El cerebro del ser humano se está encogiendo y por otro lado la inteligencia, según es medida en pruebas psicométricas, está disminuyendo. Vivimos en el momento en el que finalmente se confirma lo que parecía ser siempre un sesgo conservador de los mayores: las nueves generaciones realmente se están volviendo más estúpidas.
Y, sin embargo, al mismo tiempo vivimos en la época en la que existe más información, más acceso a la educación y, por supuesto, más tecnología, mucha de ésta sumamente impresionante, hasta el punto de que se acepta comúnmente que estamos viviendo el despertar de la inteligencia artificial.
¿Qué sucede entonces? ¿Por qué en una época supuestamente tan desarrollada el entendimiento humano, en cambio, parece en decadencia?
Quizá las razones por las cuales existe un declive cognitivo en el ser humano tengan que ver con el paralelo incremento en la capacidad de las máquinas y en la delegación de muchas de las tareas cognitivas, otrora netamente humanas, como la memoria o el cálculo mental, las cuales se entregan cada vez más a la operación de la tecnología.
Este fenómeno lo que investiga un documental de la Deutsche Welle, en el que expertos intentan indagar las razones de la caída intelectual de la raza humana.
En el documental se cita un estudio realizado por investigadores noruegos, quienes notaron hace unos años que el llamado «efecto Flynn», que mostraba un incremento en el coeficiente intelectual a escala global, se había empezado a revertir desde el año 2004.
Desde este estudio muchos han querido entender la razón por la que está disminuyendo la inteligencia. Algunas hipótesis con cierta herencia racista sugerían que tenía que ver con la inmigración o con el hecho supuesto de que las personas de poco intelecto tienen más hijos. Pero esto no tiene ningún sustento.
Una teoría más interesante señala que la razón podría estar en el incremento en la exposición de productos químicos tóxicos en el medio ambiente, especialmente aquellos que actúan como «interruptores endócrinos». Existen datos que sugieren que existe una mayor cantidad de enfermedades endócrinas (por ejemplo, las asociadas con la tiroides).
Otra tesis sugiere que es un problema de toxinas, pero no las que existen en la atmósfera, sino más bien en el ambiente mediático en el que vivimos. La información aumenta, pero la mayor parte de esta es información basura, similar a la comida rápida o chatarra –otro tipo de toxicidad. La inteligencia es algo más plástico de lo que se pensaba y está siendo moldeada constantemente. El tipo de información y la manera en la que la consumimos afecta decididamente la capacidad de poner atención y razonar de una persona, la memoria, la capacidad de análisis y otras de sus habilidades cognitivas.
Se ha observado que personas que pasan entre 6 y 10 horas al día jugando videojuegos o navegando inanemente en redes sociales pierden o no desarrollan del todo la capacidad de solucionar problemas complejos, adquirir un dominio del lenguaje y, en general, consolidar conocimiento.
Esta es sin duda la hipótesis más lógica y la cual tienen mayor fuerza en la comunidad científica. Algunos estudios refuerzan esto. Uno de ellos notó que individuos que contestaban a un examen obtenían mejores resultados cuando no tenían un teléfono a lado, en contraste con estudiantes que tenían un teléfono pero estaba apagado, quienes obtuvieron resultados más bajos, siendo el peor de todos el grupo que resolvía la prueba mientras su teléfono estaba encendido.
Tomando en cuenta estos resultados, si consideramos que todo el tiempo tenemos nuestros teléfonos portátiles con nosotros y casi siempre los tenemos en un modo en el cual interactuamos frecuentemente con ellos, de algún modo somos nosotros mismos quienes estamos mitigando nuestra inteligencia.
Existe una idea ampliamente difundida de que estos cambios de capacidades intelectuales no son realmente importantes, porque nuestra mente de alguna manera se encuentra extendida en el espacio tecnológico y hemos desarrollado nuevas aptitudes. Pero esta idea parte de la premisa de que el ser humano no pierde algo esencial cuando no sigue desarrollando su memoria y su atención, y entrenando su mente, con el fin de alcanzar estados de mayor conocimiento de la realidad. Asimismo, dicha creencia abreva del supuesto de que se puede confiar en las computadoras para poder investigar el cosmos y resolver nuestros problemas. Pero, contrario a esto, quizá sea cierto que al dejar de valorar y apostar en el desarrollo de la propia mente, el ser humano de alguna manera abdica su potencial y avanza hacia una época oscura.
El progreso tecnológico se revela así como un mito peligroso, el cual podría esconder más bien en su fondo una forma de autodestrucción y esclavitud.
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