¿Solo o acompañado? Es una elección que podría dividir el mundo en dos, igual que los que toman el café solo o con leche. Los lobos solitarios son individuos que quedan aislados por ser rechazados por el resto de la manada, o por decidir por sí mismos desmarcarse del grupo e ir a explorar nuevos territorios. Como sucede con los humanos, este tipo de lobos que se desmarcan de la manada suelen ser más fuertes, inteligentes y agresivos que los miembros promedio de su misma especie. Ni siquiera las ovejas, conocidas por su gregarismo, pueden escapar de ellos. Las ovejas, como nuestra sociedad actual, no pretenden desmarcarse del grupo, sino que, en la línea de los infiernos sin personalidad descritos por Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto (2017), han optado por una esclavitud consentida donde todos hacen lo mismo que todos, aunque sueñen con una libertad más teórica que real.
Los gurús de la autoayuda lo tienen claro: si quieres ir más rápido camina solo, pero si quieres llegar más lejos camina acompañado. Esta frase, que podría ser un buen lema motivacional para abordar el Camino de Santiago, tiene cierto aval científico y antropológico. La primatóloga y antropóloga Sarah Blaffer Hrdy (1946) fue una de las pioneras en afirmar la importancia de las relaciones de interdependencia en los primates desde el punto de vista de la sociobiología. El estrecho vínculo entre la comunidad y la supervivencia fue estudiado en un millar de especies por un equipo de científicos del CAS Key Laboratory of Animal Ecology and Conservation Biology de Pekín (China), y comprobaron que los mamíferos que viven en comunidades son más longevos que aquellos menos gregarios. Según esta investigación publicada en 2023 en Nature Communications, vivir en manada favorece la inmunidad y reduce la posibilidad de morir de hambre o por efecto de los depredadores, lo cual es un buen amortiguador del estrés para animales gregarios como los elefantes, cebras o murciélagos. También tiene su contrapartida, ya que al igual que en los grupos humanos, la vida en comunidad favorece la competitividad o el contagio de enfermedades. Nada que no sepamos, pues, aunque caminemos con dos patas y vistamos ropas caras, no dejamos de ser tan mamíferos como los elefantes. Ya lo dijo Aristóteles: «El hombre es un animal social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios».
Vivir en manada favorece la inmunidad y reduce la posibilidad de morir de hambre o por efecto de los depredadores
Si bien la ciencia parece demostrar que el ser humano ha llegado tan lejos como para sobrevivir miles de años gracias al amparo del grupo y la cooperación entre sus miembros, en el siglo XXI los depredadores salvajes han ido desapareciendo y es más posible morir por un atropello automovilístico que por el ataque de un oso. Ya no hace falta fundirse con la masa para estar en lugar seguro, sin embargo, esta necesidad atávica sigue muy presente en nuestros días, y es algo que gusta a determinados regímenes políticos, o a cualquier organización o estructura que se pueda beneficiar de ese espíritu gregario que caracteriza a los mamíferos humanos.
La publicidad, que vive sus días dorados gracias a las modas globalizadas, es una de las actividades que más se beneficia de la uniformidad de gustos, estética y hábitos. Y detrás de la publicidad también existen otros productos que no vemos, pero compramos: las ideologías. De los riesgos de comprar las ideologías y aceptar las modas imperantes, sin cuestionarlas, nos han hablado diferentes filósofos, en especial los que forman parte de la escuela de Fráncfort y la filosofía de la sospecha, entre ellos Nietzsche (1844-1900), el artífice de la idea del «superhombre» tras proclamar la muerte de un dios que había mantenido a los humanos atados a la luz de una linterna. Nietzsche, quien afirmaba que «el gregarismo es la muerte del pensamiento independiente» estuvo inspirado por la obra del estadounidense Ralph Waldo Emerson, quien plasmó en su ensayo La confianza en uno mismo (1841) algunas de las ideas que desarrollaría Nietzsche más adelante, como la importancia de ser uno mismo y no ser absorbido por la tribu.
Desgraciadamente, la conceptualización del superhombre o «Übermensch» del que hablaba como una manera de superar dogmas, creencias y limitaciones morales, fue apropiada por el nacionalsocialismo, con Hitler a la cabeza, y desvirtuó parte de la base ideológica de Nietzsche, que durante décadas ha estado ligada al nazismo de manera indirecta.
Para los ‘filósofos de la sospecha’ todo lo que huela a gregario significa un menoscabo para la libertad de ser únicos y una amenaza contra la individualidad
Para los filósofos de la sospecha, todo lo que huela a gregario significa un menoscabo para la libertad de ser únicos y una amenaza contra la individualidad. No formar parte del rebaño tiene sus privilegios, pero también sus riesgos: los mismos que los de una cebra solitaria. Esto explica que, en su carrera instintiva por la supervivencia, una gran mayoría acepte ideologías, regímenes políticos o diversas injusticias, antes que ser apartado de la tribu. La filósofa Hannah Arendt (1906-1975) acuñó el concepto de la «banalidad del mal» para referirse a esas pequeñas infamias que cometen los individuos corrientes por seguir dentro del sistema, convertidas casi en trivialidades aceptadas por una mayoría. Arendt, de ascendencia judía, fue muy crítica hacia la maquinaria gubernamental puesta en marcha por los gobiernos totalitarios de la época.
Por su parte, Ayn Rand (1905-1982) fue una pensadora ruso-estadounidense muy influyente en su época por sectores de derecha e izquierda, que se consideraba atea, anticomunista y antisocialista y defendía el valor del individualismo hasta las últimas consecuencias. Su pensamiento fue recuperando el protagonismo que tuvo en los años 40-50 del pasado siglo, a raíz de ser tomada como inspiración para emprendedores digitales y algunas personalidades influyentes, como Elon Musk y Donald Trump. En el pensamiento de Rand, el altruismo sale bastante mal parado, al que califica de «canibalismo moral» y una amenaza contra el capitalismo y la individualidad en su potencial más puro. También abogaba por el egoísmo constructivo… En suma, el lema de los lobos solitarios.