La realización no es algo que se pueda construir, y no depende de nuestras acciones y esfuerzos. Realizarse significa, básicamente, vencer los propios obstáculos provisionales, y para esta finalidad la transmisión de un maestro es la mejor ayuda. En el Dzogchen, el sendero para vencer los obstáculos puede ser muy rápido, porque, por medio de la transmisión, uno puede desarrollar fácilmente el estado de contemplación.
Desde nuestro limitado punto de vista podemos sentirnos desanimados pensando que purificar nuestro karma nos llevará muchas vidas. En efecto, si pudiéramos ver materialmente nuestro karma acumulado, el buen karma parecería una piedrecita comparado con una gran montaña de karma negativo. ¿Cuánto tiempo podría llevar purificar todo esto? Parecería que, incluso centenas de prácticas de purificación, no disminuirían la montaña de nuestro karma negativo más de la medida de un dedo.
Pero el karma no es una acumulación material, y no depende de lo exterior; más bien, su poder para condicionarnos depende de los obstáculos que impiden nuestro conocimiento. Si comparásemos nuestro karma y la ignorancia que lo ha creado con una habitación oscura, el conocimiento del estado primordial sería como una lámpara que, al encenderse, hace desaparecer de golpe la oscuridad, iluminándolo todo. De la misma forma, si se tiene la presencia del estado primordial, se pueden vencer todos los obstáculos en un instante.
Un practicante que comienza a intentar encontrar el estado de presencia en medio de la confusión de sus pensamientos, es como una persona ciega que trata de hacer pasar un hilo por el ojo de una aguja. El maestro es como el que ve correctamente y ayuda a esa persona a poner sus manos donde deben estar. Cuando la persona ciega tiene éxito en enhebrar la aguja, es como si se le hubiera devuelto la vista. Así es el momento en que uno reconoce y entra en el estado primordial por medio de la transmisión.
El ejemplo del cielo, el sol y las nubes, se utiliza para explicar la condición del individuo. El cielo no es un lugar definible, no tiene forma ni color, y nadie puede decir donde comienza ni donde termina, es algo universal, igual que el estado primordial del individuo, la vacuidad. La base, a nivel del individuo, es como el espacio en el interior de una vasija de arcilla que, aunque temporalmente limitado por la forma de la vasija, no es diferente del espacio exterior que la rodea. Esta condición de vacuidad, que es como el espacio vacío, se llama la esencia, y está más allá de los conceptos. Pero en ella se encuentra una claridad continua que se manifiesta en los pensamientos de los individuos y en los diferentes aspectos de la energía; esta “claridad” es el estado de presencia, que es como un sol que se eleva en el cielo.
La luz del sol es la manifestación de la claridad del cielo; y el cielo es la condición básica necesaria para la manifestación de la luz del sol. Así, en el cielo, dos, tres, cuatro, o un número indeterminado de soles podrían elevarse; pero el cielo siempre permanece indivisible como un único cielo. Similarmente, el estado de presencia de cada individuo es único y específico, pero la naturaleza vacía del individuo es universal y común a todos los seres.
Finalmente, tenemos el ejemplo de las nubes, que representan los obstáculos momentáneos que bloquean la manifestación de nuestro estado primordial. Cuando las nubes se densifican es como si el sol no existiera, pero lo cierto es que el sol no ha cambiado su posición. Tanto de día como de noche, el sol está siempre allí, aunque sus rayos no siempre iluminan la tierra. De la misma forma, el estado primordial de conocimiento está siempre en el individuo desde el principio, tanto si uno transmigra como si está iluminado, pero si no se manifiesta, es debido a nuestra ignorancia. La Iluminación o nirvana no es otra cosa que el estado más allá de los obstáculos, lo mismo que desde la cima de una montaña muy alta se ve siempre el sol. El nirvana no es un paraíso, ni un lugar de felicidad particular; es la condición más allá de todos los conceptos dualistas, incluyendo los de dicha y sufrimiento.
Cuando todos nuestros obstáculos han sido superados y nos encontramos en un estado de presencia total, la sabiduría de la iluminación se manifiesta espontáneamente sin límites, lo mismo que los rayos infinitos del sol. Las nubes se han disuelto y el sol es libre finalmente para brillar de nuevo.
