Los efectos de salir de la nube de polvo y gas que nos ha rodeado durante unos 60.000 años y entrar en una nueva siguen sin estar claros, pero existe el riesgo de que aumenten los niveles de radiación cósmica.
Mientras que la mayoría de nosotros pensamos en el espacio como un vacío interminable e inmutable, la astrónoma Rosine Lallement de la Universidad de Ciencias y Letras de París en Francia dice que es todo lo contrario. A mayor escala, el vacío del espacio tiene innumerables regiones distintas, cada una con su propio carácter independiente.
La profesora Lallement descubrió en 1992 que todo el sistema solar estaba dentro de una gran nube de polvo y gas —de unos 10 años luz de diámetro— que los científicos han denominado Nube Interestelar Local. Investigaciones posteriores mostraron que estamos saliendo de esa burbuja cósmica masiva y hacia otra llamada Nube G.
El efecto de mudarse a un nuevo reino del espacio es en gran parte desconocido.
Un área del espacio con una composición significativamente diferente podría ejercer más presión sobre la heliosfera —la casi inimaginablemente enorme burbuja de partículas cargadas del Sol que protege a los planetas de la radiación ionizante cósmica—.
Crédito: P.C. Frisch/Universidad de Chicago.
Los niveles de radiación son hasta 10 veces más altos más allá de los límites de la heliosfera.
Una zona de mayor densidad podría potencialmente ejercer más presión sobre la heliosfera, permitiendo que más rayos cósmicos dañinos ingresen al sistema solar interior.
Y si bien la Nube G parece tener aproximadamente la misma densidad que el reino del espacio que habitamos actualmente, los astrónomos aún no tienen claro qué sucede en los bordes entre estas burbujas, si hay zonas de densidad dramáticamente más alta o más baja separándolas.
Las sonda Voyager ya han atravesado la heliosfera. Incluso los bordes de la heliopausa —el punto en el que el viento solar se une al medio interestelar— son un gran misterio científico. Ambas sondas Voyager, lanzadas en 1977, ahora han cruzado esta barrera, pero los datos de ellas sugieren que, por razones desconocidas, la Voyager 2 tuvo un paso más suave a través de la misteriosa barrera.
El sistema solar, y la Tierra dentro de él, ha estado atravesando la Nube Interestelar Local durante los últimos 60.000 años. Si bien no ingresaremos a la Nube G por otros 2.000 años, es una cantidad de tiempo trivial en términos cósmicos.
Para cuando suceda, solo podemos esperar que los astrónomos del año 4023 tengan una mejor idea de lo que nos espera.
Fuente: New Scientist. Edición: MP.