Javier Cacho: Amundsen y Scott muestran la indomable voluntad humana

El científico español relata en un nuevo libro el mayor duelo vivido en el Polo Sur, cuando se cumplen 100 años de su conquista

El 15 de octubre de 1911 comenzó una fascinante carrera entre dos expedicionarios: el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Falcon Scott. Ambos tenían la intención de alcanzar por vez primera el Polo Sur, pero encontraron destinos muy distintos: Amundsen viajó a la Antártida para conquistarla, Scott para morir. Con motivo del centenario de esta gran hazaña, el físico, científico y escritor Javier Cacho, especializado en la Antártida, ha publicado un libro que, bajo el título de «Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida», narra con todo lujo de detalles las peripecias de ambas expediciones. En la siguiente entrevista, Cacho nos habla de las dificultades que tuvieron que enfrentar ambos expedicionarios y de la capacidad de la voluntad humana de alcanzar sus propias metas. Por Yaiza Martínez.

Javier Cacho, entrevista para Aica.tv
Javier Cacho, entrevista para Aica.tv
El 15 de octubre de 1911 comenzó una fascinante carrera entre dos expedicionarios: el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Falcon Scott. Ambos tenían la intención de alcanzar por vez primera el Polo Sur, pero encontraron destinos muy distintos: Amundsen viajó a la Antártida para conquistarla, Scott para morir. Con motivo del centenario de esta gran hazaña, el físico, científico y escritor Javier Cacho especializado en la Antártida, ha publicado un libro que, bajo el título de «Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida» y publicado por Fórcola Ediciones, narra con todo lujo de detalles las peripecias de ambas expediciones. La historia de Amundsen y Scott se convirtió en un duelo que ejemplifica la sempiterna lucha entre el hombre y la naturaleza. Cacho nos habla en la siguiente entrevista de la apasionante aventura que también supuso narrar las hazañas de ambos expedicionarios:

Has estado en Bulgaria para la presentación de la edición del libro en búlgaro. ¿Como es que se ha publicado en ese idioma y como han ido las cosas?

Hace varios años, la Universidad de Sofia tradujo un libro que había escrito. Desde entonces, mantengo relaciones con algunos escritores búlgaros. Además, tengo allí muy buenos amigos, dado que la base española y la búlgara en la Antártida están muy próximas y eso ha permitido llevar a cabo actividades científicas en común, pero también hacernos amigos. Cuando supieron que estaba escribiendo un libro sobre la Carrera al Polo Sur empezaron a buscar como publicarlo también en su país. Finalmente, sus esfuerzos hicieron que la mayor editorial del país desease publicarlo. A partir de ese momento todo fue “otra carrera”, esta vez contrarreloj para tratar de sacar las dos ediciones a la vez, para lo que era necesario traducir al búlgaro mas de 400 páginas en un par de meses. Pero lo logramos, y ambos libros han salido con diferencia de días. Aunque la primera presentación del libro se ha hecho en el Instituto Cervantes de Sofia, a ésta han seguido otras más, a un ritmo de una diaria en diferentes ciudades y colectivos, asociaciones de escritores; ante profesores de geografía e historia, estudiantes universitarios y, finalmente, ante lectores (diríamos normales y corrientes) en una gran librería de la tercera ciudad búlgara.

Hace 25 años, participaste en la Primera Expedición Científica Española a la Antártida y has escrito libros relacionados con las actividades que allí has desarrollado, pero ¿por qué te decidiste por escribir sobre la conquista del Polo Sur?

Llevo muchos anos interesándome y recopilando información sobre la historia de las exploraciones antárticas. El haber estado allí me hizo, desde el primer momento, interesarme por los hombres que habían pisado aquel continente antes que yo. Y, poco a poco, los estantes de mi casa se fueron llenando de libros sobre aquella hazaña, puesto que cada paso en la Antártida ha ido acompañado de tremendos sacrificios que ponen de manifiesto todo lo que es capaz de hacer el hombre por explorar, por descubrir, por hacer retroceder las fronteras de lo desconocido. Pero, durante años, fui un simple lector que devoraba con pasión esas historias y así podría haber seguido, de no ser porque mis amigos me animaron a que -aprovechando el centenario de la carrera- pusiera por escrito las historias que yo les había contado sobre la Antártica y, especialmente, sobre los hombres que se atrevieron a acercarse a aquella Terra Incognita por vez primera, desafiando todos sus peligros.

Tu libro tiene la virtud de hacernos retroceder un centenar de años y hacernos revivir aquella expedición como si estuviésemos participando en ella, no sólo desde un punto de vista de sentimientos, que luego hablaremos de ellos, sino de la precariedad de medios en que se desarrollaban las expediciones en esos tiempos.

