Las plantas acceden a un increíble espectro de biocomunicación que incluye diversos procesos psíquicos como telepatía, inferencia informativa a distancia y empatía a nivel celular por otros seres vivos.
“Guardamos una mayor conexión con lo invisible que con lo visible”
Novalis
Todos hemos escuchado hablar de, o incluso hemos podido constatar, la sensibilidad de las plantas: su respuesta, favorable o desfavorable, a estímulos como la música o el color, el hecho de que al hablarles bonito crecerán más rápido y más sanas, o que si las expones a situaciones estresantes ello repercutirá negativamente en su desarrollo. Sin embargo, y a pesar de que existen estudios fundamentados al respecto desde hace medio siglo, no muchas personas están familiarizadas con la percepción extrasensorial que manifiestan estos seres.
Comenzaba la segunda mitad de la década de los sesentas. Muchos se encontraban inmersos en un acelerado desdoblamiento de conciencia (mediado por innumerables dosis de LSD y coloridos estampados), otros se encontraban compitiendo por llegar a la luna, y uno de ellos, Estados Unidos, había iniciado una invasión contra Vietnam, a pesar de no haberse aún sacudido el asesinato de John F Kennedy. Malcolm X moría asesinado, y los Beatles estaban por lanzar su legendario Sgt Peppers.
Pero allá en 1966 no todo era psicodelia y guerras, también estaba por ocurrir algo increíble en una oscura oficina situada en la 5ta avenida de Nueva York. Este era el espacio de trabajo de Cleve Backster, el más prestigiado examinador de detección de mentiras de todo el país. Una noche como cualquier otra, de pronto, impulsivamente, algo le llevó a colocar los electrodos de su polígrafo a una planta, una Dracaena massangeana. Y lo que sucedería a continuación, provocaría en él una revolución personal: notó que al verter agua sobre la planta, el galvanómetro obtenía una reacción similar a la de una persona experimentando emociones. Backster sabía que el más intenso estímulo para generar una reacción emocional en una persona es la noción de sentirse amenazada, así que pensó en exponer la hoja conectada a los electrodos, y ahora, con mayor sorpresa, constató que la planta había reaccionado bruscamente ante la sola idea de ser quemada. Tras un par de pruebas más, intentó visualizar nuevamente la flama quemando la hoja, pero ahora no hubo reacción alguna, como si la planta pudiese diferenciar entre una intención real y una fingida.
A partir de esa noche la carrera de Backster experimentaría un giro radical, ya que dedicaría la mayor parte de su tiempo a profundizar en sus investigaciones sobre biocomunicación y, eventualmente, abandonaría las labores que realizaba para agencias gubernamentales, entre ellas la CIA. Y tras esta decisión participaría en decenas de experimentos, parte de ellos publicados en el International Journal of Parapsychology: “Evidence of a Primary Perception in Plant Life,” (vol. 10, no. 4, Winter 1968, pp. 329-348), que terminarían por arrojar resultados aún más sorprendentes los cuales sugieren diversas habilidades extrasensoriales en las plantas:
Vínculos telepáticos
En una ocasión, Backster se percató de que las plantas establecían un lazo especialmente fuerte con las personas que cuidaban de ella, y que este vínculo no dependía del espacio físico que les separaba. Cuando se encontraba fuera de su oficina y le ocurrían eventos excitantes, fuesen positivos o negativos, sus plantas registraban los cambios bruscos en su estado de ánimo o sus ritmos biológicos. Incluso en alguna ocasión, estando en otra ciudad, Backster tropezó en la calle, lastimándose. Al llegar a su hotel llamó a uno de sus asistentes para corroborar si a la hora de su accidente se había registrado alguna reacción en las plantas, y la respuesta fue positiva, justo a la hora en que el cayó, las plantas manifestaron un notable estrés.
Empatía celular
En otro experimento que realizó, ya instalado en la fase en donde monitoreaba a sus plantas las 24 horas del día, Backster notó que al momento de haberse hecho una herida en el dedo, con un cuchillo, la planta había registrado el percance. Lo mismo sucedió cuando una araña que se encontraba en el mismo cuarto fue amenazada por una de las muchas personas que visitaban el laboratorio o, de manera más drástica, cuando frente a una planta alguien arrojó unos cangrejos vivos a un recipiente con agua hirviendo. Con el tiempo, Backster detectaría un patrón en el que la planta reaccionaba cada vez que atestiguaba la muerte de tejido vivo, lo cual lo llevo a teorizar sobre una especie de empatía telepática, a nivel celular, que manifiestan las plantas.
