La incubación de sueños es una disciplina milenaria que recibe mensajes desde el mundo onírico
Incubación de sueños en la prehistoria
Existen datos que sugieren que la incubación de sueños pudo haber sido practicada tanto en el Paleolítico como en el Neolítico. En este último caso se pasó del interior de la tierra al exterior. Es decir, de las cuevas a los dólmenes, túmulos funerarios y círculos de piedras. Los arqueólogos creen que este tipo de construcciones tenían una estrecha relación con los ancestros. Por eso, se piensa que los rituales de incubación de experiencias oníricas que se celebraban en sus cercanías no estarían dirigidos a las divinidades, sino a los antepasados, los espíritus de los muertos.
La conexión entre estas estructuras de piedra neolíticas y la incubación fue recogida por Aristóteles mucho tiempo después, siendo esta una prueba de la pervivencia de esta disciplina. Este sabio informó de la antigua tradición de «dormir junto a las tumbas de gigantes» de la isla de Cerdeña para provocar un sueño. En aquella época se creía que dichas construcciones eran sepulcros de antiguos héroes. En realidad, se trata de edificios de la cultura nurágica, que surgió alrededor del 1700 a. C. No se conoce con seguridad la función que tenían; algunos pudieron haber funcionado como sepulcros, pero otros habrían tenido un cometido defensivo o incluso religioso. Por las últimas investigaciones que se han realizado en estos yacimientos, sabemos que la antigua cultura nurágica fue una evolución directa de una civilización neolítica anterior constructora de megalitos. Efectivamente, aunque Aristóteles se estaba refiriendo a una tradición que aún era practicada en su propio tiempo, la costumbre de dormir e incubar sueños en los viejos monumentos de piedra era mucho más antigua. Nació, al menos, con la construcción de los mismos monumentos megalíticos. La incubación de sueños en los alrededores de dólmenes y menhires fue heredada, más adelante, por los pueblos celtas.
LA CUEVA
En el trabajo chamánico con los sueños reside la base de una importantísima tradición que comenzó siendo practicada en cuevas y abrigos rocosos, y que terminó siendo una actividad organizada en templos y santuarios. Por ello, la idea fundamental que podemos extraer de la incubación de sueños de la prehistoria es que el espacio donde se practica sí que importa. Nuestros predecesores no realizaban la incubación en cualquier lugar de paso. Esto no hubiera funcionado. Eligieron siempre emplazamientos concretos, especialmente cuevas y abrigos que tenían determinadas características y que estaban localizados en un entorno singular. ¿Por qué en unos lugares y no en otros? En primer lugar, porque sacralizar un espacio para tareas espirituales sugestiona poderosamente a la psique humana. En segundo lugar, porque determinadas localizaciones favorecen cambios en los estados de consciencia. Me refiero a los emplazamientos conocidos popularmente como «lugares de poder». Desde siempre, el hombre ha pensado que algunos puntos geográficos del planeta tienen la cualidad de modificar su percepción. Casi todos nosotros, en la actualidad, nos hemos sentido conmovidos al pisar algún lugar sagrado, por muy poco sensibles que seamos. Imaginemos entonces lo que les ocurriría a nuestros antepasados, mucho más integrados y conectados con la naturaleza.
Las cuevas tuvieron su propia importancia dentro de la práctica antigua de la incubación. ¿Por qué? Por un lado, existe una explicación subjetiva: las cuevas son un poderoso símbolo. Nos recuerda al vientre materno, frontera entre la existencia de una realidad precedente y la experiencia física que constituye esta realidad cotidiana en la que vivimos. Pero también hay razones objetivas que explican el poderoso influjo que las cuevas tienen sobre los estados de consciencia del ser humano y, por extensión, en la incubación de sueños. La clave podría estar en la propia piedra, en los materiales que la componen. Por ejemplo, ciertos tipos de rocas dejan pasar la energía electromagnética generada por los movimientos tectónicos. Esta radiación puede influir en el clima, provocando diferentes fenómenos atmosféricos. Siendo esto así, es razonable pensar que también afecte a la percepción y a los estados de ánimo humanos.
