«Sokushinbutsu»: los budas automomificados del monte Yudono

Los monjes automomificados tienen un estatus de culto en Asia. Te enseñamos qué son, por qué los veneran y qué dice la ciencia sobre ellos.
«Sokushinbutsu»: los budas automomificados del monte Yudono

Cuando se piensa en momificación, casi con seguridad se evocan países como Egipto o Perú. Sin embargo, el arte de momificar cuerpos está presente en la mayoría de las culturas del mundo. Pese a que Asia no es el prototipo cuando se alude a ello, en este vasto continente hallamos casos excepcionales. El mejor ejemplo son los sokushinbutsu, sokushin jobutsu o budas automomificados.

Aunque el término tiene un asidero en todas las naciones con tradición budista, casi siempre se hace referencia a él en el contexto nipón. En efecto, los budas del monte Yudono, en Japón, son los más populares en todo el mundo. Analicemos qué son, cuál es la creencia en torno a ellos y qué dice la ciencia al respecto.

Sokushinbutsu: la automomificación en vida

Tal y como reseña un trabajo divulgado en PLOS ONEsokushinbutsu (即身仏) se traduce como ‘convertirse en un Buda en este mismo cuerpo’. Un significado menos literal es ‘budificados en vida’ o ‘convertirse en un Buda en vida’. Sea como fuere, alude a la práctica de automomificación de los monjes budistas a través de la meditación y el ascetismo.

En los países de tradición budista, el vocablo señala de manera general a los monjes momificados. Por su parte, en Japón adquiere un matiz más preciso; ya que los nipones piensan que estos indujeron su propia muerte a través de la inanición. De hecho, en muchas regiones se cree que las momias en realidad no están muertas, sino en un estado de trance denominado tukdam.


Objetivos e intenciones detrás del ritual

Los monjes se embarcaban en este ritual por una variedad de razones. De acuerdo con un estudio publicado en Expedition Magazine, los motivos más frecuentes eran el honor, el alivio de los sufrimientos y como ofrenda para revertir los males. Este es el caso de muchos sokushinbutsu que se conservan el día de hoy, como por ejemplo Shinnyokai shōnin y Testumonkai shōnin.

Incluso, en la actualidad, los monjes automomificados se veneran con respeto, les hacen ofrendas y peticiones a modo de oraciones. Dado que están en tukdam, sus seguidores piensan que pueden responder a sus demandas. Existe la creencia en algunas regiones japonesas de que muchas hambrunas, pestes y situaciones calamitosas se superaron gracias a ellos.

Origen de los budas automomificados

La tradición argumenta que fue el monje Kōbō Daishi (774-835), fundador de la escuela shingon, quien popularizó la práctica en Japón luego de regresar de una estancia en China. Pese a ello, y al menos que se tenga registro, los sokushinbutsu no se masificaron en territorio nipón hasta el siglo XIV.

Hasta la actualidad (el Estado criminalizó la práctica a finales del siglo XIX), hay decenas de casos de monjes automomificados en vida. La mayoría de ellos se concentran en Dewa Sanzan, en la prefectura de Yamagata, que se compone de los picos sagrados Gassan, Yudono y Haguro.

Dada la adoración que floreció por el monte Yudono durante el período Edo (1603-1868), el lugar guarda un sitio especial como cuna de los sokushinbutsu.

Ceremonia del sokushinbutsu: ¿cómo se automomifica un monje en vida?

Los aspirantes a sokushinbutsu debían practicar dos tipos de austeridades para lograr automomificarse: mokujiki-gyō (austeridad que consiste en comer madera) y sanrō (austeridad que implica confinarse en la montaña). El sitio predilecto para realizar el ritual era una región del monte Yudono conocida como Sennin-zawa o el Pantano de los Magos.

El régimen dietético durante la automomificación budista tenía un propósito doble. El primero era enervar las pasiones mundanas, de manera que solo aquellos que completaban el ritual eran dignos de él.

