El Gran Rishi, Bhagavan Sri Ramana Maharshi, a diferencia de la mayoría de los yogis y de muchos santos del día presente, no recomienda las prácticas yógicas como condición para la más elevada y perenne consecución espiritual, llamada por él «autorrealización» o «realización del ser». Rechaza para ese objetivo todas las posturas complicadas, ejercicios de respiración, control de las corrientes pránicas (corrientes del Prana en el cuerpo humano y por tanto de la Naturaleza misma), y demás. De hecho, incluso rara vez los menciona en sus charlas.
Así pues, el Sendero Directo hacia la consecución espiritual, tal como lo muestra el Maharshi, no requiere ninguna postura del cuerpo desacostumbrada, a menudo tan difícil de ejecutar para la mayoría de la gente; ninguno de los esfuerzos del Hatha-Yoga, que pueden ser peligrosos salvo que se practiquen bajo la supervisión directa de un instructor competente, y ninguna práctica mental artificial de concentración. Todas esas cosas no llevan a ningún lado salvo que vayan acompañadas de los elementos de la iluminación espiritual, un hecho que es firmemente subrayado por Sri Shankaracharya en su Viveka Chudamani.
Ahora veo claramente que estas cosas pertenecen a un círculo cerrado y hechizado. Durante años, yo y algunos de mis amigos ocultistas más próximos, practicamos muchas clases de «yogas externos» (he acuñado esta palabra para distinguirlas del Maha-Yoga o Sendero Directo), pero sin resultado alguno digno de nuestros esfuerzos. Desde luego que algunos de estos ejercicios fueron buenos para nuestra salud física, especialmente para calmar los nervios, cultivar una bella voz, y así sucesivamente.
Pero estos beneficios sólo permanecieron con nosotros mientras continuamos ejecutando regularmente los ejercicios. Una pausa de incluso pocas semanas nos privaba de todos los beneficios duramente merecidos a costa de tantos esfuerzos y pérdida de tiempo. No pude obtener así una paz de mente verdadera y permanente, aunque con tal finalidad hice intenso uso de Japa (repetición) con los mejores mantras.
El Maestro Sri Ramana Maharshi dice lo mismo, y mucho más. Afirma que el control de la mente, conseguido por cualquier medio excepto el de Vichara (indagación sobre Uno Mismo) será sólo temporal, pues la mente retornará invariablemente a sus actividades espontáneas. «Lo que no es natural», dice el Sabio, «no puede ser permanente, y lo que no es permanente no es digno de que se luche por ello». ¿Qué persona razonable estaría en desacuerdo con el Gran Rishi? ¿Quién no puede ver que no hay posibilidad o esperanza de realización si se llevan a cabo métodos inadecuados? Porque entonces uno simplemente no tiene tiempo para el trabajo apropiado con el único instrumento, el Vichara.
La vida es demasiado corta para gastarla cuando estamos trabajando sinceramente por la consecución. Más aún, para la mayoría de los aspirantes, tanto en Oriente como en Occidente, las prácticas ocultas complicadas requieren invariablemente una reorganización de la vida cotidiana bastante diferente y usualmente demasiado difícil. Estos cientos de ejercicios, posturas, oraciones, invocaciones y meditaciones, son todos incompatibles con los recursos y posibilidades de la vida normal de una persona corriente. Pocos aspirantes poseen la riqueza suficiente como para permitirles retirarse completamente de la actividad externa de este mundo visible.
Pero este Sendero Directo, la vía de Maharshi, es posible y es adecuada a cualquiera lo suficientemente maduro como para entrar en él, no importa si es hombre o mujer, joven o viejo, rico o pobre, instruido o iletrado. Este Sendero puede ser seguido secretamente, de modo que el mundo exterior nunca sabrá que un hombre está ocupado en una profunda e intensa búsqueda. Esto significa que hay una reducción al mínimo de los obstáculos externos permitidos por el karma del hombre.
Asimismo, no es cuestión de leer innumerables libros. La multiplicidad de teorías con sus incontables libros, las numerosas sectas y religiones con su casi invariable hostilidad de una para con las otras, todas muestran una falta de unidad que simplemente prueba que en ellas puede encontrarse muy poca verdad o ninguna.
Pero el Sendero Directo nos da inmediatamente una clara visión de nuestro objetivo último y único. El proceso de adquirir las virtudes se invierte. No necesitamos buscarlas, pues llegan de acuerdo a la medida de nuestro avance a lo largo del sendero.
