La astronomía ha certificado que los espacios cultuales y ceremoniales que reflejan las crónicas eran espacios de culto al sol y la luna en la sociedad indígena
La influencia de los astros en la vida y en la espiritualidad fue una constante en buena parte de las sociedades antiguas. Las estructuras pétreas labradas por los aborígenes canarios en montañas y roques eran lugares de culto. Al menos, así lo plantean investigaciones recientes de astrónomos y técnicos especializados en arqueoastronomía: los primeros habitantes del Archipiélago controlaban los ciclos solares y lunares, como hemos visto en las dos primeras entregas de esta investigación periodística.
Gran Canaria atesora unos recintos ceremoniales, como reflejaron los cronistas, muy singulares. Estos santuarios reciben el nombre de almogarén, vocablo relacionado con la palabra bereber ilmuggaren, que significa lugares de reunión. En este último reportaje de la serie Gran Canaria arqueológica, del cielo a la tierra nos vamos a trasladar a tres santuarios a cielo abierto de los astrónomos del pasado: Cuatro Puertas, Roque Bentayga y el misterioso recinto amurallado de Santidad.
Cuatro Puertas es uno de los yacimientos más emblemáticos del Archipiélago. Está en Telde, este de Gran Canaria. Era el núcleo más poblado de la Isla, al menos durante los últimos siglos de la cultura indígena hasta la Conquista (finales del siglo XV). No tiene la espectacularidad paisajística de La Fortaleza –ver capítulo 1 de esta investigación periodística- ni la amplitud de su abanico de registros arqueológicos, pero Cuatro Cuevas atesora dos espacios rituales que lo hacen singular. Localizado en una montaña, en su cara norte tiene una cueva artificial de cuatro puertas, de ahí el nombre del enclave, por la penetra el sol durante el solsticio de verano. En la cima, una explanada labrada sobre las rocas con canales y cazoletas y un marcador solar, según dos investigaciones arqueoastronómicas, mientras que en su fachada sur hay un poblado troglodita, restos de grabados de factura indígena y un granero.
El astrónomo César Esteban, miembro del grupo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) que ha investigado decenas de yacimientos en el Archipiélago, confirma “la importancia que los elementos astrales y principalmente solares tenían en la religión aborigen”. Los científicos del IAC han descubierto “marcadores del equinoccio en diferentes islas”. Estos marcadores, explica Esteban, “se basan en que los ortos u ocasos solares en el equinoccio se producen sobre rasgos topográficos destacables del horizonte local o que la sombra o la luz solar en dicho momento producen fenómenos sobre elementos artificiales del propio yacimiento”.
Cuatro Puertas es un doble ejemplo del control del tiempo por parte de los guanches. “Visitamos el yacimiento durante el solsticio de verano y pudimos comprobar que, sólo en estas fechas, los rayos solares iluminan el interior de la cueva. Poco después del amanecer astronómico, y solo durante unos instantes, el Sol entra a través de una de las puertas, tan oblicuamente que los rayos sólo pueden proyectar, sobre la pared oeste, una mancha de luz con forma de menisco alargado muy fino de apenas unos centímetros de ancho”. Al ser tan simétrica la construcción, “un fenómeno similar ocurre al ocaso en esas mismas fechas”, continúa el astrónomo. En este caso, los rayos del sol entran por dos aberturas, “proyectando, por la primera de ellas, otra mancha luminosa alargada y estrecha, similar a la observable en el orto aunque de mayor anchura, mientras que por la segunda abertura la mancha es mayor y presenta una forma de punta de flecha que termina, curiosamente, justo sobre una cazoleta excavada en el suelo de la cueva”.
El otro marcador que atesora Cuatro Puertas está en el almogarén que existe en la cumbre de la montaña. Consiste en una plataforma allanada artificialmente, con cazoletas y canales excavados, donde destaca “uno de gran tamaño y profundidad que asemeja un estrecho creciente lunar”. En las paredes del almogaren aparecen, describe Esteban “dos elementos llamativos y especialmente interesantes: en la parte occidental encontramos un curioso grabado de trazo profundo que asemeja una serie de crecientes lunares abiertos hacia arriba y conectados entre si. En el lado opuesto encontramos una muesca a través de la cual, si nos situamos en el grabado, podemos ver la línea del horizonte marino. Ambos elementos parecen relacionados por un curioso fenómeno que tiene lugar también durante el orto solar del solsticio de verano”.