En el Dzogchen se emplea la expresión “no-dual” en lugar del término “unión”. Ello es así, porque la palabra “unión” implica en primer lugar la existencia de cosas diferentes que se unen, mientras que “no-dual” significa que, desde el principio, no existe el concepto de dos cosas separadas que haya que reunir. Es una forma de explicar la base, pero ¿cómo podemos obtener una comprensión real de ella? El hecho es que la base no puede ser comprendida desde el intelecto. Incluso si pensamos que hemos captado el significado de las palabras “no-dual”, nos equivocamos, porque nuestra mente continúa atrapada en la condición dualista.
La mente es, por naturaleza, limitada. No tiene capacidad para pensar dos cosas al mismo tiempo, y existe en el nivel relativo. Cuando pensamos que todo es no-dual, nuestras mentes están en ese momento ocupadas en pensar en ese concepto. Esto no es lo que se designa como “conocimiento del estado no-dual.” La comprensión intelectual y el conocimiento experimental directo son cosas diferentes.
En el Dzogchen, los diversos métodos de práctica sirven para favorecer la aparición de experiencias, que son el principal medio para desarrollar el propio estado de conocimiento y superar los obstáculos que lo bloquean. Se puede tener una diversidad infinita de experiencias ligadas a la práctica, pero si permanecen en el nivel del juicio mental no nos conducen hacia el verdadero conocimiento, sino que se convierten en obstáculos. Sólo cuando se descubre que en todas estas experiencias diferentes permanece el mismo estado de presencia, vislumbramos lo que está mas allá del dualismo.
Cuando practicamos la contemplación se nos pueden presentar diversas experiencias, pero la presencia del estado de contemplación no cambia nunca. Esto no quiere decir que haya que intentar, de una forma u otra, anular o negar las experiencias que puedan producirse, sino solo que no deben ser tomadas por el estado de contemplación. Generalmente, se habla de tres tipos fundamentales de experiencia: de placer, de claridad y de ausencia de pensamientos, que se corresponden con los tres aspectos del individuo: el cuerpo, la voz y la mente.
La experiencia de ausencia de pensamientos puede implicar, tanto la ausencia real de pensamientos como un estado en el que los pensamientos, cuando aparecen, no nos perturban. Esta experiencia, que podemos definir igualmente como un estado de mente “vacía”, es una manifestación natural de la relajación de la mente. La experiencia de claridad está ligada a nuestra energía, al aspecto de la voz, y puede manifestarse de formas diferentes, tanto a través de sensaciones como de visiones. Un ejemplo podría ser la aparición pura del mandala de una deidad. La experiencia del placer está ligada al nivel físico del individuo, al cuerpo. Cuando se practica la meditación sobre el estado de calma durante largo tiempo, por ejemplo, uno puede experimentar la sensación de que nuestro cuerpo ya no está allí, o también una sensación de gran gozo, como la de encontrarse en medio de una nube en el espacio vacío.
Estos son ejemplos de los innumerables tipos de experiencias que pueden manifestarse durante la práctica. Encontrarse en el estado de contemplación significa relajarse completamente, pero si uno se apega a las experiencias gozosas, o se condiciona por una visión o un estado sin pensamientos, obtendrá el efecto contrario al deseado. Para relajarse, uno no debería quedar “bloqueado” por una experiencia, confundiéndola con el estado de contemplación. Esto podría convertirse en un obstáculo para la realización. Permanecer absorto días y días en un estado de gozo, o de vacuidad, sin mantener la presencia de la contemplación, sería como dormirse en una experiencia.
Hay una gran diferencia entre una sensación de gozo y otra de vacuidad, pero la naturaleza inherente de las dos experiencias es una y la misma. Cuando estamos en un estado de vacuidad sin perder la conciencia, hay una presencia que continúa todo el tiempo, una presencia que es exactamente la misma que en una experiencia de sensación gozosa. Esta presencia es única, y está mas allá de la mente. Es un estado no-dual, base de todas las formas infinitas de manifestación, y para encontrarlo es indispensable la transmisión directa del maestro.