En 2019 Ursula von der Layen llegó a la Presidencia de la Comisión Europea con un plan maestro en el que iba a poner todas sus fuerzas: la Agenda 2030, la descarbonización y el desarrollo de las energías alternativas.
En 2021 Bruselas aprobó el paquete de medidas, el “Fit for 55” con el pretexto de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 por cien para 2030, creando un movimiento de protesta agrario absolutamente desconocido hasta entonces, tanto en Holanda como en Alemania.
Cuatro años después, con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, las políticas verdes se enfrentan a muros cada vez mayores. Aparecen euroescépticos por todas partes. Antes los manifestantes luchaban por la descarbonización; hoy es el turno de los que se oponen.
En las calles de muchas ciudades europeas, como Madrid, los automovilistas empiezan a movilizarse los domingos por la mañana. No quieren llevar a sus coches al desguace porque no se pueden comprar otro.
Las políticas verdes ya no conceden votos y los que se empeñan en ellas van sufrir un golpe doloroso. Greta Thunberg ya no está de moda. No estamos en las anteriores elecciones, cuando el Partido Popular Europeo, del que Von der Leyen es miembro, puso el medio ambiente en el centro del programa electoral.
La frustración política ya ha elaborado su repertorio explicativo: el auge de la “extrema derecha”. Primero arrojan a los europeos en brazos de la reacción y luego se lamentan de ello.
Naturalmente que en la crisis política e institucional a la que se enfrenta la Unión Europea concurren, además, otras causas que podemos seguir poniendo encima de la mesa: pandemia, Ucrania, Gaza…
El problema de todo ésto es un problema fundamentalmente económico, como casi todos. Y la solución aquí es muy difícil, bueno en realidad es muy sencilla pero impensable para los que legislan.
Todos queremos vivir con mejor calidad. Menos contaminación, menos residuos, comercios justos, alimentos saludables, menos ruido,…….. pero vivir dignamente.
Todos queremos minimizar los efectos adversos del cambio climático, y energías limpias y renovables, una sociedad amigable, inclusiva, paritaria, accesible y desarrollada, pero éso tiene un precio que suele ser elevado y siempre recae en el consumidor. Y ahí es donde surge la rebelión y el rechazo.
Yo no me compro un frigorífico contaminante por capricho, lo hago porque es el que venden. Luego deciden cambiar a los más eficientes energética y saludablemente y me obligan a cambiar el que ya tengo por otro obviamente más caro. Y además con un sentimiento de culpa. Son las empresas que fabricaban lo contaminante las que deben correr con el gasto de la sustitución y no el consumidor que no tenía otra opción.
Si tú le ofreces a la gente poder cambiar su actual automóvil contaminante por otro eléctrico sin coste alguno, te sorprenderás del éxito que tendrás. Pero no es eso lo que se plantea. Quieren que tires tu coche actual y te compres uno eléctrico que cuesta más que una casa. Éso genera rechazo y oposición.
Los alimentos ecológicos, bios, respetuosos, de comercio justo,….etc; son mucho más caros que los convencionales. Lógicamente la gente consume los clásicos. El dinero es el que es y no sobra. La solución que aportan los dirigentes es encarecer los alimentos menos saludables mediante impuestos, lo cual es un disparate y una aberración. No rebajan los saludables hasta igualarlos con los otros, no. Encarecen los menos sanos para ¿ qué ? ¿ disuadir al consumidor ? ¿ castigar al productor poco eco ? simplemente para recaudar más.
Todos estos políticos tienen sueldos elevados y vitalicios. El dinero no es, ni va a ser, un problema para ellos y emiten leyes que machacan económicamente a los consumidores sin percatarse de que para éstos el dinero sí es un problema. No se puede legislar de espaldas a los ciudadanos.
Y además, para mantener el nivel de trabajadores baratos que proporcionen beneficios a las empresas y a los gobiernos, aumenta la inmigración descontrolada y acelerada. Y aquí es donde los sentimientos nacionalistas afloran. Personas empobrecidas que ven sus calles llenarse de personas distintas, cultural, social y religiosamente. Se van sintiendo minoría y se busca la reacción. Ahora le llaman extrema derecha pero siempre ha sido sentimiento identitario.
Los legisladores* europeos se han olvidado de los ciudadanos europeos.
* Digo legisladores porque los dirigentes reales son otros, no los políticos.
… Ya nos han dicho claramente que en el mundo actual sobran varios miles de millones de personas. Todas las políticas que adopta occidente, van por ese camino.