¿Cómo afrontar la muerte de un familiar?

Afrontar la muerte de un familiar

La muerte de un ser querido es una de las situaciones más complicadas que tenemos que afrontar en la vida. Saber que esa persona ya no está, que se ha ido para siempre, provoca un dolor enorme y una sensación de vacío insondable.

Nada nos prepara para ese sufrimiento. Las palabras no son bálsamo suficiente para sanar la herida. Debemos dejar que pase el tiempo y atraviese el duelo. No obstante, conocer las consecuencias emocionales y físicas de esa pérdida puede ayudarnos a comprender mejor lo que estamos viviendo. Así podremos tratarnos con mayor benevolencia mientras vamos aceptando la nueva realidad.

¿Cómo afecta la muerte de un ser querido?

Todos sabemos que la muerte forma parte de la vida, pero a pesar de ello, cuando un ser querido nos abandona definitivamente, es difícil encajar el golpe y aceptar que tendremos que seguir adelante sin esa persona.

Cada quien reacciona de manera distinta y recurre a sus propios recursos de afrontamiento para sobrellevar ese dolor de la mejor manera posible. Sin embargo, aunque cada duelo es único, resulta prácticamente imposible evitar una serie de sentimientos que sacuden nuestro universo interior.

  • Conmoción y entumecimiento emocional.  El shock suele ser la primera reacción ante la muerte de un familiar. Es habitual que durante las primeras horas, días o semanas experimentemos una especie de analgesia emocional que nos permita seguir como si nada hubiera pasado. Se trata de un mecanismo de defensa que nos protege para que nuestra mente pueda ir elaborando lo sucedido. En muchos casos, esa sensación de vacío o indiferencia se acompaña de confusión y desorientación.
  • Dolor.  La pérdida de un ser querido es una experiencia devastadora, por lo que a menudo genera un gran dolor. Se trata de un sufrimiento particularmente intenso que se refleja tanto a nivel emocional como físico. Muchas personas lo describen como si hubieran perdido una parte de sí mismas, las cortaran en dos o les arrancaran el corazón. 
  • Irá. Cuando alguien muere, no solo nos sentimos tristes, también es normal experimentar ira y rabia. La muerte puede parecernos cruel o injusta, sobre todo si se trata de trata de una persona joven o si utilizar planes de futuro. Podemos sentirnos muy enojados con la persona que murió por “abandonarnos”, pero también podemos sentirnos enfadados con nosotros mismos o con el mundo.
  • Culpa.  La culpa es otra reacción común ante la pérdida de un ser querido y una de las más difíciles de gestionar. Podemos sentirnos culpables de manera directa o indirecta por la muerte de esa persona, por no haber estado más cerca o no haber sido más amables. Si no abordamos asertivamente esa culpa y dejamos que crezcan, suele conducir a una espiral de recriminaciones autoinculpatorias que nos impiden superar lo ocurrido.
  • Tristeza. Obviamente, la muerte de un familiar también suele generar sentimientos como la tristeza, la nostalgia y la soledad. En determinados momentos, incluso parecernos que ya nada importa o que todo ha perdido su sentido. Si no somos capaces de lidiar con esos estados emocionales, podemos caer en la depresión. De hecho, hasta el 50% de las personas que han perdido a su pareja presentan síntomas depresivos durante los primeros meses después de la muerte. Al cabo de un año, el 10% termina desarrollando una depresión.

En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Columbia reveló que la muerte de un ser querido aumenta significativamente el riesgo de desarrollar problemas psicológicos, en trastornos especiales del estado de ánimo como la ansiedad o la depresión.

La muerte de un familiar es una de las situaciones más estresantes de la vida, por lo que sus consecuencias no se limitan al plano emocional. De hecho, el estrés que suele generar afectarnos físicamente, extendiéndose por todos los órganos, atacando especialmente el sistema impermeable.

Una investigación realizada en la Universidad de Sídney, por ejemplo, comprobó que la función de las células inmunitarias disminuye y las respuestas inflamatorias aumentan en las personas que están atravesando un período de duelo. Esa es una de las razones por la cual enfermamos más y tardamos más en recuperarnos tras perder a un ser querido.

Un estudio desarrollado en la Universidad de Harvard fue un paso más allá al descubrir que las probabilidades de morir aumentan cuando estamos de luto, en especial si ya sufrimos una patología previa, un fenómeno que se conoce como “efecto viudedad”.

De hecho, los investigadores suecos comprobaron que las personas con insuficiencia cardíaca que habían perdido a un familiar tenían más probabilidades de morir durante el duelo, en especial durante la semana posterior a la pérdida.

La muerte de un cónyuge o pareja aumenta el riesgo en un 20%, la muerte de un hijo en un 10% y la muerte de un hermano en un 13%. El riesgo fue especialmente alto para quienes sufrieron dos pérdidas: un aumento del 35%, en comparación con el 28% de una sola pérdida.