En el momento de la salida del Sol, “la sombra de la muesca se proyecta sobre el grabado, de tal forma que el perfil del lado sur de la muesca coincide con el contorno exterior septentrional del petroglifo. Según el disco solar va ascendiendo, la sombra de la muesca sigue delineando el perfil del grabado hasta que lo abandona definitivamente. Hemos estimado que el fenómeno solo puede ser observable unos pocos días al año, antes y después del solsticio de verano, siendo este periodo el único a lo largo de todo el año en que la sombra de la muesca y el contorno del grabado coinciden”.
El matemático José Barrios García, autor de la única tesis doctoral hasta ahora sobre arqueoastronomía en Canarias, también ha investigado el almogarén de la cima de Cuatro Puertas. Plantea “una hipótesis novedosa que integra los ciclos del sol, la luna y la estrella Sirio”. Para llegar a la conclusión de que el grabado que adorna la pared enfrentada al naciente es un marcador del solsticio de verano ha necesitado de complicados cálculos astronómicos y matemáticos.
Barrios expuso en el foro científico XXIV Coloquios de Historia Canario Americano la siguiente tesis: “El grabado de Cuatro Puertas fue diseñado hacia el año 1000 para sintetizar en un solo esquema la relación astronómica particular que unía en ese momento al sol, la luna y la estrella Sirio, probablemente los tres cuerpos principales del sistema astrolátrico mantenido por los faicanes –sacerdotes- de la Isla”.
El Roque Bentayga
El Roque Bentayga, una atalaya de 1.404 metros de altura, está en el centro de la gran caldera de Tejeda. El contexto arqueológico del yacimiento es realmente extenso; tiene cuevas de habitación y enterramiento, grabados rupestres, un granero, una muralla defensiva y un almogarén que consiste en dos plataformas excavadas en la roca, con varias cazoletas artificiales unidas por canalillos y un petroglifo circular de 75 centímetros de diámetro dominando el centro del recinto. El grupo de astrónomos del IAC ha investigado el enclave.
César Esteban nos cuenta que “el horizonte visible desde el almogarén resulta magnífico, dominado por el Roque Nublo –símbolo emblemático de Gran Canaria- y el Pico de Las Nieves” -la montaña más elevada de la Isla con 1956 metros-. El análisis del horizonte proporciona “unos resultados asombrosos, pues encontramos que la luna en su posición mas meridional posible (lo que se denomina lunasticio mayor sur) tendría su orto justo sobre el Roque Nublo, siendo en su mayor parte ocultada por este. Este hecho es extraordinariamente significativo, pues esta posición se alcanza cada 19 años aproximadamente, por lo que de ser una casualidad elección del lugar implicaría unos sistemas de observación astronómica cuidadosos a largo plazo y un conocimiento relativamente profundo de los movimientos celestes” por parte de los antiguos canarios.
Esteban recuerda que “desde las primeras visitas, sospechamos la posibilidad de que algún fenómeno marcara la fecha del equinoccio a partir del alineamiento entre el grabado circular y una muesca que existe en la parte superior de un pequeño promontorio rocoso muy cercano”. Al amanecer del día del equinoccio de otoño, los astrónomos grabaron la secuencia del orto solar. “El fenómeno más llamativo es que, casi una hora después del amanecer, la sombra proyectada por la muesca toca el petroglifo circular y se hace coincidente con su contorno”. En inspecciones posteriores, pero en el equinoccio de primavera, comprobaron “como la sombra y el grabado ya no eran visiblemente coincidentes. Este hecho nos demuestra la extraordinaria precisión de este marcador equinoccial y nos sugiere la gran probabilidad de que simplemente no sea producto de la casualidad”.
¿Cuando se construyó este santuario a cielo abierto? Está demostrado con dataciones de última generación que el poblamiento de Canarias, entendido como la colonización de un territorio y posterior creación de una sociedad, se inició durante los primeros siglos de esta era, entre el II y el III, aunque en el entorno del cambio de era hubo contactos, como demuestran los vestigios romanos encontrados en la factoría de púrpura del islote de Lobos y en el yacimiento de El Bebedero, en Lanzarote, como publicó este periódico en junio de 2023.
El científico César Esteban cree que el almogarén del Bentayga se construyó sobre el año 400 (siglo V). ¿Por qué? Tras numerosas observaciones, el astrónomo concluye que “la anchura angular que presenta el Roque Nublo, tal y como se observa desde Bentayga, es ligeramente mayor que el diámetro lunar; podríamos esperar que en un momento no muy lejano del pasado la ocultación de la Luna por el Roque Nublo fuera total. Haciendo cálculos estimativos, encontramos que dicho momento tendría lugar alrededor del año 400, siendo visible el fenómeno durante un intervalo de uno o dos siglos antes y después de dicha fecha”. Las dataciones de Carbono 14 más antiguas en los yacimientos del Bentayga oscilan entre los siglos lV y VI de la era común.
