Las razones ocultas de la caída del imperio soviético están íntimamente vinculadas a los secretos que la Virgen reveló a tres niños en 1917 en Fátima.
La CIA manipuló los mensajes de la Virgen a los pastorcillos de Fátima
El 25 de marzo de 2022, el papa Francisco consagró a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María en una ceremonia en el Vaticano. Una iniciativa que nos trasladó a épocas de la Guerra Fría y que nos remite a una de las peticiones de la Virgen a los tres pastorcillos durante las apariciones de Fátima (Portugal) en 1917. «Si se escuchan mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia», contaron los niños que les había dicho la Madre de Dios en una aparición. Los pequeños, que nada sabían del mundo, pensaron que Rusia era «una mujer de mala vida». Ignoraban por completo que se trataba de una nación, escribió décadas después Lucía dos Santos, la única vidente que quedó con vida, pues lo otros dos pastorcillos, Jacinta y Francisco Martos, fallecieron en 1919 y 1920 respectivamente a causa de la gripe española.
En octubre de 1917, tras la ya famosa danza del Sol, las apariciones de Fátima pasaron a mejor vida. Lucía dos Santos se hizo monja de clausura y así continuó hasta su fallecimiento en 2005 a los casi 98 años de edad. Las dos primeras partes del secreto de Fátima (el mensaje revelado de la Virgen a los niños) las transcribió sor Lucía en 1941 y la Iglesia no tuvo reparos en darlas a conocer. La primera se refiere a la visión del infierno que presenciaron los tres pastorcillos. La segunda, en teoría, predice el fin de la I Guerra Mundial (1914-1918) y la revolución bolchevique de 1917 en Rusia y su adhesión al comunismo.
UCRANIA: LA GUERRA MÁGICA
Hay que tener en cuenta que supuestamente los niños recibieron la revelación de las tres partes del secreto el 13 de julio de 1917, cuando todavía faltaban unos meses para que los revolucionarios acabaran con el imperio zarista. Sin embargo, debemos poner más que en duda el carácter profético de esta segunda parte, porque como comentamos anteriormente, Lucía la escribió en 1941. Por otro lado, la petición de la Virgen sobre la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón se convirtió con el paso del tiempo en una poderosa arma anticomunista, utilizada sobre todo por el papa Juan Pablo II.
Regresando a la actualidad, el Vaticano anunció en una nota oficial: «El viernes 25 de marzo, durante la Celebración de la Penitencia que presidirá en la basílica de San Pedro, el Papa consagrará al Corazón Inmaculado de María, Rusia y Ucrania. El mismo acto, ese mismo día, será realizado en Fátima por el cardenal Krajewski, como enviado del Santo Padre». En teoría se trata de una solicitud de los obispos ucranianos al pontífice con el objetivo de recibir alguna clase de ayuda celestial para que el Ejército de Ucrania logre parar a las tropas rusas que avanzan día a día hacia el control del país.
Lo cierto es que de nuevo la geopolítica y los secretos de Fátima se entrecruzan en una especie de revival de lo sucedido entre finales de los 70 y principios de los 90 del siglo XX. En 2010, Alí Agca, el terrorista turco que atentó contra Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, obtuvo finalmente la libertad después de 30 años en prisión. Durante el tiempo que permaneció entre rejas y también después de abandonar la cárcel ofreció versiones distintas y contradictorias sobre la trama detrás del intento de asesinato del pontífice. Agentes de la CIA y el SISMI, el servicio secreto italiano, lo interrogaron al poco de ser apresado. Entonces Agca apuntó claramente a lo que luego la prensa bautizaría como la «trama búlgara», pues implicaba a los servicios secretos de ese país –entonces bajo el férreo control de la URSS–, que habrían actuado siguiendo los dictados de la temida KGB: el espionaje soviético.
Décadas más tarde, en noviembre de 2010, Agca ofreció otra versión, dando a conocer algunos detalles más que concretos, incluyendo un nombre propio. En suma, los organizadores del atentado, en el que el turco habría actuado solo como brazo ejecutor, no pretendían matar al pontífice, sino simplemente herirlo para hacer cumplir de este modo el tercer secreto de Fátima. De hecho, según la versión ofrecida por el Vaticano, que «desclasificó» el secreto en el año 2000, el mismo haría alusión al intento de asesinato contra Juan Pablo II, entre otros asuntos.