Afrontar el duelo, un paso a la vez

El tiempo es un gran sanador de heridas. Con el paso de los días vamos aceptando la pérdida. No obstante, aproximadamente un 7% de las personas se quedan atascadas en la negación, la rabia o la tristeza. Experimenten un duelo complicado o no elaborado. Para evitarlo, es importante seguir una serie de pautas:

  • Darse permiso para sentir.  El duelo desata una amplia gama de emociones. Es importante que no nos digamos cómo deberíamos sentirnos y no permitamos que otros nos digan qué debemos experimentar. Ante la pérdida, es fundamental reconocer nuestros sentimientos, incluso los más dolorosos, y permitirnos llorar. Ventilar el sufrimiento nos ayudará a sobreponernos.
  • Tener paciencia y tratarse con amabilidad.  Cada persona sigue un ritmo de sanación propio. Es esencial no presionarse y tener paciencia. Debemos aceptar que necesitamos experimentar todas esas emociones. La sanación llegará a su debido tiempo. Por tanto, es importante que no nos presionemos y no tratemos con amabilidad y benevolencia a lo largo del proceso.
  • Mantener los hábitos de vida. Cuando una persona cercana muere, a menudo sentimos que nuestro mundo se derrumba. Mantener ciertas rutinas diarias nos permitirá dar cierto orden a nuestra vida y mantenernos ocupados, lo cual nos ayudará a recuperar la seguridad y confianza en nosotros mismos.
  • Hablar sobre la pérdida. Muchas personas se encierran en sí mismas tras una pérdida, pero compartir el dolor suele ayudar a sanar. Hablar sobre la pérdida, los recuerdos y las experiencias compartidas con ese ser querido nos permite ir procesando lo ocurrido. Poner en palabras lo que sentimos es una manera de integrar esa pérdida en nuestra historia vital.

Como regla general, el dolor y la tristeza se van atenuando con el paso de los meses, hasta desaparecer al cabo de un año. Aunque no existe un período estándar para atravesar el duelo y no solo pasamos por sus fases de forma progresiva, sino que experimentamos retrocesos y altibajos, si el dolor no amaina, es importante buscar ayuda psicológica.

Un psicólogo puede ayudarnos a afrontar mejor la muerte de un familiar desde el primer momento. Nos ayudaremos a lidiar con la tristeza, la culpa o la ansiedad que generan la pérdida. No podrá ahorrarnos el dolor, pero nos dará las herramientas para sobrellevarlo mejor y, sobre todo, nos ayudará a atravesar el duelo para no quedarnos atascados en alguna de sus fases.

Por suerte, cada vez existe una mayor conciencia social sobre la importancia de la salud mental, de manera que algunos  seguros de decesos  ya incluyen la asistencia psicológica. Se trata de una cobertura que prevé apoyo emocional a la persona designada en la póliza, generalmente la pareja o un familiar de primer grado, para que pueda afrontar la pérdida.

En este sentido, cabe aclarar que muchas aseguradoras todavía limitan las condiciones para acceder a esta ayuda. Algunas, por ejemplo, solo la prevén si la muerte ha sido inesperada, como resultado de un accidente, y circunscriben la ayuda psicológica a los primeros días.

No obstante, otras incluyen un servicio psicológico presencial que se extiende durante varios días tras la muerte para abordar durante el estado de shock inicial – que muchas veces es esencial para evitar el estrés postraumático – y además prevén cierto número de sesiones psicológicas el año posterior a la pérdida. Y en caso de que esos encuentros no sean suficientes, si la persona desea seguir con el tratamiento, puede acceder a mejores condiciones.

Sin duda, recuperarse tras la muerte de un ser querido lleva tiempo. Contar con apoyo, no solo de los amigos y familiares sino también de un consejero, puede hacer que ese proceso sea menos duro y más llevadero. Así conservaremos nuestra salud mental y recuperaremos cierto grado de bienestar que es, al fin y al cabo, lo que querría esa persona para nosotros.

fuentes:

Chen, H. et. Alabama. (2022) Duelo y pronóstico en insuficiencia cardíaca: un estudio de cohorte sueco. J Am Coll Cardiol HF; 10 (10): 753–764.

Keyes, KM et. Alabama. (2014) La carga de la pérdida: muerte inesperada de un ser querido y trastornos psiquiátricos a lo largo del curso de la vida en un estudio nacional. Am J Psiquiatría; 171(8): 864–871.

Buckley, T. et. Alabama. (2012) Correlatos fisiológicos del duelo y el impacto de las intervenciones de duelo. Diálogos Clin Neurosci; 14(2): 129–139.

Luna, JR et. Alabama. (2011) Viudez y mortalidad: un metanálisis. Más uno; 10.1371.

¿Cómo afrontar la muerte de un familiar?

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