Las principales doctrinas de la filosofía no-dual pueden describirse como místicas, no en el sentido de ser misteriosas o mágicas, sino en su firme enfoque en lo que está más allá del ámbito de las apariencias y que trasciende el dualismo sujeto-objeto de la experiencia cotidiana. ¿Cuáles son las principales doctrinas que nos interesan?
- La realidad es una.
- La realidad es indescriptible. Ningún epíteto, atribuido o predicado de ella, es adecuado para caracterizarla.
- La esencia real del Ser humano es idéntica a la Realidad. La realidad se encuentra ya sea mirando hacia afuera o mirando hacia adentro. En cualquier caso, la Realidad es la misma.
- Es de vital importancia para una vida de verdadera satisfacción y felicidad obtener un conocimiento intuitivo de nuestra identidad con esta Realidad absoluta, que solo puede describirse como más allá de la unidad y la dualidad.
- La forma de alcanzar esa Realidad, que es idéntica a nuestro propio Ser real y la esencia imperecedera del universo, es mediante un esfuerzo que es principalmente moral y disciplinario, no teórico.
Puede verse fácilmente que el misticismo tiene sus raíces en una búsqueda para descubrir lo real y para identificarse con el todo, y no con alguna parte o sección de un todo mayor.
En los Upanishads este concepto de indagar en la verdad está plenamente desarrollado, con una belleza y una lucidez incomparables. En el Chandogya Upanishad, tenemos el siguiente diálogo:
“Traeme una fruta de ese árbol”, dice el Maestro.
“Aquí está, venerable señor”, responde el discípulo.
“Ábrela”
“¿Qué ves dentro de ella, hijo mío?”
“Veo, venerable señor, muchas semillas muy pequeñas.”
“Parte una de ellas, hijo mío.”
“Está partida, venerable señor.”
“¿Qué ves ahora?”
“Nada en absoluto, venerable señor.”
Entonces el Maestro dice: “Esa esencia sutil que no puedes percibir, de esa misma esencia surge el gran árbol. Créeme, hijo mío, lo que es esta esencia sutil, el universo entero tiene eso como su propio ser. Eso es lo Real. Eso es Atman (el Sí mismo). Eso eres tú, oh Shvetaketu.”
La palabra más importante en la filosofía no-dual es Sí mismo (Self). Sí mismo significa la esencia de un objeto y algo mucho más. La esencia de un árbol es en cierto sentido la savia, que lo impregna y lo mantiene vivo, pero hay algo en un árbol aún más sutil que la savia, algo que unifica todas sus funciones y dirige su crecimiento y expansión en el espacio, y también conecta como un fenómeno con la Realidad cósmica. En este sentido, el Sí mismo es todo y no hay nada más allá de él. El buscador trata de conocer este Yo (Sí mismo) y relacionarlo apropiadamente con el universo.
Hablando metafísicamente, el misticismo es la doctrina de lo Real, pero lo Real no tiene marca ni característica. No se le puede aplicar ningún predicado posible. No es ni grande ni no grande; es simplemente lo Real. Lo Real puede ser total y completo en el más mínimo ser. La sal del océano se puede descubrir incluso en la gota más pequeña de agua de mar. Al estar más allá de toda descripción, lo Real no es ni bueno ni malo, ni una mezcla de los dos. Las distinciones de la relatividad se aplican desde nuestro punto de vista humano. Lo Real no es mental ni no-mental.
El Uno no es neutral, ni es cósmico; no hay vara con que pueda medirse. Cuando se presiona al místico para que explique su punto de vista, la respuesta es el silencio. Pero esto no es agnosticismo, ni la doctrina de lo incognoscible. Lo Real no puede llamarse bueno, pero es cierto que el bien se acerca más a la verdad que el mal.
Los místicos a menudo han tenido problemas con los ortodoxos, que creen literalmente en la personalidad de Dios, pero el místico no atribuye personalidad a lo Real. El místico cree que el Uno existe, pero no pretende saber qué es, porque saberlo sería condicionarlo al alcance de la mente. Aquí se puede objetar: “¿Cómo se puede practicar el misticismo sin saber qué es?” La respuesta es que quien juega al ajedrez, trabaja por una solución con toda su fuerza mental, sin saber cuál será la solución.