ASESINAR A LA VIRGEN
Según Agca, el objetivo de la operación sería poner en marcha una conspiración, diseminando pistas falsas para culpar a la URSS del intento de asesinato, desacreditando de este modo a los países comunistas del Telón de Acero. «Después del atentado, la hostilidad contra la URSS aumentó y todo se desarrolló como deseaban», aseguró entonces Agca a la cadena de televisión turca TRT. Agca exculpó al KGB, pero también a la CIA o a cualquier otro servicio secreto. Aseguró que detrás del macabro plan se encontraban poderosos jerarcas del Vaticano. «La orden de disparar al papa fue dada por Agostino Casaroli», declaró entonces el terrorista. Casaroli fue secretario de Estado del Vaticano –número dos de facto en la cadena de mando, tras el pontífice– entre 1979 y 1990, y estaba considerado muy próximo a Juan Pablo II.
El crimen habría sido planificado por un tal «padre Michele» y otra persona de los servicios secretos del Vaticano, a los que, siempre según la versión del turco, «vi varias veces y con los que estuve en la plaza de San Pedro para preparar el atentado». Añadió que el arma utilizada había procedido de Austria, que los conspiradores le pagaron 50.000 dólares por sus servicios y que «Michele me garantizó que después de dos años de prisión sería liberado». Sin embargo, pasó treinta años entre rejas. El 13 de junio de 2000, el presidente italiano Carlo Azaglio Ciampi le concedió el indulto, pero acabó siendo extraditado a Turquía, donde ingresó en la cárcel de máxima seguridad de Sincan, a las afueras de Ankara, para cumplir una condena por delitos que había cometido en ese país cuando pertenecía a la organización de extrema derecha Lobos Grises. El 18 de enero de 2010, finalmente, recobró la libertad. Por supuesto, el Vaticano negó la versión ofrecida por Agca, que acusaba a Casaroli de estar detrás de la trama.
La mayoría de los prelados del Vaticano todavía se decantan por la «pista búlgara», según la cual el intento de asesinato fue ordenado por los más altos jerarcas de la URSS en aquel lejano 1981. Entonces, Juan Pablo II era el principal ariete de Occidente contra el sistema soviético, y para ello se apoyaba en el segundo secreto de Fátima –que pedía la conversión de Rusia al Sagrado Corazón de María para «desactivar» su capacidad de exportar el comunismo al mundo–, apariciones marianas de las que era un fiel creyente. Por tanto, el asesinato del pontífice sería al mismo tiempo físico y simbólico, porque recordemos que tuvo lugar un 13 mayo, fecha en la que los pastorcillos de Fátima se encontraron con la Virgen por vez primera. Por un lado, se pretendía eliminar a Juan Pablo II, la mayor amenaza en ese momento para la URSS y sus naciones satélites, y por otro, cortar de raíz el mensaje anticomunista del que hacía gala en cuanto tenía oportunidad, echando mano habitualmente del segundo mensaje.
EL TERCER SECRETO: EL FIN DE LA URSS
Para arrojar algo de luz sobre unos hechos tan complejos conviene situarnos en el 13 de mayo de 2000, cuando Juan Pablo II acudió a la explanada del santuario de Fátima para llevar a cabo la ceremonia de beatificación de Jacinta y Francisco Marto, dos de los tres niños videntes de Fátima que vieron por vez primera a la Virgen un 13 de mayo de 1917. Durante el transcurso de las más famosas apariciones marianas de todos los tiempos, los pequeños recibieron tres secretos, o mejor dicho, un secreto dividido en tres partes, la última de las cuáles permanecía hasta ese momento bajo el sello de confidencial.
Juan Pablo II leyó una homilía ante la presencia de Lucía dos Santos, la única superviviente de los tres niños videntes. Las palabras del papa no dejaron traslucir ninguna pista sobre lo que sucedería a continuación, pero apenas una hora después saltó la sorpresa. Angelo Sodano, entonces número dos del Vaticano, tomó la palabra y dio a conocer a grandes rasgos el contenido del secreto y la interpretación que la Iglesia había hecho del mismo. En suma, haría referencia a la lucha de los cristianos contra los sistemas ateos y al intento de asesinato de Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en la romana plaza de San Pedro a manos del terrorista turco Alí Agca.