Sí, nos acostumbramos con tanta facilidad a los nuevos desarrollos tecnológicos que olvidamos como eran las cosas hace unos pocos años, incluso aunque las hayamos vivido. Por ejemplo, la primera vez que fui a la Antártida, como decías antes, hace 25 años, en el barco en que íbamos –y era extraordinariamente moderno- no había teléfono por satélite y teníamos que comunicarnos con nuestras familias a través de la radio que escuchaba todo el mundo o, si queríamos más intimidad, mediante telegramas que se enviaban en Código Morse, no sé si ahora los jóvenes saben que era eso.

Pero es verdad, el desarrollo tecnológico en este último siglo ha sido espectacular: hay nuevos tejidos que hacen la vestimenta polar más ligera, cálida y transpirable; nuevos materiales que han hecho disminuir sustancialmente el peso de los trineos, los esquíes y los equipos, mejorando al mismo tiempo sus prestaciones; nuevos descubrimientos en el campo de la nutrición que garantizan una dieta suficiente y equilibrada; comunicaciones vía satélite que nos permiten solicitar ayuda en caso de emergencia; pronóstico meteorológico que nos dice el tiempo que nos espera; sistemas GPS para saber donde estamos… Todo ha cambiado mucho, pero se mantiene lo sustancial: el espíritu del hombre para afrontar las dificultades, su deseo incontenible por llegar donde nadie ha estado antes.

Roald Amundsen llega al Polo Sur. Fuente: Wikimedia Commons.
Roald Amundsen llega al Polo Sur. Fuente: Wikimedia Commons.
No quisiera desvelar a los futuros lectores el contenido del libro, pero todos sabemos el resultado y siempre nos hemos preguntado por las razones que llevaron a Scott a utilizar caballos para tirar de los trineos, y no perros como hizo Amundsen.

Yo también me hice esa pregunta y, realmente, el libro fue un imbuirse en la vida de ambos personajes para buscar las razones que les llevaron a actuar de la manera que actuaron. Sí, ahora todos sabemos que la razón que llevó a Amundsen a ganar la carrera y a Scott a perderla fue la elección del tipo de transporte, caballos en lugar de perros.

Ahora, con el paso del tiempo, nos parece increíble que alguien pudiese pensar que los caballos y, después, el tirar ellos mismos de los trineos, le permitiese ganar la carrera. Pero eso es porque, después de aquello, los perros se establecieron como el medio de transporte polar por excelencia, pero en aquellos tiempos todavía se dudaba de ellos. Amundsen consideró también el llevar renos, y tan solo cuando vio correr a los perros en la propia Antártida se dio cuenta de que había acertado en la elección.

Por el contrario, Scott había tenido en su expedición anterior muy malas experiencias con los perros, y cuando Ernest Shackleton se quedó a menos de 200 kilómetros de alcanzar el Polo Sur utilizando caballos, decidió seguir su ejemplo. Sin lugar a dudas, la parsimoniosa marcha de los caballos no puede compararse con el brío del correr de los perros, pero es que cuando Scott preparó su expedición no sabía que ésta se iba convertir en una carrera. Nunca sabremos qué hubiese elegido de saberlo. En ese sentido, Amundsen jugó con ventaja.

Curiosamente, Scott fue considerado un héroe a pesar de ser el perdedor. Y Amundsen desde que era niño soñaba con el Polo Norte. ¿El bagaje de ambos era muy diferente? ¿Y sus personalidades?

Eran dos personalidades muy diferentes. Amundsen fue el primer explorador profesional de la historia, desde que tomó la decisión de convertirse en explorador, orientó toda su vida en esa dirección. El caso de Scott fue diferente, él era un militar al que le ofrecieron el mando de una expedición polar, aunque desde ese momento se volcó con entusiasmo en prepararse para su misión.

También se diferencian en su propia concepción de la ciencia, para el noruego no significa gran cosa, mientras que para el británico se convierte en uno de los dos pilares de su expedición, el otro sería la conquista del Polo Sur. Incluso emocionalmente se diferencian, Scott se enamoró, se casó y tuvo un hijo, mientras que Amundsen parecía eludir este tipo de compromisos.

Portada del libro "Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida", del escritor Javier Cacho, editado por Fórcola Ediciones.
Portada del libro «Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida», del escritor Javier Cacho, editado por Fórcola Ediciones.
En las fotos de su libro se aprecia cómo vestían en cada expedición, y mientras que los noruegos iban forrados de pieles, los británicos parecen que utilizaban ropa que abrigaba poco. ¿Fueron estas las causas del desastre? En sus notas, Scott hace referencia a la mala suerte por unas condiciones meteorológicas inesperadas en esa época del año.Fue un cúmulo de circunstancias lo que llevó a la tragedia de los británicos. Por una parte, la elección de los caballos en lugar de perros, y luego el tener que tirar ellos mismos de los trineos cuando los caballos murieron, fue la causa principal del retraso que hizo que perdiesen la carrera.

