En verano de 1830, Víctor Hugo afrontaba una fecha límite: le había dicho a su editor que en febrero de 1831 habría acabado el libro, pero prácticamente no había escrito nada y solo faltaban 6 meses para que acabara el plazo de entrega.
Victor Hugo había estado perdiendo el tiempo, dedicándose a otros asuntos, evitando hacer el trabajo con el que se había comprometido. Sin embargo, finalmente el libro fue publicado en la fecha acordada. El libro en cuestión era “Nuestra Señora de París”.
¿Cómo lo logró?
El escritor desarrolló un plan para vencer su procrastinación: recogió toda su ropa y la guardó bajo llave. Luego tiró la llave, de manera que se quedó sin nada que ponerse para salir a la calle, salvo una bata. Así el escritor se obligó a quedarse en casa y dedicarse a escribir el libro sin distracciones. A inicios de enero de 1831, el libro estaba acabado y se convirtió en un éxito, como cuenta James Clear en su libro «Hábitos Atómicos«.
A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión lo que a Victor Hugo, hemos sido víctimas de lo que los filósofos griegos llamaban akrasia.
¿Qué es la akrasia?
La akrasia o acrasia, proviene del griego ἀκρασία, un término usado por Aristóteles en “Ética a Nicómaco”. Desde el punto de vista etimológico, akrasia se deriva del sustantivo kratos que significa “fuerza” o del verbo kratein que se refiere a la “regla” mientras que el prefijo α implica una negación. Por tanto, los filósofos usaban este término para referirse a una “voluntad débil”, la “falta de control sobre uno mismo” o las “acciones insensatas”.
También se utiliza para indicar aquellos comportamientos que van en contra de nuestros intereses a largo plazo. Se refiere específicamente a esos momentos en los que hacemos algo cuando sabemos que deberíamos hacer otra cosa, pero carecemos de la fuerza de voluntad suficiente para tomar la mejor decisión. Por tanto, la akrasia se convierte en un obstáculo que nos impide lograr nuestros objetivos.
De cierta forma, es un acto irracional. La akrasia se produce cuando elegimos un camino a sabiendas de que existe una alternativa mejor. Eso significa que el comportamiento acrático es consciente. O sea, puede que no sea lógico, pero somos conscientes de que no es la mejor opción.
Por ejemplo, comer un dulce hipercalórico cuando nos hemos propuesto seguir una dieta y tenemos la posibilidad de elegir una opción más saludable, es un acto acrático. Sin embargo, no lo sería si no estamos a dieta y no somos conscientes de sus consecuencias.
Por consiguiente, para que se produzca un acto acrático es necesario que coincidan tres elementos:
- Libertad de decisión, o sea, la existencia de otras opciones de comportamiento.
- Conocimiento de la elección positiva o más conveniente.
- Intención de elegir una alternativa poco idónea que va en contra de nuestros objetivos o intereses.
Los filósofos griegos incluso fueron un paso más allá y clasificaron la akrasia teniendo en cuenta lo que se fija en la parte racional, la parte traicionada por el deseo:
- Astheneia, indica la debilidad cuando la decisión se produce después de una deliberación. O sea, cuando no tenemos suficiente fuerza de voluntad para ser consecuentes con la decisión que hemos tomado.
- Propeteia, se refiere al acto impulsivo, el cual se produce cuando no hay esa deliberación pausada, sino que actuamos dejándonos llevar por nuestros primeros impulsos.
¿Por qué se produce la akrasia?
Aunque desde el punto de vista lógico y filosófico la akrasia no tiene mucho sentido, lo cierto es que nuestras decisiones y comportamientos no siempre son racionales. La akrasia, que también contiene mucho de procrastinación y dilación, puede deberse a un fenómeno que en Psicología se conoce como “inconsistencia temporal”.
Básicamente, significa que solemos preferir las recompensas inmediatas a las recompensas de largo plazo, aunque ello socave nuestras metas. Cuando nos planteamos un objetivo ambicioso, como perder peso o escribir un libro – en el caso de Victor Hugo – necesitamos comprender que tendremos que hacer sacrificios en el presente para obtener una recompensa futura.
Sin embargo, cuando llega el momento de tomar la decisión, pensamos más en el presente que en el futuro, por lo que elegimos el camino que nos brinda una gratificación inmediata. Por tanto, la akrasia es un estado que arrastra la razón, generalmente motivado por la búsqueda de un placer inmediato y el rechazo del dolor que suele provocar la perspectiva del sacrificio.
Por esa razón, ser capaces de retrasar las gratificaciones y mantener el autocontrol suelen ser predictores eficaces del éxito en la vida. Cuando somos capaces de resistir la tentación inmediata y enfocarnos en nuestros objetivos a largo plazo, podemos cerrar la brecha entre dónde estamos y dónde desearíamos estar.
3 estrategias para batir la dilación
1. Fija fechas límite para tus objetivos
Si nos planteamos objetivos demasiado generales, aumentan las probabilidades de caer en la procrastinación, dejando para mañana el esfuerzo y los sacrificios. En cambio, tener una fecha límite establece el horizonte temporal en el que debemos movernos. No es lo mismo decir “voy a hacer ejercicio” que “mañana por la tarde saldré a correr”. Tampoco es igual proponernos perder peso que plantearnos “perder 10 kilos en 10 meses”.
