Una cascada de color rojo brillante no es algo que esperarías ver en el paisaje helado de la Antártida, pero eso es exactamente lo que brota del pie del glaciar Taylor. Ahora, un equipo de científicos afirma haber resuelto el antiguo misterio detrás de este raro fenómeno.
Crédito: Peter Rejcek.
La vista extraña y aparentemente espeluznante fue descubierta por primera vez en 1911 por el geólogo Thomas Griffith Taylor, quien la atribuyó a las algas rojas. Solo medio siglo después se identificó que el color carmesí era causado por sales de hierro. Lo más intrigante es que el agua comienza clara pero se vuelve roja poco después de emerger del hielo —ya que el hierro se oxida al exponerse al aire por primera vez en milenios—.
El nuevo estudio ha ido un paso más allá y examinado las muestras del agua a nivel microscópico para descubrir que el hierro aparece de una forma inesperada. Técnicamente, no es un mineral, sino que toma la forma de nanoesferas, 100 veces más pequeñas que los glóbulos rojos humanos.
«Tan pronto como miré las imágenes del microscopio, noté que había estas pequeñas nanoesferas y que eran ricas en hierro, y tenían muchos elementos diferentes además del hierro —silicio, calcio, aluminio, sodio— y todos variaban», dijo Ken Livi, autor del estudio. «Para ser un mineral, los átomos deben estar dispuestos en una estructura cristalina muy específica. Estas nanoesferas no son cristalinas, por lo que los métodos utilizados anteriormente para examinar los sólidos no las detectaron».
Implicaciones extraterrestres
Hace solo unos años, los científicos lograron rastrear el agua de la «sangrienta» cascada hasta su fuente: un lago subglacial extremadamente salado bajo alta presión, sin luz ni oxígeno, y un ecosistema microbiano que permaneció aislado durante millones de años.
Esto implica que la vida podría existir en otros planetas en condiciones igualmente inhóspitas, pero es posible que no estemos enviando el tipo de equipo adecuado para detectarla.
«Nuestro trabajo ha revelado que el análisis realizado por los rovers en Marte es incompleto para determinar la verdadera naturaleza de los materiales ambientales en las superficie», advirtió Livi. «Esto es especialmente cierto para los planetas más fríos como Marte, donde los materiales formados pueden ser nanométricos y no cristalinos. En consecuencia, nuestros métodos para identificar estos materiales son inadecuados. Para comprender verdaderamente la naturaleza de las superficies de los planetas rocosos, sería necesario un microscopio electrónico de transmisión, pero actualmente no es factible colocar uno en Marte».
La investigación fue publicada en la revista Frontiers in Astronomy and Space Sciences.
Fuente: New Atlas. Edición: MP.
El misterio de la «cascada de sangre» en la Antártida es finalmente resuelto