Las grandes potencias del mundo están mirando a la Luna con algo más que ilusión. Rusia lanzó el viernes pasado su primera nave espacial con alunizaje en 47 años. En julio pasado, China anunció que planea enviar a sus primeros astronautas durante el 2030. Y la NASA ya está calentando los motores para volver a pisar suelo lunar en 2025 con su misión Artemis. Hay, más que ilusión, mucha ambición. La minería lunar está en los planes de todos.
Nuestra Luna —todavía podemos hablar en plural— tiene muchos recursos de su interés. Agua, posiblemente, en forma de hielo. Además de ser fundamental para la vida humana, puede ser una fuente de hidrógeno y oxígeno que podría usarse para, por ejemplo, fabricar combustible para cohetes.
El suelo lunar también es rico en hierro, silicio y magnesio. Un reporte de Boing, la multinacional estadounidense, explica que también podría encontrarse escandio, el itrio y lantánido. Estos son metales utilizados en la fabricación de computadoras, teléfonos inteligentes y otros artefactos tecnológicos.
Y está el helio-3, un isótopo muy raro en la Tierra. China anunció el año pasado que descubrió un nuevo mineral en la Luna, llamado Changesite-(Y), rico en helio-3. La NASA, por su parte, estima que hay un millón de toneladas de este elemento. Se valora mucho este recurso porque podría proporcionar energía nuclear en un reactor de fusión. Según la Agencia Espacial Europea, sería incluso más seguro, porque no es radiactivo y no produciría desechos peligrosos. Por todo esto, se está acelerando la carrera espacial.
El plan de la NASA sobre la minería lunar
Todavía no está claro cómo funcionaría la minería lunar. En principio, es necesaria una infraestructura que todavía no existe. Pero la NASA, por supuesto, ya tiene idea de por dónde comenzar.
La agencia espacial de Estados Unidos ha dicho que espera comenzar a excavar suelo lunar en 2032. Artemis, la misión con la que los humanos volverán a pisar la Luna luego de más de 50 años, pretende analizar y cuantificar la presencia de recursos de interés comercial, con el objetivo de atraer inversiones privadas.
«Estamos invirtiendo en la fase de exploración, en comprender los recursos… para que la inversión externa tenga sentido y pueda conducir al desarrollo y la producción», dijo Gerald Sanders, científico de cohetes en el Centro Espacial Johnston de la NASA, en la Conferencia Mundial de Minería celebrada en junio pasado.
Se espera que los primeros clientes sean compañías comerciales de cohetes, como SpaceX y Blue Origin, u otras empresas privadas que ya colaboran con la NASA. Blue Origin, liderada por Jeff Bezos, ya desarrolló un proceso patentado que le permite convertir piedras lunares en celdas solares. El multimillonario, también fundador de Amazon, está a la espera de ponerla a prueba en el entorno real.
La NASA dijo en junio que enviaría este año una plataforma de perforación de prueba a la luna. También está desarrollando un rover junto con la Agencia Espacial Australiana, que recogerá nuevas muestras a partir de 2026. Usando otros equipos que serán enviados a la luna con este robot, la NASA intentará extraer oxígeno contenido en óxidos de la superficie lunar.
El proyecto de excavación para 2032 es a gran escala e incluye una planta piloto de procesamiento. La NASA ha destacado que todos estos avances son un paso fundamental para establecer los primeros asentamientos humanos en la Luna. Esto también habilitaría una escala para las futuras misiones a Marte. La idea, en un futuro, es fabricar muchos de los instrumentos necesarios allá arriba, porque llevarlos desde la Tierra es muy costoso.
Rusia y China, aliados en la carrera hacia la Luna
China fue el segundo país del mundo en plantar su bandera en la Luna, literalmente. Lo hizo en 2020, gracias a una nave no tripulada, con la que además recolecto muestras de rocas lunares. Desde entonces, se ha movido rápido.
Un año después, China puso en órbita el primer módulo de su estación espacial Tiangong, que se traduce como «Palacio Celestial». Desde 2021, el gigante asiático ha lanzado cinco misiones tripuladas a su esta estación.
Aunque más hermético, China ya dijo este año que espera pisar la Luna antes de 2030. Los investigadores de este país están desarrollando una nave espacial tripulada de nueva generación, un módulo de aterrizaje lunar y un vehículo lunar tripulado.
Incluso, antes de llegar con su tripulación, Pekín espera comenzar a construir una base en el polo sur de la Luna con ayuda de un robot, que aproveche el material del suelo de este satélite. Esta funcionaría con energía nuclear, según ha declarado el responsable del proyecto, Wu Weiren. «Queremos impedir que China llegue y diga que el agua es suya», dijo Bill Nelson, administrador de la NASA, en una entrevista, en la que reconoció el potencial espacial de su rival.
Y luego está Rusia, que quiere reclamar su lugar en la contienda espacial. La sonda robótica «Luna-25» despegó con éxito el viernes pasado. Moscú no había enviado una misión como esta al satélite de la Tierra desde 1976. Al igual que Estados Unidos y China, los rusos están apuntando al polo sur de la Luna, donde todos esperan encontrar agua.
Moscú quiere con esta misión ser la primera nación en alcanzar el polo sur del satélite. Es una carrera a contra reloj, porque se espera que una misión de la India también llegue este mes. Rusia, sin embargo, dijo que la suya llegaría el 21 de agosto, dos días antes. La Academia de Ciencias diseñó un brazo robótico que no regresará a la tierra, sino que evaluará muestras en el sitio. Estados Unidos le ha restado importancia: «La verdadera carrera espacial está entre nosotros y China», dijo Nelson la semana pasada en conferencia de prensa.
¿Hay algo en la ley sobre la propiedad del suelo lunar?
Las Naciones Unidas crearon en 1966 el Tratado del Espacio Exterior. El acuerdo establece que ninguna nación puede reclamar soberanía sobre la luna. También determina que la exploración espacial debe tener un gran objetivo: beneficiar a todos los países.
Más tarde, en 1979, aparece el Tratado de la Luna, en la que se incluye a actores privados. Ninguna parte de la Luna, dice el documento, «será propiedad de ningún Estado, organización internacional (intergubernamental o no gubernamental), organización nacional o entidad no gubernamental o de cualquier persona física». Pero solo una veintena de países lo han firmado. En la lista no están China, Rusia ni Estados Unidos.
«La minería espacial está sujeta a una política o gobernanza existente relativamente pequeña, a pesar de estos riesgos potencialmente altos», explica un artículo de RAND Corporation, una organización sin fines de lucro sobre investigación. La minería lunar «crea el potencial de conflicto entre Estados-nación en competencia, así como entre actores no gubernamentales»
Barack Obama, expresidente de Estados Unidos, firmó en 2015 una ley que otorgaba a las empresas privadas el derecho a poseer recursos que extraían en el espacio. «Creemos que podemos extraer y utilizar los recursos de la Luna, al igual que podemos extraer y utilizar el atún del océano», dijo en 2020 el entonces administrador de la NASA, Jim Bridenstine.
La NASA impulsa una nueva iniciativa desde 2020. La agencia espacial estadounidense anunció entonces los Acuerdos de Artemis, llamados así por su programa lunar. Propone establecer «zonas de seguridad» que deberían ser respetadas, para prevenir conflictos. También propone una «extracción de recursos segura y sostenible», al mismo tiempo que recoge lo dispuesto por el tratado de 1966. Ya 28 países han firmado el acuerdo regulatorio. Rusia y China, por supuesto, no están en el grupo.
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