DÓLMENES Y MEGALITOS
Recientes estudios afirman que el campo electromagnético afecta al funcionamiento de la glándula pineal. Esta es la responsable de los estados místicos en el ser humano y del buen o mal desarrollo de los ciclos del sueño. Cuando las cavernas son profundas, se suman factores adicionales: la reducción de la cantidad de oxígeno disponible y la privación sensorial. Sabemos que las pinturas y grabados más importantes de las cuevas en uso durante el Paleolítico se sitúan siempre al fondo de la caverna, después de atravesar varias decenas de metros de túneles. Es cierto que, a veces, encontramos representaciones en los corredores de acceso más próximos a la entrada, pero estos espacios no parecen haber sido empleados para los rituales. Sin embargo, las estancias interiores son las que muestran las pruebas más claras de actividad ceremonial. En ocasiones son las salas de más difícil acceso. Diferentes estudios han revelado que los hombres y mujeres que usaron estos espacios sufrirían de hipoxia, es decir, falta de oxígeno. En parte, debido a la poca aireación de la cueva, pero también provocado por el uso de antorchas, que consumen rápidamente la concentración de oxígeno. La hipoxia produce alteraciones en los estados de consciencia y promueve las alucinaciones.
Los investigadores israelitas Yafit Kedar, Gil Kedar y Ran Barkai han demostrado que la hipoxia de las cavernas «desarregla los patrones de sueño, lo que favorece la llegada de sueños vívidos, sueños lúcidos y experiencias fuera del cuerpo». La privación sensorial conlleva un efecto parecido, lo que se suma a la hipoxia. En la profundidad de simas y cavernas dejamos de percibir los sonidos del exterior; además, no hay luz si no empleamos una fuente artificial, y la temperatura es estable. Todas estas circunstancias provocan un intenso impacto sobre el estado mental y sobre los ciclos del sueño. En realidad, esta es la base sobre la que se construyen las cámaras de aislamiento, muy empleadas en el siglo pasado para investigar las capacidades psíquicas.
Lo mismo ocurre con las construcciones neolíticas, como dólmenes o círculos de piedras. Ya he comentado que hay fuertes razones para pensar que estos lugares albergaron prácticas de incubación. Las gentes acudirían para dormir junto a las piedras sagradas, esperando recibir un sueño que les desvelara el futuro o que les permitiera aliviar alguna enfermedad. Las piedras utilizadas para estos monumentos son mayoritariamente de granito, material que también tiene altas densidades del misterioso mineral de cuarzo. Además, este tipo de roca desprende, así mismo, cierta radioactividad en forma de gas radón. La radioactividad, en bajas dosis, puede actuar sobre el cerebro y modificar sus funciones. Por otro lado, en varios yacimientos pétreos del Neolítico se han detectado rocas magnéticas con una gran cantidad de hierro. Estas alteran, por supuesto, el campo más próximo. Lo que influye directamente sobre los lóbulos temporales que, entre otras cosas, rigen los procesos del sueño. Esto puede corroborarse en muchos lugares sagrados de Irlanda y Gran Bretaña.
EL ÚTERO DE LA MADRE TIERRA
En España también hay vestigios de la incubación de sueños en cavernas. Un buen ejemplo es la cueva de Altamira. En ella hay un grabado de una figura antropomorfa con cabeza de pájaro y el pene erecto, de más de 30.000 años. Ha sido identificado como un chamán. Curiosamente, es normal que los hombres experimenten una erección durante la fase REM de los ciclos del sueño, que es cuando puede darse la lucidez onírica. Otro lugar relacionado con la incubación de sueños lo encontramos en la cueva de la Vieja, en la provincia de Albacete. En una de sus pinturas, de más de 8.000 años de antigüedad, múltiples animales parece que huyen de una cacería. En la parte central hay una figura de gran tamaño con un tocado de plumas. Es, por supuesto, un chamán. Su falo también está erecto. La escena de la cueva de la Vieja, a mi entender, sería la representación pictórica del sueño que tuvo un brujo sobre una cacería. Dibujar este recuerdo onírico sobre la pared de la roca le aseguraría esa misma suerte en el mundo físico.
Para mí, uno de los más atractivos santuarios prehistóricos de incubación de sueños en España es la cueva de la Santa Cruz, en Conquezuela, provincia de Soria. Se trata de una enorme grieta en la roca que forma un abrigo ocupado al menos desde la Edad de Bronce, hace unos 4.000 años. Recuerda claramente a un útero, lo que justificaría su utilización como centro ceremonial en honor de la diosa madre. En sus paredes hay múltiples grabados: una escena con varios personajes, quizás danzantes, símbolos extraños y muchas cazoletas. El carácter sagrado del lugar es innegable: fue lugar de culto en el mundo celta, en el mundo romano y finalmente en la época cristiana. De la época celta se conserva un altar de sacrificios en el exterior de la cueva, al que se accede desde una escalinata excavada en la roca.