Sólo el Sendero Directo nos dice desde el primer paso adónde vamos y porque. Nuestra renuncia a este mundo irreal, aunque no usualmente conocida por quienes nos rodean, adquiere un carácter natural y razonable, y no el de la imaginación o el de un sueño nebuloso.
Sri Ramana Maharshi apoya la teoría del Vedanta-Advaita que reconoce sólo una cosa real, el Atman, Ser o espíritu. En su Viveka Chudamani Shankaracharya dice: «Todo este universo, conocido a través de la mente y del habla, es el espíritu…» Si seguimos el desarrollo de esta filosofía hasta su raíz, veremos que la evanescente contra-parte material del hombre es como si no existiese. El Maestro del Sendero Directo, Sri Ramana Maharshi, ahora sentado en su sofá frente a mí, es el mayor destructor de ilusiones
Cuando caemos en la cuenta de que existe un sendero infalible hacia la meta final, la alegría de ese conocimiento es abrumadora. Esta es el agua que sacia la sed humana. Quienes buscan, encuentran. Pero la búsqueda debe ser la de lo más elevado, y no meramente de ilusiones más o menos exaltadas. La virtud cardinal de la discriminación juega un papel primordial en tal búsqueda. Pues cuando el Sendero Directo se vuelve visible, todos los demás desaparecen como si nunca se los hubiera buscado. No hay necesidad alguna de «rechazo» por parte del discípulo. Simplemente parece olvidar lo que es mejor olvidar, y recuerda sólo lo que debe recordarse.
En lo profundo de nuestros corazones yace una fuente, de la que tan a menudo habló el Maestro, Sri Ramana Maharshi. Puede compararse al centro de un círculo, a partir del cual podemos ver en todas direcciones, y además que ninguna otra posición puede darnos tal ventaja. Ahora comprendo plenamente por qué el sendero de Maharshi es llamado también el Sendero del Silencio Interior.
Id directamente a la fuente de toda verdad en vuestro centro espiritual de silencio en vuestro corazón, pues la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, y detrás de este axioma geométrico se esconde una verdad mística. Aceptadlo, y el Sendero Directo estará ya bajo vuestros pies. No hay necesidad alguna de buscarlo en otra parte. «Un viaje de mil millas comienza con un solo paso» pero si no se da este «primer paso», el viajero permanecerá en su punto de partida. Sin el conocimiento de «quiénes somos», permanecemos espiritualmente inamovibles.
El Sendero Directo puede ser comparado a un poderoso río, fluyendo tranquilo y majestuosamente hacia el océano infinito del Nirvana, Brahman, o el reino de los Cielos, no importa cómo denominemos al objetivo último de todo ser. Los yogas, las religiones, las sectas, los sistemas filosóficos, las sociedades ocultas y espirituales, todos pueden considerarse como arroyos menores que fluyen hacia y entregan sus aguas al mismo gran río, teniendo de ahí en adelante el mismo curso directo hacia el océano.
Quienquiera que conozca el oculto Sendero Directo no desperdiciará tiempo en seguir vías menores. Todos los esfuerzos se concentrarán en la sola idea de «¿Cómo entrar en la gran corriente que fluye directamente hacia el océano?» Es posible que dichas personas hayan pasado ya los retorcidos senderos laterales en vidas anteriores, y que su experiencia les conduzca ya hacia la última gran ruta, de suerte que los arroyos laterales no tienen atractivo para ellos.
Mouni Sadhu (1897-1971) fue el seudónimo de Mieczyslaw Demetriusz Sudowski, un autor de temas místicos y esotéricos. Nació en Varsovia, (Imperio ruso, actual Polonia) finalmente se convirtió en un ciudadano australiano. Destacó como escritor Occidental en temas de Hermetismo y de Yoga tradicional de la India. Sus dos mayores influencias personales fueron el esotérico ruso G.O. Mebes y Ramana Maharshi, respectivamente. El nombre «Mouni Sadhu» significa «silencio (Mouni) santo (Sadhu)» en sánscrito. En 1949, pasó varios meses en el ashram de Ramana Maharshi en Arunachala, la India, donde estudió Vedanta Advaita. Él describió esta experiencia en su libro En días de gran paz. Sadhu afirmó que su contacto con Ramana le llevó a alcanzar el nirvikalpa samadhi. En casi todos los libros posteriores Sadhu rindió homenaje a Ramani Maharshi como el “último de los grandes sabios indios”.
Más información