Si eres una persona sólida como una roca, estable emocionalmente, comprometida con los demás, dispuesta a ayudar, resolutiva y fiable, es probable que todos cuenten contigo. Es algo positivo. Transmites confianza y seguridad, por lo que los demás suelen pedirte consejo y ayuda en los momentos difíciles. Sin embargo, convertirte en la persona con la que todos cuentan también puede ser profundamente agotador y drenante.
Saber que eres el pilar de los demás puede generar una gran presión psicológica. De hecho, es probable que a menudo incluso escondas tus emociones para transmitir esa imagen de fuerza y resiliencia que los demás esperan de ti. No obstante, la presión constante termina erosionando incluso a las rocas más sólidas, por lo que también es importante que te cuides y aprendas a poner límites porque dar demasiado no es bueno.
Concientiza el impacto de tus decisiones
Si estás cansado de ser la persona con quien todos cuentan, encargarte de la mayoría de las tareas y asumir responsabilidades ajenas, es fundamental que establezcas unos límites que te ayuden a proteger tu tiempo, preservar tu estabilidad emocional e incluso conservar tu energía para poder destinarla a otros proyectos vitales.
Sin embargo, el primer paso consiste en ser consciente de tus decisiones. Comienza a prestar atención a las consecuencias de tus respuestas. ¿Cómo te afecta cada “sí” que pronuncias? ¿A qué decides dedicar tu tiempo, atención y energía? ¿Por qué lo haces? ¿Cómo influyen esas decisiones en tu estado de ánimo, vitalidad, bienestar y felicidad?
Es probable que descubras que la fuerza del hábito te ha llevado a sobrecargarte de tareas, responsabilidades y obligaciones que no te corresponden. Quizá compruebes que decir «sí» a todo y a todos te está pasando factura. Ese pequeño ejercicio de introspección servirá para sacar a la luz esa tendencia automática a dar demasiado y darte cuenta de sus consecuencias en tu vida.
A continuación, pregúntate qué quieres realmente. Plantéate qué necesitas, más allá de los condicionamientos culturales. ¿Te satisface esa vida o necesitas un cambio? La verdadera transformación se producirá cuando seas consciente de aquello que realmente te aporta, nutre y revitaliza. Así comenzarás a separar el grano de la paja.
Prepárate para dejar de ser la persona que los otros quieren que seas
Ayudar a los demás ennoblece, pero todo tiene un límite. Dar demasiado no es bueno. Cuando te conviertes en el asidero del que todos se sostienen, tus fuerzas pueden comenzar a flaquear y corres el riesgo de vivir para los demás, descuidando tus propias necesidades y olvidando deseos.
Para evitarlo, la pregunta que debes hacerte no es: “¿puedo hacer lo que me están pidiendo?” sino más bien: “¿puedo hacer lo que me piden sin dañarme?”. De esta forma comenzarás a priorizar tu salud mental y podrás tener un plan de vida que no se vea interrumpido constantemente por las exigencias y necesidades de quienes te rodean.
Si no puedes seguir dando, tendrás que comenzar a introducir el “no” en tu vocabulario. Es probable que al inicio las personas se queden perplejas e intenten presionarte o convencerte para que las ayudes o te encargues de ciertas tareas, pero debes mantenerte firme y aprender a lidiar con su desilusión.
No ser la persona que el otro quiere que seas puede ser profundamente perturbador, sobre todo cuando se había instaurado una relación de dependencia. Por tanto, tendrás que prepararte para soportar la decepción de los demás sin ceder.
Nos han enseñado que somos fuertes cuando damos a los demás lo que nos piden. Pero lo cierto es que se necesita más fuerza para ir contracorriente y convertirnos en la persona que deseamos ser, al margen de las expectativas sociales.
Tienes derecho a decir “no quiero” sin sentirte culpable
Cuando una petición no te haga sentir bien o represente un peso que no estás dispuesto a cargar sobre tus hombros, lo mejor es que seas honesto y no inventes excusas. Decir “no quiero” suena raro porque no estamos acostumbrados a que los demás expresen sus sentimientos de manera tan directa.
Desde pequeños nos han transmitido la idea de que una negativa no es suficiente e incluso suena descortés, por lo que debemos acompañarla con una disculpa – aunque sea inventada – pero si quieres establecer límites y tener más tiempo para construir la vida que deseas, el camino más directo puede ser un simple “no quiero”.
Pronunciar un “no quiero” amable, pero sin rastro de culpa, puede ser particularmente empoderador. Recuerda que así como las personas que te rodean quieren contar contigo, tienes el derecho de decir que no quieres que cuenten contigo en esa ocasión. A fin de cuentas, no estás en el mundo para satisfacer las expectativas ajenas.
Eso no significa volverse egoístas y pasar olímpicamente de las necesidades de los demás. La clave consiste en encontrar un equilibrio entre dar y recibir. Identifica las situaciones y personas que son realmente importantes para ti y que te necesitan, así como aquellas tareas que puedes delegar y las responsabilidades que no te corresponde asumir.
La regla de oro consiste en no hacer por los demás lo que pueden hacer por sí solos. Ayuda a quien lo necesite cuando realmente lo necesite. No asumas obligaciones ajenas porque así solo lograrás saturarte y restarle oportunidades para que maduren y asuman responsabilidades.
Si te das cuenta de que estás dando demasiado y te has convertido en la persona en quien todos descargan sus problemas y deberes, quizá haya llegado el momento de reconfigurar tus prioridades en la vida, ser más exigente con la manera en que gastas tu tiempo y proponerte dedicar tu energía solo a aquello que realmente vale la pena. Así podrás romper el hábito de dar demasiado para enfocarte en construir la vida que deseas y mereces.
Dar demasiado no es bueno: aprende a decir “no quiero” sin culpa