Juan Pablo II no solo había acudido a Fátima para la beatificación de los dos pastorcillos, sino también como gratitud hacia la Virgen por la protección que le había dispensado
Sodano declaró ante los cientos de miles de católicos que seguían atentamente sus palabras que Juan Pablo II no solo había acudido a Fátima para la beatificación de los dos pastorcillos, sino también como «renovado gesto de gratitud hacia la Virgen por la protección que le ha dispensado durante estos años de pontificado. Es una protección que parece que guarde relación también con la llamada tercera parte del secreto de Fátima». Sodano tomó aire y continuó con su alocución: «Este texto (el tercer secreto) es una visión profética comparable a la de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condensa sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas…
…Por tanto, la lectura del texto ha de ser simbólica. La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo del segundo milenio. Es un interminable Via Crucis dirigido por los Papas del siglo XX. Según la interpretación de los pastorcillos, interpretación confirmada recientemente por sor Lucía, el obispo vestido de blanco que ora por todos los fieles es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto bajo los disparos de un arma de fuego. Después del atentado del 13 de mayo de 1981, a Su Santidad le pareció claro que había sido una mano maternal quien guió la trayectoria de la bala, permitiendo al Papa agonizante que se detuviera a las puertas de la muerte…
…Con ocasión de una visita a Roma del entonces Obispo de Leiria-Fátima, el Papa decidió entregarle la bala que quedó en el jeep después del atentado, para que se custodie en el santuario. La misma fue engarzada en la corona de la imagen de la Virgen de Fátima. Los acontecimientos de 1989 han llevado, tanto a la Unión Soviética como a los numerosos países del Este, a la caída del régimen comunista que propugnaba el ateísmo. También por esto el Sumo Pontífice le esta agradecido a la Virgen».
VIRGEN VS. COMUNISMO
Tal como había prometido Sodano, no hubo que esperar demasiado para que la Iglesia diese a conocer el texto íntegro del tercer secreto. Escrito por Lucía dos Santos en 1944, narra a grandes rasgos las vicisitudes de «un obispo vestido de blanco» (el Santo Padre), «que fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas», al igual que fallecieron del mismo modo «los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, caballeros y señoras de varias clases y posiciones».
Qué duda cabe que la interpretación del secreto ofrecida por la Iglesia es, por decirlo de algún modo, un tanto libre. Casi desde el mismo instante en que se publicó el contenido de dicha revelación, surgieron numerosas voces de estudiosos y teólogos que se posicionaron abiertamente en contra de la interpretación oficialmente admitida, o incluso negaron la autenticidad del pasaje escrito por sor Lucía. Lo que nadie duda, tal como afirmo Angelo Sodano en Fátima, es que Juan Pablo II siempre tuvo la convicción de que la Señora había evitado su muerte en el atentado de la plaza de San Pedro. A principios de 1982, algunos meses después de su recuperación, el pontífice pidió leer el tercer secreto y su convencimiento aumentó. Él era el obispo vestido de blanco. La Virgen protegió su vida con el fin de que pudiera llevar a buen puerto su principal misión como representante de Dios en la Tierra: acabar con el poder comunista, encarnado principalmente por la Unión Soviética y sus países satélites del Telón de Acero.
Exactamente un año después del atentado, el 13 de mayo de 1982, el santo padre viajó a Fátima para agradecerle a la Virgen su protección. En la homilía que ofreció ese día afirmó: «Vengo aquí hoy, porque precisamente este día del año pasado, en la plaza de San Pedro en Roma, sucedió el atentado contra la vida del Papa, coincidiendo misteriosamente con el aniversario de la primera aparición de Fátima, que tuvo lugar el 13 de mayo de 1917. Estas fechas se han cruzado entre sí de tal modo que me ha parecido reconocer en ello una llamada especial para venir aquí. He venido a dar gracias a la Divina Providencia en este lugar, que la Madre de Dios parece haber escogido de modo particular».