Por otro lado, también se hacía para agotar la grasa corporal del asceta y deshidratarlo. Según la tradición, con ello se evitaba la descomposición y ocurría la momificación al final. De manera general, el proceso consistía en lo siguiente:

  • El aspirante se recluía en la montaña en solitario y dispuesto a completar un ritual de más de 1000 días.
  • Su alimentación consistía solo en nueces, raíces y corteza de pino. No podía comer cereales y granos durante todo el ritual.
  • Efectuaba abluciones de agua fría tres veces al día. De igual manera, viajaba al Santuario Yudono mientras recitaba el sutra mahāvairocana.
  • Si caía enfermo, no se le permitía recibir tratamiento médico o eludir sus peregrinaciones diarias.
  • A lo largo de este tiempo, el monje practicaba la meditación profunda.
  • Pasados los mil días, se limitaba a ingerir solo semillas y un té preparado con la corteza de un árbol que contenía un componente muy tóxico. La bebida facilitaba los vómitos para eliminar, poco a poco, todo vestigio de líquido.
  • Al acabar la «purga», sus seguidores lo introducían en una caja de madera.
  • Se le sentaba en posición de loto y se sellaba el cubículo. Una abertura con un tubo de bambú para poder respirar era su único contacto con el exterior.
  • Dentro, el asceta parecería morir de hambre. Según la tradición, en realidad alcanzaba el estado de dochū nyūjō, o ‘entrar en meditación profunda dentro de la tierra’.
  • Así, el monje moriría en un estado de jhana (meditación) mientras recitaba el nenbutsu (un mantra sobre Buda).
  • Después de tres años y tres meses, exhumaban al asceta, lo vestían con túnicas clericales y lo consagraban dentro de un templo.

Como no podría ser de otra manera, muy pocos completaban todo el proceso hasta el final. Los textos budistas de la región afirman que hay cientos de sokushinbutsu aún no exhumados. Por ley, hoy es imposible ayudar a un monje a realizar el ritual; pues incurriría en delito de participación en suicidio y asesinato consentido, de acuerdo con el artículo 202 del Código Penal nipón.

¿Qué dice la ciencia al respecto de los budas automomificados?

Los monjes de Yamagata, también los de otras regiones de Asia, fascinan por su perfecta conservación. También, por mantener sus órganos internos intactos y una apariencia que recuerda a las momias de Egipto. Esto, sumado a que el clima de Japón no es propicio para los procesos de momificación, eleva la figura de los sokushinbutsu como un hecho irrefutable.

Sin embargo, la ciencia apunta hacia otra dirección. En el estudio de PlOS ONE citado al inicio, se analizó la historia y todos los procesos de investigación médicos a una selección de momias niponas. Ahí se deja entrever que, en realidad, la momificación de estos monjes no fue tan natural y ascética. Pudo haber un proceso artificial y una manipulación para dar forma a ese resultado final.

Bajo esta línea, Andrea Castiglioni, profesor asociado de la Universidad de la Ciudad de Nagoya, Japón, advierte que las momias son manipulaciones ad hoc de los cadáveres de los ascetas. Pese a ello, señala que esto no disminuye en absoluto su valor religioso como objetos de culto. Al contrario, añade complejidad a la ecuación al resaltar la creatividad y las creencias espirituales.

Por último, con relación al estado de trance en el que se encuentran, un estudio divulgado en Frontiers in Psychology no encontró actividad electroencefalográfica detectable entre monjes budistas en aparente tukdam. De nuevo, nada de esto va en contra del valor religioso, espiritual o de fe que rodea a los sokushinbutsu.


El futuro de los monjes que se automomifican

Los sokushinbutsu comparten un futuro incierto en cuanto a su conservación. Legalmente, se clasifican como restos humanos por el Estado nipón, de modo que no se les otorgan las mismas protecciones que las estatuas u otras imágenes budistas con una importancia histórica para la nación.

En vista de ello, los templos donde yacen no pueden recurrir a los fondos proporcionados por los gobiernos o administraciones locales para su preservación. Son los propios templos los que pagan la factura del mantenimiento de las momias. A esto se le suma que no están en un ambiente controlado que asegure la postergación de su condición actual.

El turismo y el interés por la cultura y la historia nipona incentiva los viajes a templos de este tipo. Peregrinos de todo el mundo, también de los lugares más recónditos de Japón, llegan para rendir tributo a la hazaña de los monjes automomificados. Conocer su importancia permite apreciar el significado y el culto por parte de los seguidores del budismo en tierras niponas.

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