Tener fechas límite nos ayuda a organizarnos mejor y, de cierta forma, añade la dosis de eustrés necesaria para activarnos y lograr nuestras metas. Saber en cuánto tiempo debemos lograr algo nos permite dosificar el esfuerzo e ir dando pequeños pasos cada día que nos acerquen a ese objetivo.
2. Crea obstáculos que eviten la procrastinación
Víctor Hugo decidió obligarse a no salir de casa, para poder enfocarse únicamente en lo que tenía que escribir. No es necesario llegar a esos extremos, pero es conveniente que limitemos nuestras posibilidades de procrastinar y diseñemos un plan de acción de cara al futuro. El truco radica en no tener que tomar la decisión correcta cada vez. Así evitaremos la tentación de ir por un camino que nos aleje de nuestro objetivo.
La mejor manera de hacerlo consiste en estructurar de forma inteligente nuestro entorno. Por ejemplo, si decidimos que vamos a hacer dieta, deberíamos eliminar de casa todos los alimentos “prohibidos”. Asimismo, si tenemos cigarrillos a mano, es más fácil que fumemos. en cambio, si debemos salir a comprarlos, nos lo pensaremos dos veces. La clave consiste en anticiparnos en la medida de lo posible a las situaciones que pueden representar una tentación y nos desvían de nuestra meta para establecer barreras de antemano que nos mantengan en el buen camino. Si no tenemos que tomar la decisión «correcta» cada vez sino que la configuramos de manera predeterminada, nos agotaremos menos mentalmente.
3. Trátate bien a lo largo del camino
Por último, pero no menos importante, debemos tratarnos bien a lo largo del camino porque es probable que sea empinado y recriminarnos no nos ayudará precisamente a subir esa cuesta. De hecho, aunque el autocontrol y la disciplina son importantes para alcanzar nuestros objetivos, también lo es disfrutar del trayecto mientras lo recorremos.
Eso significa que deberíamos desterrar la culpa y la frustración del camino. Habrá momentos en los que cedamos a la tentación. Y es perfectamente normal. Para evitar que se convierta en la norma, podemos planificar días en los que seremos más indulgentes, como por ejemplo, el día en que nos permitiremos un placer calórico en medio de la dieta o que no iremos al gimnasio. Tratarnos con amabilidad a lo largo del camino nos permitirá mantenernos más firmes y llegar en mejores condiciones, de manera que no solo nos sentiremos orgullosos de lo que hemos logrado, sino también de haber disfrutado y aprendido durante ese viaje.
Referencias Bibliográficas:
Clear, J. (2020) Hábitos atómicos. Cambios pequeños, resultados extraordinarios. Editorial Diana: México.
Heatger, N. (2020) The concept of akrasia as the foundation for a dual systems theory of addiction. Behavioural Brain Research; 390: 112666.
Oriol, M. (2014) Tipología de la akrasía en Aristóteles. Revista de Filosofía; 9: 35-54.
Vidotto, G. et. Al. (2006) Akrasia in ancient and modern thought–towards a cognitive model of akrasia. G Ital Med Lav Ergon; 3:(2): 111-8.
Lo que más sigue desconcertándome, después de años de estudio y reflexión, es por qué se produce éste fenómeno. ¿ Por qué nosotros mismos somos nuestro peor enemigo, en ocasiones incluso el único enemigo ?¿ por qué saboteamos nuestros planes sabiendo que lo que hacemos atenta contra nuestro bienestar ?¿ por qué elegimos actuar en contra de nuestra razón e interés, incluso cuando corremos un riesgo real de muerte por ello ?
La respuesta nos muestra por qué la IA nunca podrá ser » humana » y es que somos, esencial y fundamentalmente, seres emotivos; no racionales.
Nuestro inicio en la vida es emotivo. Desde que nacemos generamos emociones que se van asociando con acciones, y después, mucho después llega el desarrollo mental-lógico. Para cuando nuestra razón se hace presente en nosotros, ya tenemos un bagaje inmenso de emociones producto de sensaciones que han producido sentimientos. Y éso es algo que una máquina nunca podrá hacer. Podemos enseñar a pensar, a razonar, pero no a sentir. Y la vida es sentimiento, emoción; no mero análisis, reflexión y pensamiento.
Y la akrasia nos recuerda que ésto es así.
Efectivamente opino lo mismo, hacemos lo que deseamos y deseamos aquello que nos reporta un bienestar.
Normalmente si no hacemos nada por evitarlo, el que desea es el ego, nuestro yo.
Para hacer frente al yo, es preciso convencerse a nivel racional y enfrentarse a él.
La contienda entre el deseo y la razón, salvo casos, suele derivar a favor del deseo.
La única forma efectiva de vencer al deseo, es deconstruir el yo e introducir en nuestras emociones, deseos positivos que nos deparen felicidad continua y no un mero chasquido de satisfacción.
Para eso está la meditación.
También de acuerdo en que una máquina nunca podrá meditar, por que la meditación es el descubrimiento de nuestro auténtico ser, algo que ninguna máquina tiene.
Un saludo