Los marcadores encontrados en los almogarenes de Cuatro Puertas y Roque Bentayga -uno solsticial y el otro equinoccial- comparten, según las fuentes consultadas por Canarias Ahora-elDiario.es, “claras similitudes: la misma combinación de dos elementos, una muesca y un grabado, en donde la coincidencia de la sombra de la muesca con algún elemento del petroglifo indica que está ocurriendo un evento astronómico. No está claro, opina Esteban, ”que las muescas sean artificiales, pero en cualquier caso los grabados sí lo son, lo que parece indicar que la elección de la situación del lugar sagrado no fue impuesta por el marcador, sino que éste se pudo construir después“.
Santuario de Santidad
El santuario de Santidad, en cambio, no guarda relación tipológica con ningún yacimiento del Archipiélago. Se trata de un recinto amurallado elíptico, con gruesos muros de piedra y varias estructuras en su interior, también realizadas con grandes bloques de piedras rectangulares. Es bastante grande, con un tamaño aproximado de 40 por 30 metros, en lo alto de un llano orientado al sur, a 1.400 metros sobre el nivel del mar.
El autor de este reportaje, profundo conocedor de la riqueza arqueológica de las siete islas colonizadas por los guanches, no salía de su asombro cuando visitó este yacimiento el pasado 8 de marzo, guiado por el ingeniero de datos José Carlos Gil, experto en astronomía vinculada a la arqueología de Canarias desde hace 25 años. Gil descubrió y certificó que Santidad “es un marcador exacto del solsticio de verano”. Durante el ocaso, “la luz penetra por la puerta oeste del santuario mientras el sol se va ocultando justo detrás del pico de Inagua”. Gil considera que la orientación de la puerta “es deliberada”, con el propósito de que coincida “exactamente con el ocaso en esta posición extrema del sol”. De fondo, el imponente Teide.
La puerta este, por su parte, no es simétrica a la del oeste. Está, refiere el científico, “es una posición estudiada, orientada hacia el orto de Sirio, la estrella más brillante y de singular importancia en el celaje”. En muchas culturas antiguas, Sirio fue “utilizada por su orto helíaco como marcador de tiempo”. José Carlos Gil recuerda que en algunas crónicas de la Conquista, este cuerpo celeste fue citado como un elemento de culto de la población indígena,
La investigación de Gil fue avalada por el astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Juan Antonio Belmonte, una de las máximas autoridades mundiales en el campo de la arqueoastronomía. El resultado del trabajo se publicó en la revista científica Cosmology Across Cultures, con la firmas de Gil y Belmonte.
El yacimiento de Santidad es, en palabras del científico José Carlos Gil, “un gran recinto, hecho a base de una doble fila de enormes lajas hincadas, que se ha rellenado luego con otras lajas colocadas horizontalmente hasta formar un muro con dos aperturas en la mitad de cada lado, orientadas a este y oeste. En su interior, se conservan restos de tres habitáculos y delante, en su parte más meridional, se levanta una torreta de base circular”.
El enclave está en un lugar inhóspito para vivir. De hecho no hay ningún vestigio arqueológico alrededor que indicara la existencia de un poblado. Tan solo hay una huella de la cultura indígena a medio kilómetro del santuario: en un promontorio rocoso se encontró una cista funeraria. “Alguien muy importante tuvo que ser enterrado allí”, opina Gil. La tumba fue expoliada.
¿Por qué los antiguos canarios eligieron este lugar para sacralizarlo? La respuesta está en las investigaciones astronómicas. La construcción del conjunto tuvo que ser muy laboriosa, ya que necesitó de un gran esfuerzo para buscar las grandes lajas, trasladarlas al lugar y construir los grandes muros del recinto. Y para proponer y dirigir la obra tuvo que haber un líder. Lo mismo debió de ocurrir para la construcción de los almogarenes descritos en este reportaje o los templos solares de cuevas cupulares que protagonizan el capítulo 2 de esta serie. Los aborígenes no conocían la rueda –o no la necesitaron-, pero sí tenían nociones astrales para medir el tiempo, como otras culturas ancestrales. Cuando Juan Antonio Belmonte visitó este lugar por primera vez, también de la mano de José Carlos Gil, exclamó: “¡Terra incógnita!”.