.
- La naturaleza inherente de la realidad es la felicidad.
- Por lo tanto: Tú eres la Realidad, la Consciencia y la Felicidad misma.
El principio quinto sugiere que el Yo es en realidad el puro y absoluto Ser-Consciencia. Esto se puede demostrar teniendo en cuenta las siguientes premisas:
- Lo único que realmente existe es el Ser, la existencia misma.
- El Ser es Consciencia y la Consciencia es Ser.
- No hay duda de que “Yo Soy”, pues no se puede negar la propia existencia.
La conclusión lógica es que “Yo Soy el Ser-Consciencia”. No soy una persona ni algo o alguien limitado y particular, distinto del resto. No tengo inicio y tampoco fin, ni nacimiento ni muerte. Nada puede afectarme, pues soy inmutable. Nada existe aparte de mí. Yo soy el Ser en todo y nada es aparte del Ser que Yo Soy. Creer que el Yo es algo individual, limitado y personal es creer que lo aparente es real como tal.
El principio sexto sugiere que la naturaleza del Ser es felicidad, la cual puede ser entendida también como paz y libertad, o simplemente como no-sufrimiento. Esto es así porque el sufrimiento no es más que inquietud o perturbación mental, en forma de miedo, deseo y resistencia. El miedo solo nace de la creencia de que el Ser puede cambiar y ser afectado. El deseo solo nace de la creencia que el Ser es limitado e incompleto, sintiendo así la necesidad de algo más aparte de sí. Y, por último, la resistencia o aversión solo nace de la creencia de que el Ser existe a la par que algo distinto de sí. Todo esto no son más que opiniones, juicios y valoraciones erróneas, surgidas de tomar literalmente la ilusión como realidad. Al comprender que todo lo que causa inquietud no es más que el mismo Ser todoabarcante, el Yo verdadero, se descubre la paz y libertad inherente del Ser: la verdadera felicidad. La Consciencia no manifestada está siempre presente como la paz, la quietud y el silencio insondables, independientemente de que haya o no manifestaciones.
Por último, a modo de corolario, se tiene el principio séptimo, que resume todos los demás, expresando que: Tú eres la Realidad misma, la cual es Existencia-Consciencia-Felicidad (Sat-Chit-Ananda).
Bibliografía
- C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD, Los filósofos presocráticos [ed. orig. 1966] Trad. esp. de Jésús García Fdez. Ed. Gredos, Madrid, 1974
- CANDEL, Miguel. «Ser, verdad y misterio: El poema de Parménides». Disputatio. Philosophical Research Bulletin5:6 (2016): pp. 93-121.
- ZUBIRÍA, Martín, et al. El poema doctrinal de Parménides. 2018.
- VERA, Giordano. «7 Principios de la Realidad». Enlace:
https://giordanovera.com/blog/general/7-principios-de-la-realidad