En su directo enfrentamiento contra el comunismo y la URSS, el pontífice aseguraba que solo obedecía la voluntad de la Madre de Dios, pues en el segundo secreto de Fátima, como apuntamos anteriormente, la Virgen dijo a los pastorcillos que si el santo padre consagraba Rusia a «Mi Inmaculado Corazón», ese país se convertiría y llegaría al mundo una era de paz. En caso contrario, siempre según el mensaje mariano del que dieron fe los pequeños videntes, «Rusia esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas…».
EL PAPA Y LA CIA
Ningún Pontífice se había atrevido a llevar a cabo tal encargo celestial, todo lo más se hizo un llamamiento a la consagración mundial, pero sin citar expresamente a la Unión Soviética, puesto que las repercusiones diplomáticas no habrían sido nada deseables. Durante su visita a Fátima en 1982, Juan Pablo II pretendió cumplir las directrices de la Virgen, pero sus asesores acabaron convenciéndolo para que desistiese, al parecer aconsejados por la CIA. Sin embargo, venciendo toda oposición, en 1984 Juan Pablo II volvió a llevar a cabo una consagración al Inmaculado Corazón de María, haciendo una mención especial a Europa del Este, cumpliendo así la petición formulada por la Virgen a los tres pastorcillos de Fátima.
La actitud de a Iglesia ante los países comunistas cambió radicalmente tras la subida al trono de san Pedro de Carol Wojtyla, un cardenal polaco que había sufrido en carne propia la represión del nazismo y del comunismo. Juan Pablo II acabaría convirtiéndose en el principal aliado de Washington en su política hacia Polonia y Moscú. Con el inestimable apoyo y asesoramiento de la CIA, el papa protegió, amparó e incluso financió al sindicato polaco de inspiración católica Solidaridad, dirigido por Lech Walesa. En realidad, se trataba del único sindicato libre del Pacto de Varsovia.
Las continuas alusiones a la protección de la Virgen sobre los polacos ponían de los nervios a los líderes del Gobierno comunista de dicho país, quienes esperaban tras cada declaración del papa alusiva a Polonia, la respuesta de los militantes y simpatizantes de Solidaridad. El apoyo incondicional del papa al sindicato católico supuso el principio del fin del sistema comunista en Polonia y, por ende, el desmoronamiento de la URSS y sus naciones satélites. Slavenka Draculovic, una conocida escritora croata que cubrió como periodista los viajes de Juan Pablo II a los países del Este, resumió a la perfección esta idea en declaraciones a un diario transalpino. «El papa no solo tuvo muchas pelotas, como dirían los italianos. Fue capaz de devolver un lenguaje a los polacos y estos le entendieron. Su primera visita a Polonia es para mí la confirmación emblemática del hundimiento del comunismo».
Juan Pablo II sabía bien donde «atacaba», no en vano Polonia era la nación más débil de la Europa comunista. Agentes de la CIA aconsejaron al pontífice sobre el modo en el que debía actuar con respecto a su país de origen, pues los analistas del servicio de inteligencia de EE UU estaban convencidos de que Polonia sería el primer naipe en caer, arrastrando a otras naciones comunistas hasta llegar a la mismísima URSS.
«HAY QUE MATAR A JUAN PABLO II»
Lech Walesa eligió el nombre de su movimiento (Solidaridad) después de leer la encíclica Redemptor Hominis, en la que se hacía un llamamiento a la «acción conjunta». En julio de 1979 Juan Pablo II envió un mensaje secreto a Walesa en el que aprobaba la elección del nombre de Solidaridad. Desde ese momento las relaciones entre el cabeza de la Iglesia y el líder sindical se estrecharon enormemente. El papa llamaba por teléfono a Walesa a cualquier hora del día o de la noche. Las conversaciones eran cortas y los interlocutores rara vez hacían mención a temas concretos, pues ambos daban por hecho que el teléfono de Walesa estaba intervenido. El pontífice con estas llamadas no pretendía información, ya tenía otras fuentes, sino demostrarle al dirigente de Solidaridad que contaba con un poderoso aliado en su lucha.
