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«Alguien que haya ido al bosque australiano con compañeros aborígenes… no se mueve por un paisaje, sino en un ámbito humanizado saturado de significados… Cuerpo, espíritu, nombre, sombra, huellas y totemismo y su lugar sagrado estaban dentro de un sistema. Los unos implican los otros.»
W.E.H. Stanner. Antropólogo.
La ontología aborigen no es primitiva. Si acaso, será temprana. El resultado de cuarenta mil años o más.
Pero es preferible no caer en ese mensaje simplista que critica el docente e investigador Tyson Yunkaporta en su libro Escrito en la arena:
«Casi todos transmiten el mismo mensaje: los Aborígenes Australianos llevan aquí x miles de años, saben cómo vivir en equilibrio con este territorio y deberíamos aprender de ellos a encontrar soluciones para los actuales problemas de sostenibilidad (a menudo me pregunto a quién se refiere el «nosotros» de esta frase). Después, esas ideas ofrecen ejemplos aislados de prácticas anteriores a la colonización. Eso es todo. El público se queda preguntándose «Sí, pero ¿cómo? ¿Qué idea aporta eso para resolver los problemas que hoy vivimos?».»
Así que él decide utilizar un proceso sustentado en patrones de pensamiento indígena para reflexionar en y criticar a los sistemas actuales.
En esta entrada, pretendo reunir solo algunos de esos patrones que presenta.
El mundo aborigen llena todo lo que concierne a nuestro planeta de simbolismo, y el significado está por todas partes. Asumen un mundo que cambia y se adapta continuamente, por lo que todos somos todavía una parte integral de esa creación continua. La relación aborigen con el entorno es el de integración y participación, y está totalmente encarnada.
Yunkaporta lanza esta idea describiendo la importancia del vientre. Cuenta que todas las lenguas aborígenes tienen un término para nombrar la energía de esta parte del cuerpo, algo así como cuando nos referimos a «lo que nos dicen las tripas». «En lengua apalech se dice ngank pi’an. En Australia Occidental algunos pueblos lo llaman ngarlu.» No en vano, en la Ciencia lo llaman «el segundo cerebro».
«Nuestro intestino cuenta con un sistema nervioso independiente, que continúa siendo un misterio para la ciencia moderna.» (Nota en fuentes)
Y luego está el cerebro.
Explica Yunkaporta que cuando coges un herramienta, «el cerebro lo reconoce como una extensión del brazo.» Como una araña que nota las vibraciones en la telaraña en la que está, como si fuera su prolongación.
(Según el biólogo Emiliano Bruner: es la capacidad protésica, la de integrar un objeto (herramienta) en el esquema del cuerpo, delegando funciones cognitivas (percibir, calcular, analizar, almacenar…) a elementos externos al sistema nervioso.)
Y también cuenta que, en el caso del mundo aborigen:
«A niveles más complejos, el significado que construimos con lugares, personas y objetos, así como la forma de organizar las interacciones entre ellos, se convierten en una extensión del pensamiento».
Es una manera efectiva de almacenar información fuera de nuestro cerebro, en objetos, lugares y relaciones con otras personas.
En el caso de los objetos: «Si utilizamos un objeto familiar para ayudarnos a codificar un conocimiento nuevo, estamos aprendiendo. Después, cuando tomamos ese objeto o incluso cuando simplemente lo visualizamos, recordamos al instante lo que aprendimos». Por eso «en las sociedades aborígenes, muchos objetos culturales tienen una significación especial, pues en ellos está codificado el conocimiento en un proceso de creación que es sagrado».
En las relaciones sociales también funciona, y es la «razón por la cual los sistemas de parentesco son tan fundamentales para nuestras culturas. Si aprendemos algo estando con alguien, quizá tengamos problemas para recordarlo cuando estemos a solas, pero lo recordaremos con detalles muy vívidos cuando volvamos a estar con ese alguien, o cuando pensemos en él o pronunciemos su nombre.»
Los caminos están llenos de historias sobre los ancestros. «Existe una relación háptica similar con los Ancestros a los que invocaríamos cuando caminamos por determinados lugares. Se pueden evocar los recuerdos adheridos a determinados lugares visitándolos de nuevo o imaginando que caminamos otra vez por ellos.»
Ellos y todas las cosas del mundo nacieron en una época llamada el sueño o el «Tiempo del sueño».
(Yunkaporta nos advierte que es una mala traducción. Lo ideal sería nombrarlo como «ontología interdimensional suprarracional endógena a complejos rituales de custodia». Pero el libro sería mucho más pesado.)