El catedrático de Historia Antigua, Francisco Javier Fernández Nieto, ha estudiado este lugar en profundidad; en sus investigaciones ha recopilado pruebas que confirman que era un popular centro de incubación de sueños en la época celta y romana. Estos ritos estaban conectados con el culto de las divinidades del agua, como las ninfas romanas y sus equivalentes celtas. Solo tenemos que mirar dentro de la cueva, al fondo, y encontraremos un manantial que continúa rezumando agua hoy en día, seguramente empleada en los ritos mágicos. También es posible que esta agua fuese utilizada para cubrir la fase de purificación, que era la primera etapa del proceso de incubación. El culto a las deidades del agua también estuvo muy presente en el exterior: sabemos que enfrente del santuario existió una gran laguna, que fue sagrada para los pueblos que habitaron la zona. Desafortunadamente, fue desecada en 1959 para convertir las tierras en campos de cultivo.
LUGARES QUE TRANSFORMAN
El altar, de procedencia celtíbera, se utilizó para cumplir con la segunda etapa de la incubación: la entrega de ofrendas y los sacrificios de sangre. En efecto, en el lugar se han encontrado restos de recipientes que contuvieron un tipo primitivo de cerveza. El consumo de esta bebida ha formado parte de muchas ceremonias religiosas. Pero, en el caso de Conquezuela, es más probable que no se consumiera y que su uso tuviera motivos rituales. Es decir, la cerveza sería más bien un obsequio para las divinidades dentro del rito de incubación y otras ceremonias. La cerveza era empleada en la cultura hitita de Anatolia con estos mismos fines.
Ahora bien, desde mi punto de vista, uno de los lugares más fascinantes de toda la península ibérica es el cañón del río Duratón, en la provincia de Segovia. Este río es un afluente del Duero que, a la altura de la ciudad de Sepúlveda, comienza a fabricar un cañón de enormes dimensiones. Entre sus paredes se conserva una rica fauna animal y vegetal, pero también restos de presencia humana desde hace miles de años: Edad del Bronce, Neolítico, celtas y romanos, eremitorios visigodos y espectaculares lugares de culto cristiano: un oratorio rupestre (la cueva de los Siete Altares), una ermita románica (San Julián) y dos monasterios (San Frutos del Duratón y el convento de la Hoz). Todos estos templos podrían estar también relacionados con la incubación de sueños.
He recorrido este lugar decenas de veces. En ocasiones lo he hecho por el interior del cañón y otras por su parte superior. Siempre con la maravillosa ciudad de Sepúlveda como base de operaciones. Es un lugar que me hipnotiza. Uno sabe, nada más poner un pie en él, que este entorno es mágico. He pasado horas y horas escuchando canto gregoriano con un reproductor de casetes y mis auriculares. He meditado en lo alto de sus paredes rocosas o entre chopos junto al río y encajonado por los acantilados. Pocos lugares me han transformado tanto, ya desde la primera vez que lo conocí hace treinta años. Y no he parado de visitarlo, siempre con la esperanza de que sus tierras me cuenten nuevos secretos. Llevo muchos años dedicado a la investigación de los estados de consciencia del ser humano y a la práctica de estos, y pocas veces he encontrado un lugar semejante. Trasciende las palabras, altera tu percepción, transporta tu espíritu.
EL VUELO DEL ALMA
Supongo que lo que yo he sentido es lo mismo que experimentaron los seres humanos que se establecieron aquí e hicieron de este emplazamiento un verdadero templo en la naturaleza. Los primeros pobladores que dejaron en sus rocas una creación artística lo hicieron sin duda en busca de esa trascendencia. La piedra caliza del cañón alberga multitud de abrigos que nuestros antepasados aprovecharon para realizar rituales de carácter chamánico, reflejados luego en pinturas y grabados. Uno de los espacios más sugerentes es el abrigo de Solapo del Águila, en el término municipal de Villaseca. Se trata de una gran oquedad situada justo enfrente de las ruinas del convento de la Hoz, que está a su vez encaramado a uno de los meandros del río. Esta cueva contiene interesantísimas pinturas que nos demuestran que no es un emplazamiento cualquiera: es un verdadero santuario. La arqueóloga María del Rosario Lucas Pellicer afirma que en este espacio «(…) concurren una serie de circunstancias que, por sí mismas y en relación con el propio cañón, determinan la selección del lugar como soporte de un mensaje mnemónico o rememorativo cuyo significado convierte al Solapo en un lugar sagrado al aire libre».