Pero, pese al esfuerzo agotador que supuso el tirar ellos mismos de los trineos durante cientos de kilómetros, podrían haber sobrevivido de no ser porque el tiempo cambió: el invierno llegó antes de tiempo y terminó con la vida de unos hombres agotados por el esfuerzo que habían realizado durante meses. Los estudios científicos han probado que, efectivamente, Scott y sus hombres sufrieron unas condiciones meteorológicas anormales para esa época del año. Fíjese: las estaciones meteorológicas automáticas que han instalado los científicos en esa zona nos han permitido descubrir que únicamente uno de cada 30 años se dan las bajas temperaturas que soportó Scott y que, además de castigar sus cuerpos por el frío, provocó que sus esquís y los patines de sus trineos no funcionasen como debieran, por lo que su ritmo de marcha se redujo a la mitad.

¿Quiere decir que si no hubiesen tenido la mala suerte de ese tiempo anómalo hubieran regresado sanos y salvos?

Bueno, no todos. El suboficial Evans sufrió un edema cerebral, muy posiblemente causado por la altitud y el esfuerzo, en su caso no había solución, pero el resto podría haber sobrevivido. Tenían una línea de depósitos con víveres perfectamente abastecida. Si el mal tiempo no se hubiese cebado con ellos podrían haber mantenido sus ritmos normales de marcha y alcanzado su base sin demasiados problemas.

Y en ese caso, ¿cómo hubiese pasado a la historia Scott?

Todo hubiese sido muy diferente. Sin lugar a dudas, Scott hubiese sido el perdedor, el que llegó el segundo, y el juicio de la historia es imperdonable. El primero es el primero y no hay cabida para segundones. Su expedición sería recordada como una gran expedición científica y sus logros para la ciencia hubieran hecho que fuese considerada como una de las grandes de la época, si no la mayor. Pero ahí hubiese terminado todo, hoy en día casi nadie recuerda que Shackleton se quedó a menos de 200 kilómetros del Polo Sur. El primero es el primero.

Pero entonces, ¿por qué ese encumbramiento de Scott?

Por la forma en que supo, en que supieron, enfrentar la muerte -porque además Scott supo narrarlo con tal viveza que es difícil leer sus diarios sin sentir una emoción especial-. Además, porque no abandonaron a sus heridos, aún a sabiendas de que les estaban retrasando la marcha y de que eso les podía costar la vida: el espíritu de solidaridad pudo más que el instinto de supervivencia.

Y todo esto tocó el corazón de sus contemporáneos y –especialmente- el del pueblo británico, era lógico: eran los suyos. Y de forma espontánea, los británicos se volcaron en un sentido homenaje que todavía hoy emociona. Y además improvisado, desde que se recibieron las noticias de la muerte de Scott hasta que tuvo lugar el funeral no habían pasado más de cuatro días. Pero las multitudes rodearon la catedral en un respetuoso silencio, y un millón de escolares escucharon de pie en sus aulas –en ese mismo momento- la lectura de la carta de Scott al pueblo británico, un escrito de una fuerza y de una belleza que, aún ahora, cien años después, sigue llegando al corazón. Ante tal gesta humana, el hecho de haber llegado al Polo el segundo pasó a un segundo plano y, como digo en mi libro: los dos alcanzaron la gloria. En mi opinión bien merecida para ambos.

Podríamos seguir hablando mucho sobre este apasionante tema, pero la mayor parte de las respuestas a mis preguntas las podrán encontrar en su libro. Sin embargo, hay una que no se encuentra: ¿seguirá usted escribiendo sobre temas polares, nos seguirá ofreciendo la posibilidad de conocer, con la viveza que caracteriza su escritura, otras gestas que se hayan desarrollado en esas regiones tan desconocidas para todos nosotros?

Deme un respiro. Acabamos de dar a luz al libro, ahora –como a un niño pequeño- tenemos que cuidarlo y alimentarlo durante un tiempo, hasta que comience a vivir su propia vida. Creo que el trabajo del autor no termina con la publicación del libro, tiene que ayudar a su difusión, porque ese es el objetivo último de cualquier libro: transmitir algo al mayor número de lectores posibles.

En estos momentos estoy volcado en la difusión del libro tanto como antes lo estuve en escribirlo. Además, la editorial que ha publicado el libro, Fórcola, es pequeña y su editor, aunque es un gran profesional y un entusiasta que aceptó el desafío de publicarlo, no cuenta con los medios de un gran grupo editorial, lo que aumenta la necesidad de que el autor arrime también el hombro en la labor de difusión. Además lo hago encantado.

Pero volviendo a su pregunta: sí, seguiré escribiendo sobre los exploradores antárticos. Llevaron a cabo una gestas impresionantes que ponen de manifiesto, una y otra vez, la indomable voluntad del ser humano por superar todas las dificultades imaginables cuando se marca una meta, cuando persigue un sueño. Por eso, al igual que ellos volvieron a la Antártida una y otra vez, yo volveré a enfrentar el desafío personal de hacer llegar sus proezas a los lectores.

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