Recientemente el ministro de Industria francés, Roland Lescure, ha vuelto a poner encima de mesa un aspecto clave para el futuro capitalismo europeo: la inmigración es necesaria porque falta mano de obra.
Podría haber añadido que lo que necesita el capital es fuerza de trabajo sumisa y a buen precio, pero va implícito en sus declaraciones, lo mismo que la reducción de la población. Si la mano de obra escasea, los salarios pueden subir demasiado.
La fuerza de trabajo escasea en sectores clave, dijo el ministro. En los próximos diez años la industria francesa tendrá que cubrir alrededor de 1,3 millones de puestos de trabajo, una tarea hercúlea teniendo en cuenta el actual déficit de mano de obra estimado entre 100.000 y 200.000 trabajadores.
Esta situación demuestra claramente la necesidad de una inmigración selectiva y estratégica para apoyar el crecimiento económico del país. Lescure ha abogado por un enfoque equilibrado, destacando la importancia de formar a los jóvenes franceses, reconociendo al mismo tiempo el valor de las capacidades que pueden aportar los trabajadores extranjeros. Profesiones como los soldadores y los investigadores se ven particularmente afectadas, y requieren una respuesta rápida y diversa para llenar el vacío.
El enfoque del ministro delegado se opone firmemente a las ideas preconcebidas y a menudo dramatizadas sobre la inmigración. Para él, lejos de ser un “gran reemplazo”, la inmigración es una solución parcial pero esencial a la crisis laboral. Lescure recordó que Francia se construyó históricamente con la ayuda de la inmigración, desmantelando así las fantasías muchas veces asociadas a este tema. Su petición de una inmigración “razonada y razonable” resuena como un llamamiento para cambiar la política migratoria en un sentido muy distinto del que lleva en la Europa actual.
Las declaraciones se producen en un contexto en el que el proyecto de ley de inmigración se debate en el Parlamento. El artículo 3 del proyecto, relativo a la regularización de trabajadores indocumentados en profesiones escasas, ha suscitado una importante controversia. La patronal está haciendo sonar la alarma sobre este espinoso problema, enfatizando la importancia crucial de la mano de obra inmigrante para el progreso industrial de Francia.
El sector de la construcción, en particular en el ámbito de la renovación energética de edificios, también ilustra la dependencia de los trabajadores extranjeros. De aquí a 2030 será necesario cubrir 635.000 puestos de trabajo en el sector. La formación de los jóvenes y el reciclaje profesional no serán suficientes para satisfacer esa demanda, lo que pone de relieve la necesidad de una mano de obra inmigrante cualificada para sostener la economía francesa.
Estos elementos combinados pintan un panorama complejo en el que la inmigración, lejos de ser un problema, es parte de la solución a los desafíos económicos y demográficos de Francia. Es una perspectiva diferente del discurso tradicional sobre inmigración, que desafía las posiciones habituales de la reacción política, los racistas y los xenófobos.
No hay futuro industrial para Francia sin la llegada de inmigrantes