Seis de cada diez españoles acudirán a alguno de los desfiles, pero muy pocos asistirán a los oficios de Jueves o Viernes Santo; unas celebraciones cada vez más culturales y menos religiosas en un país en el que el catolicismo pierde fuelle año tras año
“ ¡…Oh no eres tú mi cantar / No puedo cantar ni quiero / a ese Jesús del madero / sino al que anduvo en la mar!” Este lunes, el televisivo padre Damián cantaba una saeta en un programa de Antena 3. Y elegía para la ocasión el texto de Antonio Machado, popularizado en los años setenta por Joan Manuel Serrat. Un paradigma perfecto de lo que son hoy las celebraciones de Semana Santa en España: días de vacaciones, pero también de una devoción muy alejada de lo eclesiástico. En una España laica, son muchos, muchísimos los que participan de las procesiones de sus pueblos, pero pocos, muy pocos, los que acuden a misa a los Oficios de Jueves o Viernes Santo o a la Vigilia Pascual.
Las procesiones de Jueves y Viernes Santo, a salvo de lluvias
En Semana Santa, los cristianos conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Los no creyentes, unos días de descanso. Unos y otros, o al menos eso dicen las encuestas, participan mayoritariamente en las 14.848 procesiones repartidas por toda España (aunque solo 4.741 están inscritas en el Registro de Entidades), en las que procesionan más de tres millones de personas, además de los que las siguen en calles repletas, especialmente las tardes de Jueves y Viernes Santo.
Calles llenas, iglesias vacías
Y es que, tal y como reveló la encuesta del CIS del pasado mes de marzo, el 61% de los españoles afirma acudir a las procesiones de Semana Santa. Casi una cuarta parte lo hace ‘normalmente’ (23%), mientras que un 38% lo hace ‘en alguna ocasión’, prácticamente la misma cifra de los que dicen no asistir ‘nunca’ a los cortejos. Cambian las tornas, en cambio, a la hora de hablar de la participación en las misas de estas jornadas, a las que sólo acuden, con cierta asiduidad, el 14,2% de la población, mientras que más de la mitad (55,6%) no lo hace nunca.
14.024 cofradías y hermandades sacan a las calles de los pueblos de España 20.871 imágenes y grupos escultóricos, lo que las convierte en el movimiento asociativo más importante de España. “La principal ONG de este país”, señala un importante eclesiástico, que defiende la labor de los cofrades más allá de la Semana Santa, y que se vio especialmente durante la pandemia, cuando los cofrades abrieron las puertas de sus hermandades como improvisados economatos solidarios. Muchas hermandades trabajan con presos (algunas de ellas, en pleno siglo XXI, continúan teniendo el privilegio de ‘liberar’ a un preso, previa aprobación del Consejo de Ministros –este año fueron seis–), y otras colaboran en programas de rehabilitación de drogadictos, menores tutelados o rehabilitación de edificios.
Los datos –dados por buenos pero nunca validados por estadísticas oficiales– hablan de cerca de tres millones de hombres (y, cada vez más mujeres, aunque muchas continúan siendo vetadas o se les impide participar como costaleras o ser Hermanos Mayores) miembros de cofradías y hermandades. Sólo en Córdoba, 300.000 de los 800.000 habitantes pertenecen a una cofradía, una decisión que se transmite de generación en generación, y que establece un vínculo personal, familia y económico: formar parte de una cofradía oscila entre los 10 y los 70 euros mensuales, mientras que la indumentaria para salir de nazareno en una procesión puede suponer entre 350 y 900 euros.
Militares y políticos en las procesiones
Una realidad, la de los pasos procesionales, que trasciende los conceptos de derecha e izquierda. “Hay muchos cofrades ateos, que no quieren saber nada de la Iglesia ni de los obispos, pero no les toques a su Virgen”, apunta un costalero, con décadas de oficio en la Semana Santa sevillana, una de las más famosas del mundo. Políticos de distinto signo, actores, militares, policías y bomberos (ni los ministerios de Defensa o Interior, ni las corporaciones municipales tienen un listado de funcionarios que participan, con uniforme oficial, en las marchas procesionales, aduciendo la libertad individual y la ley de protección de datos) son imagen usual en las procesiones de España. Este jueves, la Legión porta en brazos al Cristo de la Buena Muerte, con la ministra de Justicia, Pilar Llop, junto al obispo de Málaga, Jesús Catalá, como ilustres invitados.
Es uno solo de los más de 200 ejemplos de participación de las Fuerzas Armadas en las procesiones, amparadas en una resolución de 2011 del Tribunal Constitucional, que justifica cómo “cuando una tradición religiosa se encuentra integrada en el conjunto del tejido social de un determinado colectivo, no cabe sostener que a través de ella los poderes públicos pretendan transmitir un respaldo o adherencia a postulados religiosos”.
Algo que, para Europa Laica, es una “vulneración de la neutralidad exigible a las instituciones públicas”, al tiempo que reclama a las policías municipales, Policía Nacional, Guardia Civil y a todo cargo público no participar “en condición de tales en estos eventos confesionales”. Una petición que, pese a vivir en un Estado laico, cae en saco roto todos los años. También, en el caso de los políticos, que todos los años –y especialmente este, tan cerca de una campaña electoral– participan en su mayor parte de los cortejos, independientemente de la filiación política, aunque después, como a la mayoría de los españoles, no se les vea en los oficios.
¿Y qué opina la Iglesia de esto? Es una realidad que se vive con recelo, pero a la vez con realismo. “Es el único modo de acercar a muchos jóvenes y a muchas familias al misterio de la Cruz”, afirma un vicario general de una importante diócesis andaluza, que defiende la importancia de la religiosidad popular, unida al evidente interés turístico: más de 400 semanas santas son declaradas bienes de interés cultural.
“Cuando la fe se encarna en la cultura popular surge una religiosidad que tiene una forma propia y unas expresiones impulsadas por el pueblo que la acoge y el contexto en que se viven. Los ejercicios de piedad en torno a las fiestas litúrgicas o las celebraciones marianas y de los santos en pueblos y ciudades de España, tienen como objetivo acercar al pueblo cristiano al conocimiento de Dios y a su adoración”, subraya en su web la Conferencia Episcopal española.
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