Ser libre no es tener mil modelos entre los cuales elegir, sino construirte a ti mismo

modelos a seguir

Las nuevas generaciones no necesitan más modelos a seguir, sino más autodeterminación. No necesita un «supermercado» lleno de ídolos e influencers entre los cuales elegir, sino más libertad para ser ellos mismos. No necesitan más colectivos a los que sumar, sino más espacio para dejar fluir la autenticidad.

La diferencia parece nimia, pero no lo es porque cuando se mira demasiado fuera, se busca poco dentro. Cuando se buscan respuestas en los demás, se anestesia el pensamiento. Cuando se imitan modelos, se desoye la voz interior. Cuando se pertenece a una tribu, se asesina la individualidad.

La etiqueta con la que nos identificamos también nos limita

El proceso de construcción de la identidad es complejo y dura toda la vida. A veces pasamos por fases confusas en las que ponemos en entredicho quiénes somos y qué queremos o en qué dirección orientaremos nuestra vida.

En muchas ocasiones esas fases vienen acompañadas de emociones como la desorientación, la incertidumbre, el miedo, la falta de sentido o incluso el vacío. Perder la brújula que antes nos guiaba puede precipitarnos en una sensación de caos.

Obviamente, esas sensaciones no suelen ser agradables, de manera que muchas personas intentan exorcizarlas lo antes posible. Acuciadas por la evitación experiencial , buscan soluciones rápidas. Pero en vez de buscar las respuestas en su interior, miran a su alrededor.

Entonces se encuentran un supermercado atiborrado de diferentes modelos a seguir. Hay grupos y colectivos a la carta. Famosos, influencers y personajes públicos a imagen y semejanza de sus seguidores – o viceversa.

Solo hay que elegir a qué colectivo pertenecer, con qué modelo identificarse, qué eslogan gritar o qué símbolo tatuarse en la piel. Colgarse esa etiqueta se convierte en una promesa de seguridad, pertenencia e identidad.

Sin embargo, la etiqueta que nos define también nos limita.

Elegir un modelo – por muchos que existen y variados que sean – nunca es un acto de libertad personal. No somos cuando libres elegimos entre una serie de opciones predeterminadas. La libertad no es elección sino creación y, sobre todo, autodeterminación.

Ser libre no es elegir un modelo a seguir sino crear día tras día la persona en la que queremos convertirnos. Ser libre no es escoger entre diferentes referencias políticas, religiosas o culturales sino construir idea a idea nuestra propia visión del mundo. La libertad, en definitiva, no se mide por la capacidad de elegir sino por la capacidad para pensar y ser únicos.

El supermercado moderno de modelos de comportamiento

La palabra determinación proviene del vocablo tèrminus y se refiere a un confín o un límite. Implica circunscribir algo o alguien determina ciertas barreras o fronteras. Todo aquello que nos determina, nos limita. Incluso las opciones se configurarán en un límite.

La autodeterminación implica un cambio en las reglas del juego porque significa que somos nosotros quienes establecenmos esos límites, no son impuestos externos por la cultura, sociedad o sino que derivan de una época de ejercicio consciente de reflexión. Son el resultado de la madurez intelectual y emocional.

No obstante, como el objetivo de cada sociedad es sobrevivir manteniendo el statu quo – una constante incluso en tiempos de cambio – empuja a sus ciudadanos a elegir entre una serie de modelos preestablecidos, en vez de fomentar su autodeterminación. Cada sociedad, cada cultura y cada época tienen, invariablemente, unos modelos que promocionan de manera activa para lograr que sean más apetecibles o parezcan más valiosos.

A la sociedad no le sale a cuentas promocionar la autodeterminación porque su modelo solo puede perpetuarse gracias a la conformación de grupos etiquetables y manipulables. Ejemplo de ello es que estamos viviendo en “ una nueva moral que censura y categoriza ” todo aquello que no encaja en su sensibilidad, como escribió Caroline Fourest en su ensayo “Generación ofendida”. Con cierta nostalgia, la periodista escribió que “ en mayo de 1968 la juventud soñaba con un mundo en el que estaba ‘prohibido prohibir’. Hoy, la nueva generación solo piensa en censurar aquello que la agravia u ofende ”.

Las ofensas y los modelos a seguir han cambiado, pero el mecanismo de censura en la base sigue siendo el mismo porque es el que garantiza cierto nivel de obediencia y conformidad. A través de ese mecanismo, la sociedad nos anima a buscar fuera de nosotros mismos ídolos y con los cuales modelos identificarnos, en vez de realizar un ejercicio de introspección para encontrar nuestra propia voz. Eso genera una falsa sensación de libertad.

Sin embargo, el problema es que esos modelos – por muy amplios o variados que sean – no pueden contener la riqueza de una persona. A la larga, terminan siendo moldes estrechos, por lo que para encajar en ellos tendremos que empequeñecernos, mutilarnos y renegar de nuestra unicidad.

Encajar en un molde es la receta segura para la frustración y la insatisfacción vital porque, por mucho que nos identifiquemos con un modelo o una etiqueta, nunca serán más que un pálido reflejo de lo que llegaremos a ser.

Por eso, las nuevas generaciones no necesitan más modelos a seguir sino una educación que potencia la autodeterminación. No necesitan que les digan qué pensar, sino que los animen a pensar. Necesitan menos respuestas y más preguntas. Menos opciones y más capacidad creativa. Y todo eso, sin perder de vista que el otro también tiene derecho a ser, expresarse y elegir su camino en el mundo.

Ser libre no es tener mil modelos entre los cuales elegir, sino construirte a ti mismo

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