Este domingo se decide en Galicia régimen constitucional o república plurinacional/Feijóo necesita las gallegas y las europeas. Sánchez, las catalanas

Nervios, muchos nervios ante la posibilidad de que las elecciones gallegas se conviertan en otro 23J.
Nervios, muchos nervios ante la posibilidad de que las elecciones gallegas se conviertan en otro 23J.
La candidata del BNG a la Xunta, Ana Pontón, en un acto de campaña. | EFE / Salvador Sas

El Mundo

Entrevista a Rueda. «El BNG es radicalidad, sin el PP habría una Galicia distinta, sin progreso». Ya queda menos. «Feijóo: «Sánchez prefiere aniquilar a su partido antes de que el PP gobierne en Galicia»». Sánchez prefiere aniquilar lo que sea con tal de seguir en Moncloa.
«La UE tramitará de urgencia dos peticiones para proteger a guardias y policías con el voto en contra de los socialistas y sus socios». Son auténticos miserables. Deberían ser ellos los que fueran a Cádiz a luchar en persona contra los narcos.

Francisco Pascual habla de lo bien que le van las cosas a Sánchez y lo mal que le van a Feijóo. «Hace unas semanas el presidente del Gobierno puso en marcha una eficiente operación de comunicación política en La Vanguardia. Pedro Sánchez institucionalizó el término «fachosfera» para descalificar a los periodistas que le critican y Jordi Juan, el director del rotativo, le dio categoría al llevarlo al titular de la entrevista». «La maniobra fue exitosa. Muchos políticos y tertulianos de la derecha o, simplemente, no afectos al argumentario oficialista se dieron por aludidos y se dedicaron a defenderse de la pedrada sin darse cuenta de que lo único que hacían era convertirse en cómplices del jefe del Ejecutivo al consolidar el marco de la conversación pública». Esa sensación existe en la sociedad desde que Sánchez es presidente. Simplemente, ahora tiene un nombre. Sólo hay dos posibilidades, estar en la sanchosfera o estar en la fachosfera. Es lógico que la gente decente prefiera la fachosfera.

«Ni los estrategas más precisos de La Moncloa intuyeron que la situación podía mejorar todavía más. Sólo unos días después el PP se hacía un lío morrocotudo al deslizar en un encuentro con ¡16! periodistas que estudió varias horas la amnistía que le proponía Puigdemont y que luego pensó que no, pero que igual un indulto sí, aunque, ¡por supuesto, vayamos a parar!, siempre que el de Waterloo se bajara los calzones». Dicen los que saben que esta genialidad se le ocurrió a Feijóo porque estaba molesto porque se reían de él. Pues vaya, ha hecho diana.

 

Ya veremos lo que pasa en las gallegas, «lo que tendrá más difícil el presidente del PP es volver a pedir a los ciudadanos que se pongan detrás de su pancarta. No pocos pelos de crédito se ha dejado en la gatera». Eso, de las manifestaciones mejor nos olvidamos.

Federico Jiménez Losantos dice que «Sánchez ha asumido que el PSOE ya no es un partido de mayorías ni con vocación de gobierno. En todos los sitios donde haya separatistas, los socialistas serán sus colaboradores más fervientes, siempre con un papel secundario, porque lo esencial es que los separatistas mantengan su apoyo a Sánchez, cuyo Gobierno está y estará siempre gobernado por los enemigos de España y de la Constitución. El programa del BNG es, en rigor, el de un procés a la gallega, un procesiño que rompa con la legalidad autonómica e inicie el camino a la autodeterminación y la independencia». ¿Si les damos la independencia nos libramos de Sánchez? No tientes, Federico.

«El procesiño, junto al catalán y al del País Vasco y Navarra, todos ellos apoyados por el PSOE, supondría la apertura de tres frentes para liquidar el régimen constitucional e imponer la república plurinacional. Si con dos España va de cráneo, imagínense lo que sería con tres. Este domingo se decide en Galicia». Ah, pues no, así no nos libramos de Sánchez. Sería el presidente de la república. Habrá que ir pensando en el exilio.

El País

«El PP trata de evitar la fuga de votos por la derecha ante la ofensiva de Vox en el final de la campaña gallega». Los de Vox siempre trabajando para Sánchez. Javier Casqueiro titula que hay «ley del silencio» en el PP y se desdice a sí mismo en el texto diciendo que «en el PP no se ha decretado una omertá, o ley del silencio». Una costumbre muy arraigada en El País. «Hay bastantes dirigentes y algunos sectores del partido en tensión a la espera de conocer el resultado de una errática estrategia de campaña electoral que ni entienden ni comparten. En muchos corrillos off the record del PP se especula más sobre el futuro de Feijóo que sobre el de Rueda o el de Galicia, que se supone que es lo que estaba en juego». A Feijóo no se le dan bien las campañas electorales ni entiende que la prensa de izquierdas en Madrid es muy dañina.