Sucedió hace mucho tiempo, pero es eterno y por lo tanto siempre presente. Es un período mítico que se extiende al presente y al futuro; tuvo un comienzo, pero no tendrá fin. Vincula la continua creación y remodelación del mundo.
Para los aborigenes, el mito es «la expresión diaria de lo eterno», según el antropólogo Aram A. Yengoyan. Cuando los aborígenes cuentan sus mitos, nunca usan el tiempo pasado, ni el presente. Usan un tiempo verbal llamado imperfectivo (que comparten con el ruso y otras lenguas) que indica que la acción todavía no se ha completado, que está en curso.
El continente australiano está cruzado por las pistas o senderos de las personas y demás criaturas del tiempo del sueño. Se conciben a sí mismos moviéndose por esos mismos senderos viviendo y actuando al lado de las criaturas que todavía están vinculadas a esos lugares.
Son caminos sinuosos, como lo es así el mismo concepto del Tiempo. Nosotros concebimos la Historia y el camino, incluso el pensamiento, como una línea recta. Un «ir hacia adelante», «progresar», «avanzar», «seguir el hilo»…
Según Yunkaporta, un camino siempre es sinuoso:
«Hace miles de años, un hombre trató de caminar en línea recta; lo llamaron wamba (loco) y lo castigaron arrojándolo al cielo, hacia lo alto. Se trata de una historia muy antigua, una de las muchas que nos dicen que debemos viajar y pensar siguiendo patrones muy diversos, advirtiéndonos contra la idea de cargar hacia adelante como si estuviéramos locos.»
Es más, el sistema de parentesco tampoco es lineal:
«Mi bisabuela; ella también es mi sobrina (…) Según su sistema de parentesco cada tres generaciones se reinicia un ciclo eterno de renovación y los padres de nuestros abuelos pasan a ser clasificados como nuestros hijos.»
El sistema es diferente según el contexto relacional de la persona, según a quién pongamos en el centro.
Así, la familia extensa es una isla de sostenibilidad y crecimiento estable.
Janet Koongotema |
Y el patrón económico «No, no es el oro. Es la familia extensa. En la última crisis económica el volumen de dinero enviado en remesas al tercer mundo -que básicamente es el dinero que envían a sus hogares de origen las personas que han emigrado a países del primer mundo y cuya envergadura rivaliza con la de la ayuda internacional- no disminuyó. En realidad, en muchos casos aumentó, lo cual desconcertó a los economistas.»
Por eso, tanto los sistemas naturales, como los sociales y los económicos, todos requieren movimiento e intercambio. Nada se puede retener, acumular ni almacenar. De lo contrario, se estancan.
Existe una profunda vinculación entre ser humano y naturaleza. Y para referirse al tiempo y al espacio, existe una sola palabra, porque son conceptos que también se rigen por ciclos.
«En la lengua materna de mi familia no hay ninguna palabra para decir «cultura». Hay una expresión que se aproxima a ese concepto, pero su significado no se puede traducir al inglés. Aak ngamparam yimanang wunan. Si se busca la traducción directa de cada palabra, el significado es algo así como ser como nuestro lugar.»
«Cuando nos comprometemos con esta forma de ser descubrimos que nos cambia de modos muy sutiles. Si encontramos formas de expresar los lugares con los que entramos en relación, los patrones de nuestra lengua cambiarán. Nuestro acento cambiará para reflejar los paisajes que habitamos. (…) Tener una relación profunda con el lugar cambia todo en nosotros: la voz, el olor, el andar, la moral.»
«En nuestro mundo nada se puede conocer, ni siquiera existir, a menos que sea en su relación con otras cosas. Y lo más importante: las cosas que están conectadas son menos importantes que las fuerzas de conexión entre ellas. Existimos para formar estas relaciones, que constituyen la energía que mantiene unida la creación. Cuando el conocimiento está acompañado de estas fuerzas de la conexión, es sostenible en las profundidades y a lo largo del tiempo.»
Fuentes:
(En Tahití, tradicionalmente, y según el antropólogo Robert I. Levy, también hablan de las emociones vinculados a sus intestinos: «mis intestinos están encolerizados».)
Yunkaporta, Tyson. Escrito en la arena: Cómo el pensamiento indígena puede salvar al mundo, 2019.
W. Stanner. Aboriginal territorial organization: estate, range, domain and regimen. 1965
Bruner, E. and Gleeson, B. T. Body Cognition and Self-Domestication in Human Evolution, 2019
Aram A. Yengoyan, Economy, Society, and Myth in Aboriginal Australia. Annual Review of Anthropology, 1979
https://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2023/11/escrito-en-la-arena-aborigen-mi.html