Si hay un mundo apasionante es el referente al universo de los bebés. Son criaturas para quienes todo es nuevo, mentes en ciernes asomándose al mundo a través de un cerebro fascinante y en continuo cambio. De hecho, al nacer, tienen cerca de 100 mil millones de neuronas, casi el mismo número de estrellas que hay en la Vía Láctea. El dato es asombroso.
Sin embargo, si interesante es su cerebro, aún lo es más su conducta y el modo en que van entendiendo cómo funciona el entorno que les rodea. Sabemos que sus progenitores son esas figuras de apego esenciales con las que irán asentando conocimientos y habilidades. Sus padres son su referencia, pero ello no evita que todo pequeño sienta curiosidad por aquello que hay más allá.
Un punto que siempre ha interesado a la ciencia es saber cómo juzgan los niños más pequeños lo fiables que son los demás. Cualquiera que tenga un bebé sabe que, en este aspecto, hay dos tipos. Están las criaturas que a todos sonríen y a todos quieren tocar y, después, están los que lloran ante la cercanía de cualquier desconocido.
¿Qué hará que, en un momento dado, ofrezcan su confianza a alguien? La ciencia ya tiene la respuesta y es sorprendente.
Los niños pequeños necesitan comprender desde bien temprano qué figuras son fiables para que les cuiden. Es un mecanismo básico de supervivencia.
Así saben los bebés en quién pueden confiar
Los niños se convierten de manera muy temprana en descifradores natos de señales. Y lo hacen mucho antes de lo que pensamos. De hecho, previo a hablar, ya comprenden muchas más cosas de las que pueden expresar. Así, una de las primeras necesidades que tiene un bebé es saber que está seguro, que las personas que le rodean son figuras confiables y no amenazantes.
Tal razonamiento parece demasiado sofisticado para un bebé de 8 o 10 meses. No obstante, los mecanismos cognitivos más tempranos que llevará a cabo un niño, serán para este fin. La ciencia tiene años buscando comprender cómo saben los bebés en quién pueden confiar; ahora, gracias a una investigación reciente, se desveló esta incógnita.
El Instituto de Tecnología de Massachusetts publicó un trabajo con el cual demuestran, en primer lugar, algo revelador. Los pequeños infieren muy pronto la calidad de las relaciones entre las personas a través un elemento muy concreto que, a continuación, analizamos.
Los bebés necesitan del contacto físico constante de sus cuidadores. Los besos son esos gestos reconfortantes a los que se habitúan de forma temprana y que les permitirán construir con estas figuras un lazo de confianza.
1. El intercambio de saliva: ¿compartes conmigo este helado?
El intercambio de saliva es la señal más decisiva que valorará un bebé para saber si una figura es de fiar. También, para comprender si dos personas tienen una relación estrecha. Admitámoslo, este es un elemento de lo más significativo y que, como bien sabemos, no compartimos con nadie a la ligera.
Los niños ponen su atención en todas esas situaciones vinculadas a la alimentación. ¿Cuántas veces les hemos ofrecido probar eso que nosotros mismos tenemos en el plato? ¿Quién no ha pasado un instante de divertida complicidad compartiendo un helado con su hijo? ¿O dándole un pedacito de esa tarta, sándwich o pizza que nosotros comemos? Sin duda, muchas.
Aquello que un niño se lleva a la boca es muy estimulante y, en el caso de la comida compartida, con sus padres también crea vínculos de confianza.
2. Besos que transmiten amor (y saliva)
Cuando establecemos relaciones cercanas, afectuosas y sólidas, intercambiamos otras acciones que involucran a la saliva: los besos. Si nos preguntamos cómo saben los bebés en quién pueden confiar, esta es otra señal. Las personas que están en su día a día, no solo les sostienen en brazos o los acarician, los besos son ese gesto gratificante que también disfrutan y entienden de forma temprana.
Es más, entre los 8 y 12 meses ya se sienten interesados en las interacciones de su entorno. Entienden que hay afecto entre sus progenitores, porque entre ellos hay besos e intercambio de saliva. Ahora bien, es posible que, llegado a este punto, nos preguntemos por qué a los niños pequeños no les agrada que los desconocidos les besen.
Este gesto resulta invasivo y, si bien lo entienden como un factor que media en la construcción de las relaciones confiables, primero debe haberse dado otro hecho. Si queremos ganarnos la cercanía de un niño, compartamos con él la comida. Después, podrán venir los besos.
Los niños pequeños también ponen mucha atención al lenguaje no verbal de los adultos. Saben que los besos solo se producen entre figuras que comparten un vínculo estrecho.
3. Para apaciguar los miedos y la angustia… Besos
El modo en que saben los bebés en quién pueden confiar parte de otra experiencia. Si hay una emoción que sufren con frecuencia los niños pequeños es la angustia. Temen que nadie les consuele, la soledad, no ser alimentados ni protegidos, el vacío de la oscuridad en la noche y carecer de contacto físico.
Los besos también actúan aliviando miedos y angustias, reconfortan y los hacen sentir seguros. Si cuando asoman los terrores en sus mentes infantiles, alguien les socorre con este gesto sencillo, el estrés se reduce. Recordemos, besar es una caricia con saliva que libera grandes dosis de endorfinas y, con ellas, se fortalecen los vínculos. Esto es algo que los pequeños descubren a las pocas semanas de vida.
Conclusión
Los bebés son criaturas vulnerables, pero extraordinariamente poderosas. Se nutren del afecto y es, desde el regazo del amor, desde donde descubren el mundo con seguridad e infinita curiosidad. Son pequeñas máquinas de aprendizaje, lectoras de gestos sociales, de sutiles señales que a nosotros nos pasan desapercibidas, pero que, para ellos, son faros de descubrimientos.
Sus cerebros, entramados neuronales complejísimos en constante cambio, se organizan a través de interacciones muy básicas, instintivas y casi atávicas. El contacto físico y la sensación de seguridad y protección lo es todo. Es cierto que pensar en la saliva como ese elemento que actúa como indicador de confianza, nos puede sorprender.
Sin embargo, basta con deducir esas situaciones donde solemos intercambiarla: ofrecernos comida y los besos son andamiajes en las relaciones humanas. Los bebés lo saben, así que no dudemos en promover estas experiencias tan gratificantes.
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