“Lo que un niño busca no es atención, sino amor”, dijo Sigmund Freud. Y los padres deberían grabarse esa frase con fuego. Cuando los niños lloran, patalean o gritan, en realidad no quieren solo la atención de los adultos, están reclamando su cariño y comprensión.
Por desgracia, en los últimos años se ha popularizado una técnica que, mal aplicada, puede perjudicar bastante a los pequeños: se trata de la ignorancia planificada. O sea, ignorar el mal comportamiento con la esperanza de que desaparezca. Pero si parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente no lo sea.
¿Qué es la ignorancia planificada?
La ignorancia planificada es una técnica de modificación de conducta que se basa en el principio de la extinción. Postula que cuando desaparecen las recompensas o los reforzadores que mantenían el comportamiento, este se extinguirá paulatinamente.
Sin embargo, en la educación infantil a menudo se asume que la atención refuerza las conductas. Por tanto, cuando los padres castigan las transgresiones o malos comportamientos de sus hijos, se piensa que en realidad los están reforzando pues implica prestarles atención.
Por ese motivo, se propone la extinción como alternativa al castigo. Se trata de retirar la atención de aquellas conductas que queremos eliminar. No responder ante ellas, no regañar al niño, sino ignorar lo que hace por completo.
Obviamente, no es humanamente posible prestar atención a todos los comportamientos infantiles, por lo que a veces ignorar aquellos que nos molestan parece la mejor solución. Sin embargo, ¿te has preguntado qué les ocurre a los niños que son ignorados constantemente? ¿O qué pasa cuando el comportamiento, que es el principal medio de comunicación de un niño que aún no domina bien el lenguaje, es ignorado sistemáticamente?
Los riesgos de ignorar los malos comportamientos infantiles
La ignorancia planificada parte de la idea de que los comportamientos indeseados tienen como objetivo llamar la atención, algo que es posible en algunos casos, pero no en todos. De hecho, incluso cuando una conducta sea un intento de captar la atención de los padres, es posible que esa atención realmente sea necesaria.
Los problemas se generan cuando esta técnica se convierte en la base del modelo educativo, de manera que los padres terminan pasando por alto las necesidades infantiles. Al ignorar sus comportamientos, estos pueden desaparecer, pero surgirán otros en su lugar.
De hecho, se cae en el riesgo de la negligencia emocional. El niño no solo no recibirá la validación emocional que necesita, sino que es probable que comience a sentirse invisible. En lugar de mejorar las relaciones con tus hijos, la ignorancia planificada envía un mensaje de invalidación. Y en el caso de los niños que tienen dificultades para conectar o expresarse, ese mensaje puede ser especialmente dañino.
La ignorancia planificada tampoco permite que los pequeños mejoren las habilidades que necesitan para resolver los problemas que a menudo se encuentran en la base de las conductas que los padres ignoran. Esta técnica, por ejemplo, no ayudará a un niño que esté experimentando emociones abrumadoras o que no sepa cómo pedir algo de manera adecuada.
De hecho, debido al fenómeno de la resurgencia, la extinción de una conducta puede dar pie a la reaparición de respuestas antiguas. Cuando el niño se da cuenta de que el comportamiento actual es ignorado, puede recurrir a su viejo repertorio conductual en busca de algo que le haya sido útil. A menudo eso se traduce en una regresión, por lo que en vez de avanzar en su desarrollo, retrocede.
El efecto adverso que nadie te cuenta y para el que debes prepararte
Imagina que pulsas el timbre en una casa y nadie responde. ¿Qué haces? Es probable que no te vayas inmediatamente, tu primer impulso será insistir pensando que no te han escuchado, antes de darte por vencido. De la misma forma, cuando ignoras a tu hijo, se suele producir lo que se conoce como “explosión por extinción”.
Al inicio se genera un aumento de la frecuencia, intensidad y otras variables de la conducta que estás intentando extinguir. Eso significa que el comportamiento que pretendes extinguir puede empeorar antes de empezar a mejorar, un factor que debes tener en cuenta para decidir si es la estrategia educativa más adecuada.
Por consiguiente, los padres necesitarán armarse de mucha paciencia para tolerar ese incremento en la intensidad, pues de lo contrario terminarán reforzando la conducta en el peor momento posible. Si intentas extinguir una rabieta infantil ignorándola, por ejemplo, es posible que eso incremente inmediatamente su intensidad. Si te sientes agobiado e intervienes, estarías reforzando ese aumento de la intensidad, lo cual puede empeorar la situación a largo plazo.
Por ese motivo, el principio de extinción en la educación infantil solo se puede aplicar a conductas:
- De baja intensidad
- Que puedan ser toleradas
- No supongan problemas de seguridad
Extinguir no es ignorar
Para aplicar correctamente el principio de extinción, hay que tener en cuenta que extinguir no es sinónimo de ignorar. Un error muy común en este sentido es pensar que la extinción consiste simplemente en ignorarla conducta.
La extinción realmente implica eliminar el reforzador de un comportamiento, por lo que ignorar el problema de conducta no basta. Por ejemplo, si un niño golpea a sus compañeros en el colegio, ignorar lo que ha hecho no es correcto ni será de gran ayuda. De hecho, el primer paso consiste en diferenciar las conductas que se pueden abordar desde el principio de extinción de aquellas que necesitan una intervención directa.
Por otra parte, hay que tener claro que lo que se ignora son comportamientos, no personas. La diferencia es sutil pero importante. Eso significa que, si un niño tiene una rabieta porque desea algo, no tienes que hacer como si no existiera, sino que puedes decirle: “respira hondo. Hasta que no te calmes y lo pidas adecuadamente, no satisfaré tu demanda”.
Una vez que el niño se calme, no hay mejor estrategia educativa que la comunicación. Es necesario enseñarle a identificar sus emociones y expresar lo que desea asertivamente. Debemos tener en cuenta que muchos niños comunican físicamente sus necesidades porque no son capaces de ponerlas en palabras o canalizar unas emociones tan intensas que los desbordan. Ignorarlos puede extinguir esa conducta, pero no eliminará el malestar que la genera y, sobre todo, no le enseñará un camino más asertivo para expresar ese malestar o deseo.
La construcción de relaciones, la comunicación y el desarrollo de habilidades para la resolución de problemas en tiempo real, centrándose en las causas que llevan a los niños a actuar de formas que los adultos consideran problemáticas, son la vía más adecuada para criar a niños autónomos, seguros y asertivos.
El principio de extinción y la ignorancia planificada se pueden usar, pero siempre teniendo en cuenta que hay que establecer un vínculo emocional con los niños, de manera que no perciban la corrección como un rechazo a su persona, sino simplemente como un error en su comportamiento que necesitan corregir.
Referencias Bibliográficas:
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Ignorancia planificada: la técnica para eliminar los malos comportamientos que perjudica a los niños