3 hábitos tóxicos en una relación de pareja que la mayoría considera “normales”

Hábitos tóxicos en una relación de pareja

En materia de relaciones de pareja, la mayoría avanzamos por ensayo y error. Tenemos una imagen preconcebida de cómo debe ser el amor, formada por nuestras expectativas, creencias culturales y la percepción de las relaciones que hemos visto al crecer. Sin embargo, a veces esas creencias no se ajustan al día a día de una relación de pareja, por lo que pueden convertirse en hábitos tóxicos que terminen dinamitándola, sin danos cuenta.

Los principales hábitos tóxicos en una relación de pareja que deberíamos erradicar

1. Sacar los trapos sucios del otro continuamente

Estamos tan acostumbrados a la mentalidad mercantilista, que la aplicamos prácticamente sin darnos cuenta en nuestras relaciones. ¿Cómo? Cada vez que llevamos la cuenta de los errores, fallos o deslices del otro y los sacamos a colación en el peor de los momentos: cuando estamos enfadados.

Sin embargo, guardar rencor no es el mejor camino para que una relación prospere. Sacar los trapos sucios solo hará que la otra persona se ponga a la defensiva y la discusión degenere convirtiéndose en un fuego cruzado de reproches. Culparle por lo ocurrido hace un año no solucionará el problema de hoy, solo aumentará la tensión.

Si ese patrón relacional se mantiene a lo largo del tiempo, ambos destinaran gran parte de su energía a llevar la cuenta de los fallos del otro, inmersos en una especie de competición con el objetivo de demostrar que son menos culpables, en lugar de esforzarse por resolver los conflictos que tienen en la actualidad.

¿Qué deberíamos hacer?

Abordar cada problema de manera individual, a menos que algunos de ellos guarden una relación inequívoca. Si tu pareja ha traicionado tu confianza, por ejemplo, la opción es perdonarle o romper. Seguir adelante guardando rencor solo alimentará un patrón tóxico que no beneficiará a ninguno de los dos. Si algo te molestó mucho hace un año, debías haberlo solucionado hace un año. Sacarlo a colación cada vez que os enfadáis solo servirá para acrecentar el malestar y la distancia entre los dos.

2. Convertir la relación en un rehén

Enviar señales a nuestra pareja de que la relación no va por buen camino es importante si queremos enderezarla. Sin embargo, usarla como un arma de chantaje emocional es tóxico. Hay personas que, en vez de enfocarse en el problema o conflicto actual, amenazan la propia existencia de la relación para activar el miedo a la pérdida, el abandono o la soledad.

Por ejemplo, la persona que convierte su relación en un rehén no dirá “a veces te siento distante” cuando su pareja se muestra indiferente, sino que le amenazará diciendo “no puedo estar con alguien que siempre se muestra frío/a”. De esta manera añade un drama emocional innecesario que, con el paso del tiempo, genera malestar y siembra dudas sobre la relación.

Amenazar constantemente con romper la relación terminará generando un ambiente tóxico de desconfianza y falta de compromiso. ¿Cómo podemos comprometernos con alguien que nos obliga a caminar permanentemente sobre la cuerda floja? Como resultado, es probable que más temprano que tarde nos sintamos asfixiados psicológicamente y rompamos una relación que nos genera más estrés que bienestar.

¿Qué deberíamos hacer?

Por supuesto, es importante que expresemos nuestros sentimientos y digamos lo que pensamos, pero sin amenazar la relación y, sobre todo, sin usarla como arma arrojadiza para que la otra persona se sienta culpable. En una relación existen dos responsables. Por tanto, podemos enfadarnos con nuestra pareja y decirle lo que no nos gusta, pero si queremos que la relación funcione, es vital hacerlo desde la responsabilidad y el compromiso mutuos. A fin de cuentas, el amor no usa tonos amenazantes sino notas conciliadoras.

3. Usar a la pareja como un saco de boxeo emocional

Pasamos mucho tiempo con nuestra pareja, de manera que no es extraño que termine convirtiéndose en una especie de “saco de boxeo” en el que descargamos todas nuestras frustraciones. Tras un mal día en el trabajo o una mala racha, no es inusual que aumenten los roces y las discusiones suban de tono.

Culpar a nuestra pareja porque no ha sido comprensiva después de un mal día o porque no es lo suficientemente sensible como para adivinar que no estamos bien, implica hacerle responsable de nuestras emociones. Sin embargo, nuestro estado afectivo es nuestra responsabilidad. Responsabilizar al otro por nuestras emociones es una forma sutil de egoísmo y a menudo también es la expresión de unos límites personales inadecuados que abre las puertas a la manipulación emocional.

Cuando comenzamos a descargar nuestra rabia, desilusiones, miedos y resentimientos en la pareja convertimos la relación en un espacio tóxico. Creamos una doble atadura psicológica porque a nuestro problema inicial se le sumará el conflicto relacional, con lo que solo lograremos acrecentar el malestar. Además, a la larga ambos se convertirán en personas amargadas que no quieren estar cerca el uno con el otro.

¿Qué deberíamos hacer?

Una relación de pareja debe satisfacer nuestras necesidades emocionales de apoyo y comprensión. Nuestra pareja debe validar nuestras emociones, pero eso no significa que su vida tenga que girar en torno a nuestro estado afectivo en todo momento. Existe una diferencia sutil pero importante entre apoyar a una persona y estar obligado a hacerlo en todo momento, aún a costa de nuestro bienestar. Debemos recordar que cualquier sacrificio debe ser una decisión autónoma, no el fruto de una imposición. En una relación madura, cada persona asume la responsabilidad por sus propias emociones.

Obviamente, es mucho más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo en contextos en los que existe una elevada emocionalidad. Sin embargo, vale la pena preguntarnos si estamos trasladando nuestras ideas y creencias preconcebidas sobre cómo debe ser el amor romántico a la relación sin preguntarle a nuestra pareja su opinión. También vale la pena preguntarnos si estamos viendo a nuestra pareja como un activo del que demandamos apoyo y comprensión incondicionales y al que culpamos por nuestro malestar, en vez de verla como un/a compañero/a de vida a quien también debemos apoyar y comprender.

3 hábitos tóxicos en una relación de pareja que la mayoría considera “normales”

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