Yuval Noah Harari cree que todo lo que le podemos enseñar a los niños hoy será irrelevante en 20 años (pero se equivoca)

Yuval Noah Harari, el intelectual de cabecera del nihilismo materialista tecnológico, del hype machine de Silicon Valley y de de los poderes fácticos, como siempre, hace de las suyas,

En una reciente entrevista en el programa de Stephen Colbert, Harari expresó su preocupación por la irrelevancia futura de lo que enseñamos hoy a nuestros hijos debido a los rápidos cambios tecnológicos. Según Harari, estamos experimentando un cambio sin precedentes hasta el punto de que nadie sabe cómo será el mundo dentro de 20 años. «Tendrás que enseñar a tus hijos cómo plantar arroz y trigo, cómo montar a caballo, cómo disparar un arco. Eso seguirá siendo relevante en 20 años, pero hoy nadie tiene idea de qué enseñar a los jóvenes».

Aunque es evidente que la inteligencia artificial está detonando una aceleración tecnológica, por encima de la cultura digital de las redes sociales que ya estaba modificando nuestras relaciones, su perspectiva reduce la vida a una visión utilitaria tecnocrática. Según Harari, único importante que tenemos que enseñarles a los jóvenes es lo que tiene que ver con cómo adaptarse al mercado y encontrar trabajos. Pero incluso si la IA los desplaza y no tienen trabajo, hay ciertas cosas que serán siempre importantes de aprende, .independientemente de cómo evolucione la tecnología. Harari propala la visión autoprofética de los tecnológos en la que todas las soluciones al mundo, que conciben como un problema que debe resolverse -y no como un misterio que debe experimentarse o aprender a percibirse- tienen que ver únicamente con la tecnología, incluyendo el problema del ser humano. La respuesta que se perfila obviamente es que el problema del ser humano debe superarse: y la superación es justamente la máquina inteligente.

Harari sostiene que debido a la velocidad de los avances tecnológicos, es difícil prever qué habilidades serán necesarias en el futuro. Sin embargo, hay habilidades y conocimientos que permanecerán eternamente valiosos. Enseñar a los jóvenes mantener una mente tranquila,  una sensibilidad a la belleza y a la cultura, cultivar alimentos, saber relacionarse cordialmente con los demás, y cuidar de su cuerpo son competencias que seguirán siendo esenciales. Estas habilidades no solo son fundamentales para una vida equilibrada, sino que también forman la base de una sociedad funcional.

Independientemente de los avances en inteligencia artificial, el mundo siempre necesitará personas que puedan pensar críticamente, controlar sus emociones y mantener una salud física, mental y espiritual. Si estas habilidades se vuelven irrelevantes, entonces el mundo habrá perdido su sentido y se habrá convertido en una abominación. La tecnología puede cambiar, pero la esencia de lo que es llevar una buena vida no tendría que cambiar, al menos de que dejemos de ser humanos.

Harari pone demasiado énfasis en la inteligencia artificial y el entusiasmo desmedido que la rodea. Su visión parece olvidar la importancia de enseñar valores y habilidades humanas fundamentales. Es irónico que, en su entusiasmo por la tecnología, Harari se asemeje más a una figura tecnocrática de Silicon Valley, casi mecánica en su enfoque, que a un humanista preocupado por el desarrollo integral de las personas.

En lugar de preocuparnos exclusivamente por preparar a los niños para un mercado laboral incierto, deberíamos enfocarnos en enseñarles a estudiar los clásicos, la literatura, la filosofía, la religión y la ciencia, que constituyen una rica tradición cultural. Además, las herramientas de manejo emocional son cruciales para ayudarles a lidiar con sus estados emocionales y orientarse hacia un bien que no reside en la web.

Más aun en tiempos de caos y desconcierto, los valores y habilidades humanas fundamentales seguirán siendo relevantes. Puede ser que los filósofos y los poetas no tengan prestigio en la sociedad actualmente, pero es posible que solo la visión que nace de un poeta o un filósofo pueda salvar al mundo de caer en una estupefacción mecánica, entregando todo su valor a un algoritmo endiosadao por el propio hombre que renuncia a su divinidad proyectándola hacia afuera, hacia una singularidad o un evento transhumano. Ya actualmente decrecen velozmente las capacidades cognitivas del ser humano, al terciarlas en las máquinas. Pero la inteligencia y la felicidad requieren de una experiencia encarnada, de un cuerpo animal, que es el único vehículo capaz de comprender y disfrutar del misterio del universo.

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