A veces parece que el misticismo es algo entre el teísmo y el ateísmo. Según los místicos, el ateo tiene parte de razón, porque lo Real no se puede describir. Pero aunque el místico parece ser un agnóstico al sostener que lo Real está más allá de la mente y usar la expresión “Esto no, esto no”, sin embargo, es un hecho positivo que lo Real puede experimentarse directamente. La relación con una persona da un conocimiento más satisfactorio de esa persona que la mejor descripción posible de ella.
La experiencia directa de lo Real es un estado privilegiado del ser. Es un regalo y no se puede obtener por la fuerza. Es el resultado de la iniciación. La experiencia del místico satisface tanto al intelecto como a la voluntad. Platón, Plotino, Eckhart y Dante creen que lo Real trasciende la descripción común. Plotino ha descrito la experiencia en la que fue despertado del cuerpo al verdadero Sí mismo. En el Sí mismo contempló una belleza maravillosa, a la que llama identidad con la Deidad.
La experiencia mística de lo Real es algo así como nuestra percepción de la belleza en la Naturaleza. Mientras estudiamos la armonía, la variedad y la unidad de la Naturaleza, comenzamos a tener vislumbres ocasionales de una belleza que en la esfera ordinaria de la experiencia nos perdemos. Sentimos que la Naturaleza tiene dentro de sí una Realidad, que es afín a nosotros. La apreciación de la belleza significa la realización de nuestra unión con la Realidad interna de la Naturaleza. Este logro de ese conocimiento de lo Real es la principal y única prerrogativa del místico.
Para preparar la mente, o más bien el alma, para esta experiencia privilegiada de unidad en la diversidad, la mente debe ser entrenada por una disciplina que consiste en parte en ciertas abstinencias y en parte en ciertas ceremonias de purificación, llamadas iniciaciones. Los místicos órficos de Grecia insistieron en una forma de vida ascética y desapegada.
Hay otra forma de preparación para la realización de lo Real. En este caso, indagar en el auto-examen [auto-indagación], la revisión de las formas habituales de pensar y desear, y el rechazo de lo que es parcial o falso, juegan el papel dominante en la búsqueda de lo Real. Los objetos de interés y ambición naturales ordinarios son rechazados sobre la base de que son algo menos que el Bien Supremo. Se los considera obstrucciones al libre vuelo de la mente desde lo relativo a lo Absoluto.
El misticismo prescribe una huida del mundo de una manera que difiere radicalmente de nuestro estilo de vida actual. Algunos dicen que es un camino negativo. Esto puede ser así, pero lo que se llama el camino negativo del místico es negativo sólo en la forma. El místico aplica un método negativo para alcanzar un bien positivo. Buscamos deshacernos de la engañosa fascinación por los bienes inferiores, para que el Bien superior pueda aparecer ante la mente sin obstáculos. Se niega lo fragmentario para alcanzar el todo. Plotino expresa este sentimiento con las siguientes palabras: “Todas aquellas otras cosas en que el alma se deleitaba, como el poder, la fuerza, la riqueza, la belleza, la ciencia, son despreciadas a medida que el místico avanza hacia la meta divina”.
Sócrates insiste en que la Verdad última se revela solo al pensamiento más elevado, si es que se revela. La mente debe estar recogida en sí misma y ni los sonidos, ni la vista, ni el dolor ni ningún placer deben poder perturbarla. La intensidad de la mera búsqueda de lo Real sólo puede describirse como una aspiración a ser.
La concentración juega un papel importante en la realización de lo Real. No es la concentración ordinaria, como la de Romeo sobre Julieta, o la del avaro sobre su oro. La oración y la adoración son los dos modos de concentración que conducen a un alejamiento instintivo de las corrientes ordinarias de la experiencia de los sentidos.
Podemos resumir la disciplina exterior del místico en dos palabras: recuerdo y búsqueda. El místico busca lo Real y no lo natural. Significa recordarse constantemente que nada en el mundo, ni la amistad ni el deber, es en última instancia real. Nuestra vida está incompleta a menos que sepamos rechazar todas las ideas basadas en las apariencias cambiantes. Meister Eckhart llama a este proceso “dejar de lado a las criaturas”. En sus palabras: “Si vamos a trabajar en un trabajo interior, debemos verter todos nuestros poderes en nuestro ser más profundo y en un rincón del alma donde estamos ocultos de todas las imágenes y formas. Entonces debemos entrar en un olvido, en un no-escuchar. Es en la quietud y el silencio donde se puede escuchar la palabra inefable. Cuando uno no sabe nada, se abre y se revela”.