El 11 de junio de 1980, el santo padre envió un mensaje a Walesa mediante un correo diplomático, en el cual le recomendaba llevar a cabo una política de moderación. La respuesta del líder sindical inquietó a la curia vaticana. Prometía actuar con cautela, pero argumentaba que no podía detener el ritmo de los acontecimientos. El 9 de julio Juan Pablo II recibió un informe en el que se precisaba que Walesa amenazaba al Gobierno comunista polaco con una huelga general si no se atendían las peticiones de Solidaridad. A principios de agosto otra información de muy buenas fuentes –parece que de la CIA– llegó al Vaticano. Los dirigentes de la URSS no iban a permitir la afrenta de Solidaridad. Planeaban ordenar al Gobierno polaco que iniciase una purga contra los líderes del sindicato. Si la población se revelaba, se declararía la ley marcial. En caso de que el Gobierno polaco no fuera capaz de controlar las revueltas populares, los soviéticos estaban dispuestos a enviar al Ejército Rojo.
Durante varios días Juan Pablo II consultó con sus consejeros y meditó profundamente qué actitud tomar ante el cariz de los acontecimientos. Un día de aquella primera semana de agosto escribió probablemente la carta más desestabilizadora que jamás ha firmado ningún papa. En la misma, que el sumo pontífice envió directamente al líder de la URSS Leonid Brézhnev, prometía que si el Ejército Rojo invadía Polonia, él renunciaría al trono de san Pedro y regresaría a Polonia a luchar hombro con hombro junto a sus compatriotas. Gracias a esta misiva, y tras semanas de gestiones diplomáticas al más alto nivel, se firmó un acuerdo entre Solidaridad y el Gobierno polaco, lo que desactivó la peligrosa crisis que amenazaba al país. Sin embargo, Brézhnev no podía olvidar que el papa se había convertido en el gran enemigo de los regímenes comunistas. Quizás entonces se trazó el plan para asesinar a Juan Pablo II.
EL TRIUNFO DE MARÍA
En su segundo viaje a Polonia en el año 1982, el papa lanzó un incendiario discurso contra el régimen polaco en la capital del país. Sus constantes alusiones a la solidaridad entre las personas y sus nada disimuladas críticas al régimen, acompañadas de constantes citas de las Escrituras, aumentaron considerablemente la sensación de poder de Lech Walesa y sus seguidores. Más tarde, en el santuario de la Virgen Negra, en la localidad polaca de Czestochowa, Juan Pablo II ofició una misa para más de un millón de personas, y después hizo entrega a los monjes de un monasterio cercano del fajín que llevaba cuando fue alcanzado por los disparos de Alí Agca. Todavía eran visibles los agujeros de bala y las manchas de sangre. Para muchos de los presentes, no estaban únicamente presenciando un acto litúrgico, sino a una lucha directa entre el comunismo y el marianismo, en la que al final había triunfado el culto a María.
Sin duda, el incidente más grave ocurrido en ese viaje se produjo en el hipódromo de Breslavia. Después de que Juan Pablo II ofreciera otra multitudinaria ceremonia religiosa al aire libre, miles de manifestantes se enfrentaron a la policía enarbolando la bandera de Solidaridad. Jornadas después tuvo lugar un hecho sin precedentes: el encuentro personal entre el papa y Lech Walesa. Como no podía ser de otro modo, los dos hombres se vieron en una ermita cercana a Cracovia. Mientras la mujer de Walesa y sus cuatro hijos mayores permanecían cerca de la ermita, éste y el santo padre se alejaron para hablar en privado, ante la atenta mirada de policías y miembros del servicio secreto polaco.
Tras ese encuentro, las relaciones entre Juan Pablo II y Walesa se intensificaron más si cabe. Gracias al apoyo público que el papa demostró en todo momento a Solidaridad, Lech Walesa obtuvo un importante reconocimiento internacional, que le valió nada menos que la concesión del Premio Nobel de la Paz. El resto es historia: la debilidad del Gobierno polaco ante Solidaridad provocó que reformistas y opositores a los gobiernos de otros países comunistas, incluida la URSS, alzaran su voz, llegando incluso a puestos de relevancia política –como ocurrió con Mijaíl Gorbachov–, lo que a la postre acabaría causando el desplome del Telón de Acero.
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