Pero el mundo continúa y la amnistía de Sánchez, que no de Feijóo, también. «Junts pide garantías en la ley de que Puigdemont y otros no irán a prisión provisional tras la amnistía». Esa amnistía que sigue siendo hoy tan inconstitucional como hace unos meses y por la que Feijóo renunció al poder. Para hacer lo que ha hecho al final, podía haberse hecho un Sánchez y estaría en Moncloa.

ABC

«El narcocrimen de Barbate lo tendrá que asumir un juez novato». Mientras no se asuste. El editorial deja claro que «desde hace meses se ha constatado que el agregador fundamental de las coaliciones en las que participa el PSOE es la oposición al Partido Popular. Que no gobierne el PP es la única constante en los distintos territorios y es el principio práctico por el que se rige el Gobierno central, que aglutina formaciones tan distintas como Sumar o el PNV. Mientras el centro-derecha no gobierne, los socialistas estarán dispuestos, incluso, a conformarse con ejercer la función de muleta». La democracia tiene un problemón con Sánchez. «La deriva del PSOE de Sánchez llevará a los socialistas a cosechar, previsiblemente, un mínimo histórico. Esa debilidad, sin embargo, puede acabar siendo el mejor aliado para el BNG en el caso de que los votos del centro-derecha tiendan a dividirse». Pues para eso ha venido Vox, para facilitar las cosas a Sánchez.

La Razón

«Génova: «Si el PP pierde la Xunta de Galicia, será por Abascal»». Igual que el 23J, que no consiguieron sumar por las continuas burradas de Vox, al margen de alguna que otra metedura de pata del PP. «Los últimos trackings coinciden en señalar que hay un 2,5 por ciento de votos que pueden irse el domingo a Vox, y son las papeletas destinadas a no tener ninguna utilidad en el reparto final de escaños, o, incluso, a ser las responsables de que el PP se quede sin los 38 escaños necesarios para mantenerse en la Xunta». Como dice Federico, si esto sucede el champán correrá en Ferraz y en Bantú.

«Lo cierto es que el próximo domingo, en Galicia, está en juego la victoria del modelo autonómico constitucional, que en tierras gallegas se ha mostrado sobradamente como ejemplo de convivencia e integración social, frente a un nacionalismo radical, que pretende la ruptura de los lazos con el resto de los españoles. Que desde el PSOE se admita paladinamente que se apoyará a un partido que rechaza el mandato constitucional explica, sin duda, la caída de las expectativas de voto de los socialistas gallegos», dice el editorial.
«Consideremos del todo imperativo hacer un llamamiento a la agrupación del voto de centro derecha, constitucionalista, en torno al candidato popular, Alfonso Rueda, como la única vía para conjurar la amenaza de un gobierno nacionalista radical en el que, no hay que llamarse a engaño, los socialistas actuarían de mera comparsa». Vox se ha dedicado toda la campaña a atacar al PP, con más furia que el PSOE, si cabe. Votar Vox es votar Sánchez.

https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/feijoo-necesita-gallegas-europeas-sanchez-catalanas_129_10921122.html

Feijóo necesita las gallegas y las europeas. Sánchez, las catalanas

Feijóo necesita las gallegas y las europeas. Sánchez, las catalanas

 
 

Alberto Núñez Feijóo necesita ganar las elecciones gallegas de este próximo domingo y, en junio, que el PP barra en los europeos. Si no lo logra, su liderazgo entrará en tela de juicio en su propia formación, el Partido Popular. La estabilidad política de Pedro Sánchez, por su parte, puede soportar una derrota en estos dos cómicos, aunque si aguanta, se remontará. Lo que necesita el actual presidente del Gobierno es ganar las elecciones catalanas, que se celebrarán como tarde dentro de un año, aunque podrían adelantarse a algún momento de 2024.

“Ganar” no es lo mismo en uno y otro caso. En Galicia, a Feijóo no le basta que el PP llegue en primer lugar -eso está garantizado- sino que repita una nueva mayoría absoluta. Menos, sería una derrota, incluso si esa mayoría se logra con Vox, que hasta ahora se ha mantenido fuera del parlamento gallego. Si no lo consigue, será un triunfo para Sánchez. El segundo partido, que encabezaría la Xunta sería con el “efecto Pontón”, el BNG, el único que no plantea estas elecciones en términos nacionales sino gallegos, no el PSOE, aunque lo que se miden ya son coaliciones, de gobierno o parlamentarias.

