Toda decisión lleva implícita una renuncia. Con las elecciones europeas a las espaldas y la resaca electoral sobre los hombros, Europa se enfrenta a una decisión crucial.
La Comisión Europea debe buscar una fórmula de compatibilizar el control de la deuda con las enormes inversiones en Defensa o Transición energética.
Toda decisión lleva implícita una renuncia. Incluso el mero hecho de no elegir implica una preferencia, aunque esta sea la de instalarse en la inacción, a lo Bartleby. Ahora, con las elecciones europeas a las espaldas y la resaca electoral sobre los hombros, Europa se enfrenta a una decisión crucial.
Ya lo dijo Paulina Rubio: en la vida hay que escoger por muchos caminos… En el caso de Europa son tres: deuda, defensa y transición energética. Tres sendas que se abren y por las que habrá que discurrir esquivando obstáculos a toda velocidad. La cuestión es, ¿es posible escoger los 3 a la vez?
«Son cosas que hay que hacer sí o sí», confirma José Manuel Amor, socio director de Mercados de Analistas Financieros Internacionales (Afi), que suma un par más al cóctel: el desafío de la longevidad y el mantenimiento del sistema de bienestar.
La nueva Comisión Europea afronta un trilema compuesto por 3 retos mayúsculos: embridar una deuda pública desmesurada, afrontar las necesidades en defensa con una guerra a las puertas del continente y consumar con éxito la ansiada transición energética.
Y eso se suma a una Europa menos unida tras las elecciones, que podría terminar siendo un actor débil en un Nuevo Orden Mundial incierto.
«La deuda es la que es; antes se financiaba muy bien, a tipos cero, pero ahora los tipos están en otro sitio y cuesta más; en transición energética vamos tarde, y no invertir en defensa no es una opción, porque fuera hay leones. Hay que tomar decisiones difíciles», añade Amor.
Es una cuestión de matemática pura: «si quieres sumar de un lado, tendrás que quitar de otro», resume Carlos Martí Sempere, experto en Defensa y colaborador de la Fundación Alternativas.
Entre otras cosas porque los presupuestos dan lo que dan, y la deuda no puede emitirse hasta el infinito. Menos aún ahora que entran en vigor las nuevas reglas fiscales del Pacto de Estabilidad, que limitarán el gasto de los países para mantener bajo control los niveles de deuda y déficit.
«Estamos ante un gran dilema. Hay grandes compromisos de gasto, y defensa y energía son los más relevantes, pero también hay un compromiso con la deuda», conviene Ángel Saz-Carranza, director del Centro de Economía global y Geopolítica de EsadeGeo.
Si hablamos de fiscalidad, la deuda y el déficit no son el único debate que debería estar sobre la mesa. No cuando Europa pretende hacer frente a una serie de desafíos estratégicos que requieren de grandes desembolsos. Desembolsos que no está muy claro cómo se van a financiar.
«El problema es que esos debates no van en paralelo. Nadie quiere hablar de ello. Pero, por no hablar, el problema no desaparece», advierte Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano.
Un elefante en la Comisión Europea
«Este es un tema muy interesante y que apenas se aborda», reconoce Diego Martínez López, catedrático de economía aplicada en la Universidad Pablo de Olavide e investigador de Fedea.
Hasta hace un tiempo, el dilema de la política fiscal se daba entre la sostenibilidad de las finanzas públicas y el crecimiento.
Ahora el foco trasciende la política fiscal, explica Martínez, «y entramos en políticas económicas en general, con geoestrategia, política industrial… ¿Cuántos puntos de PIB suponen las nuevas necesidades en defensa, los efectos del cambio climático, el envejecimiento de la población…? Nadie todavía, que yo sepa, se ha atrevido a echar cuentas«.
Es el elefante en la habitación. Todo el mundo sabe que es un problema, que será un problema, pero nadie abre el melón. Europa quiere mantener la deuda bajo control con un Pacto de Estabilidad, pero no quiere afrontar otro debate igual de importante: cómo financiar esas nuevas inversiones sin aumentar esa deuda para respetar el pacto.
«Las necesidades de la Unión Monetaria y las de inversión de Europa no tienen que ver con las de hace unos años», confirma Feás. A las partidas ya existentes, se añaden nuevos desafíos que requieren de más inversión.
Hay urgencia en la descarbonización, en la inversión en defensa, en la transición energética… «Hace falta tener un saldo equilibrado, pero ¿cómo se compatibiliza eso con unas necesidades enormes de inversión?», añade Feás.
Solo poner en marcha las infraestructuras necesarias que garanticen una movilidad libre de emisiones costará 130.000 millones de euros al año de aquí a 2030, según cálculos de la Comisión Europea.
En el caso de la Defensa, Europa también se está quedando atrás, y con una guerra a las puertas del continente. «Europa está significativamente mal preparada para defenderse o apoyar significativamente a Ucrania sin la ayuda de Estados Unidos», advierte Nicolas Wylenzek, estratega macroeconómico en Wellington Management.
«Uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, y aunque conflictos siempre ha habido, entre otras cosas por el deseo de las naciones de influir. Pero la situación actual en Ucrania (o en Gaza) ha despertado las alarmas de todo el mundo», considera Martí Sempere.
Igual que ocurrió con la Sanidad y la soberanía estratégica del material sanitario durante la pandemia (mascarillas, vacunas, respiradores…), la Defensa se ha colocado en el punto de mira de la Comisión en cuestión de meses.
«A nivel global, creo que en general en este trilema gana siempre la defensa, al menos en China y EEUU», señala Saz-Carranza. Pero también en Rusia. El gasto militar actual de Moscú ha eclipsado al gasto social por primera vez desde la caída de la Unión Soviética. Rusia ha asignado casi un tercio de su presupuesto de 2024 a gastos de defensa, mientras que el gasto social se ha quedado en una quinta parte.
Pero Europa está lejos de llegar a gastar en Defensa lo que otros países. Ahora mismo, la media de gasto apenas supera el 1% del PIB (algo más de 200.000 millones en total, según Eurostat). Y la idea es alcanzar una inversión que suponga el 2% del PIB comprometido con la OTAN. Cifra que, si en algún momento se consideró un techo, ahora se ha convertido en un suelo para muchos países.
«En la Segunda Guerra Mundial los países dedicaban el 50% de su PIB a Defensa; en la Guerra Fría un 10%… el compromiso de aumentar el gasto en Defensa al 2% es un salto pequeño, incluso conservador«, añade Martí Sempere.
Una deuda bajo control… ¿A costa de qué?
Está bien, en Europa hay un problema de sostenibilidad de las finanzas públicas (por lo menos en algunos países europeos, entre los que se encuentra España). La deuda de los países de la eurozona supera el 90% del PIB, después del desembolso elefantiásico de los estados para amortiguar el impacto de las 2 últimas crisis: la pandemia y la de precios.
Pero Europa no es la única región del mundo en abrir el grifo del gasto. También Estados Unidos sacó toda su artillería fiscal: solo en la pandemia inyectó 3,3 billones de dólares en la economía. La diferencia es que Europa tiene la deuda entre ceja y ceja y EEUU simplemente no.
En ese difícil trilema, EEUU ha optado por la vía de la inversión, a costa de un aumento del déficit y de la deuda. Desde 2020 hasta ahora, Estados Unidos ha aumentado su deuda pública en 11 billones de dólares. Tanto es así que, según el Fondo Monetario Internacional: «la situación fiscal ha sobrepasado la línea de sostenibilidad de largo plazo. Esto es algo que nos preocupa especialmente».
«EEUU siempre le ha prestado menos atención a la sostenibilidad fiscal y, por consiguiente, más a otros asuntos», observa Martínez. Entre otras cosas, añade, «porque su banco central (la Reserva Federal) es más heterodoxo que el Banco Central Europeo; tienen moneda propia y un gobierno federal con más capacidad fiscal que la Comisión Europea».
Estas diferencias no juegan a favor de la UE. «No podemos comparar EEUU con Europa: EEUU es una unión fiscal y nosotros no. Si quiebra California, no se hunde el dólar. Si quiebra Italia, se hunde el euro», conviene Feás. Al fin y al cabo, el euro es una moneda compartida entre 20 países.
Esto significa que la posibilidad de que se hunda el dólar como consecuencia de un exceso de deuda estadounidense es mucho menor que en el caso de exceso de deuda en Europa. «El margen que tiene el dólar siempre va a ser muchísimo mayor para tener más deuda… a no ser que tuviéramos deuda europea», matiza Feás.
En una unión monetaria como la europea, las reglas fiscales evidentemente son imprescindibles. Sin embargo, matiza Feás: «en un entorno geopolítico como el actual es absurdo plantearlas sin un debate sobre las necesidades europeas en transición digital, verde y defensa. Si nos sentamos a debatir cómo controlar el gasto nacional sin debatir sobre cómo financiar el gasto conjunto tendremos un problema».
Martínez López coincide en que «una manera de salvar esta situación pasaría por ampliar la gobernanza fiscal de la UE, por ejemplo generalizando la capacidad de endeudamiento de la unión, tal y como se hizo para financiar los fondos europeos Next Generation EU.
«No podemos seguir teniendo un debate sobre descarbonización o defensa sin dinero. Debería haber un presupuesto común para tener recursos comunes y gasto común, y no se está teniendo ese debate», lamenta Feás.
Si esperamos a que llegue una crisis, entonces los ajustes serán todavía mayores, añade Feás. «Si tu PIB cae, tu deuda aumenta en relación al PIB. Esto es un problema de timing que la Comisión no está tratando».
https://www.businessinsider.es/trilema-europa-dificil-decision-deuda-defensa-cambio-climatico-1389383