Para explorar esta hipótesis, encontró una manera de adherir electrodos a diversas infusiones celulares, tales como amibas, sangre, y esperma. Tras los experimentos se encontró con que estas infusiones también reaccionaban, por ejemplo el esperma manifestaba una reacción cuando su donante se colocaba junto al tubo que lo contenía. Esta comunicación “parece que no para en el plano celular. Puede que atraviese al molecular, el atómico o incluso el subatómico. Todas aquellas cosas que han sido consideradas, convencionalmente, como inanimadas, podrían tener que ser revaluadas” afirmó el investigador, que eventualmente llamaría a este fenómeno “percepción primaria”.
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Desciframiento emocional de información:
Otra de las pruebas consistió en adherir los electrodos a una planta y colocar a un colega junto a ella. A continuación le pregunto su año de nacimiento, y Backster enumeró diez fechas distintas, instruyendo a su colega que respondiera, invariablemente, con un No, aunque una de ellas fuese la correcta. Luego, al observar el galvanómetro, Backster supo cuando su interlocutor había mentido pues la planta se lo había indicado, reaccionando justo en el instante en que una de las respuestas careció de verdad.
Los anteriores son solo algunas de las líneas de investigación que Backster desarrolló. Por cierto, el trabajo de este estadounidense nos remite a la loable labor que el bioquímico y filósofo de Cambridge, Rupert Sheldrake, ha venido realizando en las últimas tres décadas, y la cual ha derivado en la teoría de los “campos morfogenéticos”, una red invisible de hebras a través de la cual se da un permanente intercambio de información entre individuos de la misma especie. Por otro lado, al leer los sucesivos “descubrimientos” o mejor dicho recordatorios, que Backster develaba, es difícil no remitirnos a las entidades metafísicas que, de acuerdo con el gran Paracelso, habitan en los distintos planos naturales, los elementales.
Tras haber sido un profesionista, exitoso, internacionalmente reconocido como examinador de mentiras, luego de volcarse al estudio de las facultades extrasensoriales en las plantas, Backster fue descalificado en innumerables ocasiones (como suele suceder con cualquier investigación que amenaza las fronteras tradicionales de la ciencia). Su carrera con las plantas, o mejor dicho su credibilidad, tuvo múltiples altibajos. Hubo ocasiones en que logró demostraciones exitosas de sus teorías, en público, participando desde en programas de televisión hasta prestigiados recintos académicos, como la Universidad de Yale. Mientras que en otras ocasiones aparentemente fracasó ante la nula reacción de sus queridas plantas, lo cual fue crudamente aprovechado por sus críticos.
La mayoría de las culturas actualmente dominantes, o al menos un sector considerable dentro de ellas, parece haber descuidado, tristemente, su relación con un personaje que invariablemente catalizó, a lo largo de la historia, la relación del ser humano con la “realidad”: la naturaleza. Ello a pesar de que prácticamente todas las tradiciones místicas, las religiones, y en si los pilares del desarrollo de nuestra especie, postularon la resonancia con el entorno natural como la máxima premisa evolutiva.
Y tal vez por esta razón es que actualmente sufrimos una especie de amnesia ante las grandes lecciones de la naturaleza, aquellas que emulaban grandes personajes como Paracelso, Novalis, Goethe, o los antiguos alquimistas. Y si recordamos que nuestro concepto de magia emerge a partir de una interacción armónica con las leyes naturales, catalizada a través de una intensión proyectada con precisión, resulta fácil concebir la desbordante sabiduría frente a la cual nos hemos, culturalmente, auto-marginado.
Pero más allá de cuestionar o de entregarnos efusivamente a los experimentos del buen Backster, aclarando que en lo personal me parecen altamente estimulantes, y que inclusive tras conocerlos me es difícil interactuar con las plantas de la misma manera en que lo hacía antes, considero pertinente la siguiente invitación:
Dejemos pues que las plantas hablen, sacudamos los prejuicios, los tabúes y los temores, que empantanan nuestro diálogo con el entorno, purifiquemos nuestra receptividad frente a la sabia natura, y tengamos presenta la enseñanza de Dogen Zenji, el impecable maestro Zen del siglo XIII: “Aquellos que trabajan con plantas y con árboles, si lo hacen con sinceridad, alcanzarán la iluminación”.
http://pijamasurf.com/2012/01/telepatia-y-percepcion-extrasensorial-entre-las-plantas-biocomunicacion-vegetal/