Seguramente te haya pasado. De repente percibes un olor y tu mente se traslada a tu infancia o te invade la nostalgia. Es lo que le ocurría al narrador de la novela ‘En busca del tiempo perdido’ de Marcel Proust al comer una magdalena con una taza de té. También puede ocurrir al revés: que un aroma determinado te recuerde a aquella receta que, en su día, te causó una tremenda indigestión. La repulsión es instantánea, ¿verdad? Como explicamos a continuación, esta situación, conocida como ‘efecto proustiano’ se debe a que los estímulos olfatorios, a diferencia del resto de sentidos, llegan de forma directa al cerebro y se procesan junto a las estructuras que gestionan las emociones y los recuerdos.
Un sentido antiguo que viaja directo al cerebro
Carmen Agustín, bióloga, doctora en neurociencias e investigadora del sistema olfativo en la Universitat de València, ha explicado a Maldita.es que, junto al gusto, el sentido del olfato es el más antiguo de todos en términos evolutivos. Así, a diferencia del resto del flujo de información que generan los otros sentidos, el sistema olfativo va directo de la nariz al bulbo olfatorio, una estructura ubicada en el cerebro. En cambio, las otras herramientas de percepción pasan por el tálamo antes, otra estructura del sistema nervioso que supone una estación intermedia en el procesamiento sensorial, aclara también a Maldita.es Alfonso Santamaría, otorrinolaringólogo y miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).
Ubicación de los nervios y del bulbo olfatorio. Fuente: Patrick J. Lynch.
Otra característica exclusiva del olfato, como señala Santamaría, es que es el único sentido “que está expuesto al exterior, porque las fibras nerviosas van directas desde la nariz” mientras que el resto de neuronas sensoriales están protegidas. Por ejemplo, el nervio óptico surge desde la retina, separado del exterior por todo el globo ocular.
El olfato está conectado con el sistema que gestiona las emociones y la memoria
La información olfativa, tras pasar por el bulbo olfatorio, llega a la corteza cerebral. El resto de sentidos también conducen sus señales a esta parte del cerebro. Pero la ubicación de la parte de la corteza donde se procesa el olfato es clave en su capacidad de evocar emociones y recuerdos.
El bulbo olfatorio envía la información a una zona de la corteza “directamente relacionada con el sistema límbico, una parte del cerebro encargada de la memoria y las emociones”, aclara el otorrinolaringólogo. En concreto, el bulbo olfatorio se conecta de forma directa con la amígdala y con el hipocampo.
La amígdala, como explica Santamaría, es la encargada de la respuesta emocional, de conectar los estímulos de los sentidos con la parte emocional. Por último, el hipocampo se encarga del aprendizaje y de la consolidación de la memoria, al convertir los recuerdos recientes en duraderos.
“Esta conexión directa hace que el olfato sea el sentido que más recuerdos nos evoque y que más nos perdure en la memoria”, resume el otorrinolaringólogo. De hecho, esta capacidad del olor de generar recuerdos y emociones es usada en neuromarketing para asociar marcas a olores.
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