“Los agujeros negros son claves para desbloquear el universo. En su lugar, se sintetizan a partir de bits de información cuánticos enredados de una manera que se asemeja a un código de computadora inteligentemente construido. Si el universo está diseñado, parece que el diseñador es un programador.
Imagina que encuentras un reloj tirado en el suelo. En una inspección cercana, se verá obligado a maravillarse con su delicada sofisticación y su exquisita precisión. El mecanismo seguramente fue diseñado; debe haber habido un creador. Transponga ‘reloj’ por ‘Naturaleza’ y este es el argumento a favor de Dios presentado por el clérigo William Paley en 1802.
Ahora entendemos que el argumento se ve seriamente socavado por la abrumadora evidencia en apoyo de la teoría de la evolución de Darwin por selección natural. El relojero es la Naturaleza, y es ciego. ‘Hay grandeza en esta visión de la vida’, escribió Darwin, ‘con sus varios poderes, habiendo sido originalmente insuflado en unas pocas formas o en una sola; y que, mientras este planeta ha ido girando de acuerdo con la ley fija de la gravedad, a partir de un comienzo tan simple se han desarrollado, y están evolucionando, infinitas formas más bellas y maravillosas.’
Pero ¿qué pasa con la ley fija de la gravedad, un requisito previo para la existencia de los planetas en los que evolucionaron las infinitas formas? ¿O las leyes de la electricidad y el magnetismo que unen a los animales? ¿O la colección de partículas subatómicas de las que estamos hechos? Quién o qué estableció las leyes; el marco dentro del cual todo gira?
La historia de la física moderna ha sido de reduccionismo. No necesitamos una gran enciclopedia para comprender el funcionamiento interno de la Naturaleza. Más bien, podemos describir una gama casi ilimitada de fenómenos naturales, desde el interior de un protón hasta la creación de galaxias, con una eficiencia aparentemente irrazonable utilizando el lenguaje de las matemáticas. En palabras del físico teórico Eugene Wigner, ‘El milagro de la idoneidad del lenguaje de las matemáticas para la formulación de las leyes de la física es un regalo maravilloso que no comprendemos ni merecemos. Deberíamos estar agradecidos por ello.