La sinceridad es uno de nuestros valores principales. Lo atesoramos y apreciamos – o al menos eso decimos. Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Massachusetts reveló que el 60% de las personas dice al menos una mentira durante una conversación de apenas 10 minutos.
Mentir es uno de los caminos más rápidos y sencillos para conseguir ciertas ventajas o mejorar nuestra imagen. Por ese motivo, muchas veces la comunicación humana se parece más a una especie de competición por descubrir las mentiras de los demás. Esa idea ha llevado a algunos filósofos y psicólogos a acuñar el concepto de “vigilancia epistémica”.
¿Qué es la vigilancia epistémica?
La vigilancia epistemológica, como también se le conoce, postula que poseemos un arsenal de herramientas cognitivas para identificar las mentiras y evitar el riesgo de que los demás nos brinden información errónea. Básicamente, se trataría de una tendencia a buscar el conocimiento exacto.
Friedrich Nietzsche, considerado uno de los tres “maestros de la sospecha”, indicó en su obra “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” que, como la mayoría de las veces mentimos inconscientemente, “en virtud de hábitos milenarios”, eso nos empuja a desarrollar el sentimiento de la verdad y ensalzarlo.
En otras palabras, es como si viniésemos al mundo con un detector de mentiras incorporado para evitar que nos engañen. De hecho, los niños aprenden muy temprano en quién confiar o en quién no.
Los bebés ya son sensibles a las diferencias entre las personas expertas y los novatos. Y a medida que crecen, captan las señales de competencia para juzgar las expresiones de las personas y desconfían de quienes se han equivocado o de aquellos que parecen querer aprovecharse de los demás.
Sin embargo, las investigaciones psicológicas también desvelan que en cierto punto del camino ese detector deja de funcionar tan bien. De adultos comenzamos a tener problemas para detectar las mentiras, como si nuestro detector se averiara o estuviésemos distraídos con otras cosas. De hecho, ni siquiera somos capaces de descubrir la mitad de las mentiras infantiles. ¿Qué nos ocurre?
Vigilancia maquiavélica, más preocupados por nuestra imagen que por la verdad
El filósofo Joseph Shieber considera que los adultos no tenemos una vigilancia epistémica. Afirma que seguimos estando atentos a lo que dice la gente, pero no por motivos epistemológicos sino por razones mucho más mundanas.
Shieber acuñó el término “la tesis de Nietzsche” para explicar que “nuestro objetivo en la conversación no es principalmente adquirir información veraz, sino la autopresentación […] En las interacciones conversacionales nos preocupamos principalmente por nosotros, así como por nuestro estatus social y el de nuestros interlocutores, más que por la veracidad.
“La manera en que evaluamos esos intercambios conversacionales está más relacionada con nuestra preocupación por nuestro estatus social, que por la verdad”, añadió.
En otras palabras, aceptamos o rechazamos afirmaciones basándonos en objetivos meramente utilitarios, no en su veracidad. Eso significa que no tenemos una vigilancia epistémica, sino más bien maquiavélica.
Según Shieber, hemos evolucionado para escudriñar a las personas con quienes hablamos y detectar los signos que desvelen su estatus social o para intentar mantener o mejorar nuestra imagen de cara a los demás. De hecho, el antropólogo y psicólogo evolutivo Pascal Boyer señaló que nos preocupan más los desacuerdos en los grupos a los que pertenecemos que las discrepancias con los grupos externos, simplemente porque estos últimos no pueden aportarnos mucho.
Además, se ha comprobado que solemos recordar mejor quién se opuso o se alió con alguien en las conversaciones que el contenido de las mismas. Por tanto, no es descabellado pensar que nuestro detector de mentiras ha ido transformándose para convertirse en un sistema de vigilancia más pragmático que nos ayuda a establecer lazos beneficiosos en la sociedad.
La tesis de Nietzsche: cuando la verdad nos incomoda
Nietzsche había escrito que, aunque tengamos un “enigmático impulso hacia la verdad”, en realidad “el hombre nada más que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: desea las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que conservan la vida, es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias, y está hostilmente predispuesto contra las verdades que puedan tener efectos perjudiciales y destructivos”.
Y luego agregó: “si no quiere contentarse con la verdad en la forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará perpetuamente ilusiones por verdades”.
De hecho, si realmente nos preocupara la verdad, verificaríamos lo que leemos y no nos encerraríamos en las cámaras de eco que crean los algoritmos en las redes sociales. ¡Pero no lo hacemos! Cuando encontramos una afirmación en la que deseamos creer, preferimos darla por cierta. Preferimos sucumbir al sesgo de confirmación, antes que experimentar el malestar que genera la disonancia cognitiva.
Si estamos ante una persona carismática, convincente o con poder, somos más proclives a dar por ciertas sus palabras sin cuestionarlas demasiado. Asentimos si otros asienten. Aceptamos y damos por válido lo que otros dicen si ello nos ayuda a preservar o mejorar nuestro estatus social. Por eso nos posicionamos rápidamente cuando ocurre algo, sin cuestionarnos demasiado su veracidad.
Por tanto, la próxima vez que leas algo o te relaciones con alguien, es bueno recordar que no somos tan buenos detectando la verdad como pensamos y que generalmente en esas interacciones nos preocupamos más por la imagen que proyectamos o el beneficio que podemos extraer, que por los valores epistémicos.
Referencias Bibliográficas:
Shieber, J. (2023) An Idle and Most False Imposition: Truth-Seeking vs. Status-Seeking and the Failure of Epistemic Vigilance. Philosophic Exchange.
Thomson, J. (2023) The “Nietzsche Thesis”: Why we don’t really care about truth. En: Big Think.
Boyer, P. & Bergstromb, B. (2010) Threat-detection in child development: An evolutionary perspective. Neuroscience and Biobehavioral Reviews; 35(4):1034-41.
Sperber, D. et. Al. (2010) Epistemic vigilance. Mind & Language; 25(4): 359–393.
Feldman, R. S. et. Al. (2022) Self-Presentation and Verbal Deception: Do Self-Presenters Lie More? Journal of Basic and Applied Social Psychology; 24(2): 163-170.
Nietzsche, F. (1990) Verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Editorial Tecnos.
La “tesis de Nietzsche”: ¿por qué realmente no nos importa la verdad?