“Ganar” en Cataluña -el PP y Vox, sólo pueden aspirar a avanzar, nutriéndose del hundimiento de Ciudadanos- significaría que los independentistas (Junts, ERC y la CUP) perdieran la mayoría absoluta de escaños en el Parlament, lo que abriría paso a un Gobierno presidido por Salvador Illa, con, posiblemente, ERC y los Comuns, un nuevo tri o cuatripartito. Confirmaría el fin del procés, y el inicio de una nueva etapa en Cataluña. Y en España. La política de Sánchez hacia Cataluña, incluida la amnistía, saldría vindicada, y abriría un horizonte de lo que el presidente gusta en llamar “concordia” nacional. Sánchez habría triunfado. Y Feijóo, fracasado. Está por ver si los suyos permitirían al gallego volver a intentarlo -especialmente si se adelantaran las elecciones- o, por el contrario, forzarían su sustitución. ¿Por Isabel Díaz Ayuso o por Juanma Moreno?

Por el contrario, el que los independentistas conservaran la mayoría, no digamos ya si un Carles Puigdemont libre se presentara y volviera a encabezar la Generalitat, podría marcar el fin de Sánchez. Un problema es que la amnistía y todo lo que la rodea está debilitando el voto al PSC, pues hay mucho descontento en su seno, y, por lo tanto, no favorece a Salvador Illa. Pero hay tiempo. Aunque un tiempo lleno de imprevistos, como se está viendo con la revuelta de los agricultores estos días en España y en otros países europeos, el asesinato en aguas de Barbarte de dos Guardias Civiles por narcotraficantes a la fuga, la oferta de Feijóo de indulto “ con condiciones” a Puigdemont y otros prófugos, y quién sabe qué. ¿El “todo se sabrá” de Puigdemont? Quizás podría haber algo positivo pese al posterior desmentido de Feijóo: que, por debajo de la retórica y el ruido, las distancias entre el PP y el PSOE en el tema catalán, en la concordia y en la estructura territorial de España no sean irreconciliables. Que el PP haya podido asumir, aunque solo sea fugazmente, que los indultos que tanto criticó relajaron radicalmente la tensión, social más incluso que política, en Cataluña, es un avance.  

Estamos en un póker político de gran envergadura, en un país políticamente complejo. Desigual, pues Feijóo está librando la partida contra tres adversarios: Sánchez y los socialistas, Vox, y en su propio partido. Sánchez sólo tiene enfrente a Feijóo y el PP, con Vox que contribuye a sus multas. La subida de la ultraderecha en diversos países se verá en las elecciones de junio al Parlamento Europeo que parecen gratuitas, pero no lo son por el poder que ha adquirido la Eurocámara y por la influencia de esta votación en los sentimientos nacionales. Vox puede subir o bajar, pero no se ve su final, pese a que su liderazgo sea mucho más burdo que una Marine Le Pen, una Giorgia Meloni o un Geert Wilders. Vox no ha entendido que su futuro, si lo tiene, tendrá que ser rojipardo. Es decir, en España con nostalgia del franquismo, iliberal en derechos políticos, sociales y de género, unitario y estatista, y portavoz de los desamparados, y de los ricos. En la protesta de los agricultores ha visto un salvavidas.

Están también las elecciones vascas, que apuntan para abril. En Euskadi, la pugna por el primer puesto es ahora entre el PNV y Bildu, con los socialistas en tercer lugar, hacedores de mayorías, aunque en este caso Sánchez necesita que tanto el PNV como Bildu le apoyen en el Congreso de los Diputados. Si no llega primero al PNV, se puede encontrar con que la situación en Euskadi le plantea un dilema de solución compleja. ¿Apoyar a Bildu en Euskadi y perder el apoyo del PNV en Madrid? Seguro que prefieres que las cosas digan como están. Mientras, el PP y Vox aspiran a subir, como Sumar y Podemos que también pueden tener un papel relevante.

Quizás los vascas sean las menos nacionales de todos estos comicios, aunque su resultado afecte a la estabilidad del Gobierno de coalición en España. Los demás, las elecciones gallegas y catalanas, se están planteando con un importante componente nacional, salvo para el BNG. También, como siempre, las europeas. Aunque quizás, ante el reto de la extrema derecha en casi toda la UE, que está contaminando al centroderecha, por una vez cobren una dimensión auténticamente europea en vez de ser una suma de elecciones nacionales. 

Un tema supuestamente europeo que está repercutiendo en todos los marcos nacionales es el gran Acuerdo Verde, en el que varios Gobiernos y la propia Comisión Europea están dando marcha atrás ante la oposición de diversos grupos de la sociedad a los costes sociales, económicos y de forma. de vida, que apuntaba algunos aspectos de la lucha contra el cambio climático. Anteayer los “chalecos amarillos” en Francia. Ayer los ciudadanos alemanes que rechazaban la obligación de cambiar sus calderas de gas por otras eléctricas. Hoy los agricultores, que representan solo un 4% de los trabajadores activos en la UE, pesan mucho más en la política. Su protesta, llena de razones y también de sinrazones, no es solo contra la agenda verde, sino contra los recortes de algunos subsidios agrarios y las importaciones de fuera de la UE. ¿Y mañana? Los imprevistos van a marcar estos horizontes electorales, y de elecciones que van más allá de lo político, pues en su trasfondo son guerras culturales. En EE UU y aquí.

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