Las pinturas del abrigo de Solapo del Águila contienen escenas de animales, plantas y figuras antropomorfas. También representaciones de soles y de varios árboles con forma de escalera. Estos han sido interpretados como «árboles de la vida», tradicionales en todas las culturas del planeta. Hay personajes humanos de varios tamaños. Las que nos interesan son dos figuras más grandes que el resto, que llevan sobre sus cabezas un tocado de cuernos. Son seguramente chamanes. Estas dos figuras son las únicas que tienen el pene en erección.
Como es habitual, las pinturas han sido interpretadas en clave sexual. Según algunos expertos, se hicieron para incrementar la fertilidad de los campos y de los animales. Otros hablan de ceremonias matrimoniales. Sin embargo, la presencia de los árboles-escaleras, junto a la representación del sol, hace pensar que allí se practicaba otra cosa: el vuelo del alma. Los árboles de las pinturas han sido identificados por algunos estudiosos, como María del Rosario Lucas Pellicer, con escaleras hacia el más allá. En efecto, el árbol como símbolo sagrado aparece en multitud de culturas. Era considerado como un portal que conectaba el inframundo (las raíces) con el mundo físico (el tronco) y con el más allá (las ramas y los frutos). El chamán posee el conocimiento adecuado para «escalar» por él y alcanzar otras dimensiones; usando como trampolín el mundo de los sueños, la ingesta de sustancias psicoactivas o sonidos especiales. En Asia Central, por ejemplo, los chamanes dicen que sus sueños comienzan «trepando al Árbol cósmico».
CONTACTOS CON LOS ESPÍRITUS
Tiene sentido que las raíces de un árbol, que penetran profundamente bajo el suelo, den acceso al submundo habitado por los espíritus de los muertos o por los demonios. Pero no hay una razón evidente para que un árbol, cuya copa no alcanza más que unos pocos metros, pudiera ser capaz de conectar a los humanos con el cielo. ¿Por qué eran tan sagrados? Puede que la clave sea la identificación que los mismos chamanes hacían entre ellos y las aves, en referencia a sus viajes nocturnos. Ya dije que los chamanes tienen preferencia por transformarse en pájaro en sus experiencias oníricas. Esto es por razones obvias: las aves vuelan hacia arriba, más allá de los límites del cielo. Pues bien, si pensamos en los pájaros, nos daremos cuenta de que estos «viven precisamente en las copas de los árboles y desde allí alzan el vuelo hasta perderse en las alturas». Así que los chamanes pensarían que transformarse en estos animales sería lo más adecuado para viajar hacia otros mundos.
La teoría del árbol como pilar místico que conecta los mundos es totalmente complementaria con la relación que han encontrado los antropólogos entre este símbolo y el de la vulva; ella también simboliza el tránsito a otras realidades, pues actúa como portal entre la vida y la muerte. Es decir, entre este mundo y el reino espiritual, que puede ser alcanzado, por ejemplo, mediante la incubación de sueños. Muchas cuevas sagradas, que han sido habitadas y decoradas en el Paleolítico o posteriormente, tienen forma de vagina; véase la cueva de la Santa Cruz de Conquezuela o la cueva frente a la ermita de San Bartolomé de Ucero, en el cañón del río Lobos. La vulva es, en la mente de nuestros antepasados, imagen de la resurrección o del tránsito hacia la otra vida. Por ella venimos a la vida cuando somos bebés, así que tendría sentido pensar que también la atravesamos en la hora de nuestra muerte. Pinturas que conectan el símbolo de la vulva y el del árbol aparecen, por ejemplo, en la cueva de La Mouthe (Dordoña, Francia) y en la cueva del Castillo (Cantabria).
Lucas Pellicer asegura que «(…) irrefutablemente, el Solapo del Águila fue un santuario en el que algunas ceremonias, como la ascensional, tuvieron cabida». Cuando habla de «ceremonias ascensionales» se está refiriendo precisamente a los viajes oníricos de los brujos del pasado. ¿Se practicaba entonces la incubación de sueños en este lugar? Todas las pistas nos remiten claramente a ello: chamanes y falos erectos (circunstancia física que se da en la fase REM de los ciclos del sueño), árboles-escalera (símbolo inequívoco del viaje espiritual) y figuras del sol (representando la trascendencia, la divinidad o quizás la lucidez, que se pretende alcanzar).
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