Cada vez que miramos las noticias, vemos imágenes espantosas. El terremoto en Siria y Turquía, los asesinatos domésticos, la guerra en Ucrania…

Parece que el mundo se ha vuelto loco. ¿Qué está pasando?, ¿Por qué sucede esto?.

Viendo todo este dolor y desesperación, puedo entender como en tiempos pasados, estas crisis fueran entendidas como castigo divino. Que incluso en algunas culturas, se procediera al sacrificio de animales y seres humanos para calmar al dios.

Y hoy, en la sociedad del metaverso, ya no creemos en ese dios. Sería absurdo que un ser superior todo poderoso, fuera capaz de seguir creando destrucción, cuando sus fines no son respetados, tal y como se indica en el Antiguo Testamento.

Entonces ¿Qué hacemos?, ¿Cómo damos salida consciente a lo que está pasando?. Nos volvemos insensibles y nos refugiamos en nuestro yo. Mientras a mi no me afecte, puedo cerrar los ojos y caminar sobre las cenizas sin inmutarme. Esta actitud, nos convierte ya en un mero ente robótico, programable y sin sentido. Un ser que abandona la compasión y se preocupa sólo de la supervivencia irracional y egoísta.

Si al ver como la vida lucha y un niño sale de las cenizas del desastre, nos conmueve el corazón, entonces sentiremos la punzada de nuestra humanidad. Si además de permanecer mirando, sentimos la necesidad de ayudar, de hacer algo. Eso será por que aún conservamos en nuestro corazón la llama de la solidaridad con el resto de lo humano.

Estas actitudes marcan la diferencia como seres, como personas conscientes e inteligentes. Y si ahora ya no creemos en ese dios, tendremos que buscar nuevos caminos. Sendas que nos muestren lo humano, desde el corazón, que nos hagan crecer como personas. Que nos hagan sentir la felicidad de los demás como propia. Todo eso no es religión ni es patrimonio de dios. Es algo nuestro, genuinamente nuestro.

Esos caminos se encuentran mucho más cerca de lo que creemos. Justo en nuestro interior.

maestroviejo