El libre albedrío cuántico de Henry Stapp, el colapso de la superposición del yo

El físico y matemático estadounidense Henry Stapp se atreve a dar credibilidad a un valor o a una facultad como el libre albedrío, desacreditado por algunos neurocientíficos. Insiste en una teoría psicofísica que se retroalimenta con la mecánica cuántica.

¿Cómo afecta la observación a lo observado? ¿Cómo la subjetividad colapsa lo objetivo o es objetivamente real? Estas preguntas distinguen a la mente del universo, pero no estamos hablando de una realidad paralela, del mismo modo en que el orden y la libertad, más que coexistir, “convolucionan” o son la realidad de un mismo misterio.

Para empezar, Stapp no identifica el libre albedrío con un elemento irreductible como el azar. Le parece impensable que entre dos posibilidades pueda haber una elección sin fundamento alguno. Uno no “tiene”, sino que “es” libre albedrío, del mismo modo en que es el universo. Uno es una elección que descarta otras posibilidades, a la vez que existe junto con ellas. Podría decirse que el libre albedrío requiere determinismo, o no concebimos una cosa u otra. Concebimos la voluntad como experiencia de un determinismo adecuado:

El libre albedrío del hombre no es una ilusión. Constituye su esencia. Y se basa en la ley de la necesidad. Cualquier juego de azar falsearía la idea de que yo, desde el fundamento de mi naturaleza esencial, hago una verdadera elección.

Una interrogante interesante para investigadores contemporáneos y anteriores a Stapp ha sido por qué algo como la observación parece desempeñar un papel en cómo se transforma el mundo cuántico en la imagen definida que conocemos como realidad clásica. Los objetos cuánticos, por ejemplo, un electrón, se superponen o están en varios lugares a la vez. Existen en una nube de posibilidades, codificadas en una entidad matemática llamada “función de onda”, y así permanecen hasta que la función de onda se mide u observa. Cuando se produce un “colapso” de la función de onda, todas las posibilidades quedan reducidas a una. Por ejemplo, un electrón adquiere una posición única y definida.

De acuerdo con Stapp, el cerebro es un sistema cuántico basado en la superposición de posibles estados o eventos donde existe. El libre albedrío es esa nube de posibilidades, siendo cada una, en su diversidad, un modelo para una acción diferente:

Una función de onda que representa el cerebro está toda borrosa. Todas estas posibilidades de la mecánica cuántica están ahí en pie de igualdad. Si voy a decir algo, por ejemplo, hay muchas posibilidades de lo que podría decir. La forma en que funciona la mecánica cuántica allí es algo misterioso llamado colapso o reducción de la función de onda. Lo que sucede es que esta gran cantidad de posibilidades -o potencialidades- se reduce de repente. Esta reducción está asociada a un aumento del conocimiento.

El mundo físico es una estructura de tendencias o probabilidades dentro de una mente universal y transpersonal. El libre albedrío es un proceso de creación de sí mismo, la creación de la mente individual. Todo lo que existe es creado por este proceso, y cada colapso de la función de onda añade un poco de información al conocimiento humano:

En esta teoría, el cerebro es una computadora que se autoprograma. Los patrones neuronales autosostenibles, mutuamente excluyentes, actúan como portadores de los códigos de nivel superior. Cada uno de estos códigos ejerce un control de nivel superior sobre los centros de procesamiento de nivel inferior, que a su vez controlan las funciones corporales y, además, construyen el nuevo código de nivel superior. Este nuevo código se construye mediante procesos cerebrales que actúan de acuerdo con las leyes causales de la teoría cuántica sobre datos personales localizados: el nuevo código se forma integrando, de acuerdo con las directivas del código de nivel superior actual, la información proveniente de estímulos externos con bloques de codificación tomados de códigos previamente almacenados en la memoria. Este proceso causal de construcción produce necesariamente, en virtud del carácter de las leyes de la teoría cuántica, no solo un nuevo código único, sino una superposición de muchos, cada uno con su propio peso mecánico-cuántico. El acto consciente tiene como imagen en el mundo físico, tal como lo representa la teoría física contemporánea, la selección de uno de estos códigos superpuestos.

El también físico y estadounidense Lee Smolin complementa a Stapp al afirmar que el espacio es en una ilusión. En última instancia, la supuesta “dimensionalidad” de lo real no es más que relaciones entre perspectivas subjetivas. El libre albedrío es la misma ilusión, como también lo es una continuidad de puras determinaciones «asubjetivas». Hay algo intrigante en esta especie de vacuidad en la creación, en lo creativo, en la creatividad.

Somos el colapso de la superposición del yo, la sensación eterna de libertad en un océano de nubes pesadas en posibilidades, ligeras como eso que cargan.

Imagen: cerebro cuántico, Magzter.

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